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NAT

Cuando vi que Alec no iba a dejar pasar esta, decidí poner en práctica mi talento. Cuando me mandaron a mi primer internado, mi mamá me pidió que memorizara algunos encantamientos. Mi talento funcionaba a través de ellos.

Me dijo que yo lo recitara, y después hablara tranquilamente con la persona a la que deseaba encantar. Esta se perdería en sus pensamientos y me daría tiempo suficiente para escapar o convencer; en el segundo caso la persona accedería.

Lo utilicé varias veces en mi escuela, hasta que me di cuenta de que no era justo para la otra persona. Pero esta vez era Alec, y había algo en él que me atraía y eso me enfurecía. A parte sólo iba a ser esta vez. Mientras Val y él discutían yo empecé a recitar en voz muy baja, casi mental.

Suscipe me conditionibus, suscipe me conditionibus, suscipe me conditionibus.

Cuando Valeria e Isa intentaron convencerlo y fallaron, me acerqué a Alec y le propuse una alternativa. Sabía que funcionaría. Mis encantamientos funcionaban hasta con la persona con escudos más grandes. Sin embargo, al terminar de hablar, sucedió algo. Empecé a sentir el efecto de mi encantamiento en él. Eso no había sucedido nunca. Por eso me quedé parada sosteniéndole la mirada. No podía separarla.


Cuando terminó de hacer efecto mi encantamiento, cuando la mente de Alec ya estaba accediendo a mi alternativa fue cuando por fin me pude separar. No quería que notara que me había afectado, por eso al final agregué —ha sido un placer hacer negocios contigo.

Durante el recorrido de la puerta a la mesa donde mis amigas se habían sentado, me quedé pensando que era lo que había pasado. Porque el encantamiento había tenido efecto en mí. Cuando encantaba a Max, eso no sucedía; y menos aun con alguien con quien ni sangre compartía. Decidí dejarle de dar vueltas y volví al presente con mis amigas.

—Nat, ellos son Sebastian y Nate— me dijo Val.

—Es un placer conocerte —contestó Nate. Era un chico de complexión mediana, alto, ojos azules y cabello dorado ondulado. Parecía ser del tipo de chico que se la viven en la playa surfeando. Con la piel tostada. Sebastian: cabello escuro, ojos cafés y sonrisa seductora, sólo me sonrío. Ambos parecían ser mayores que nosotras, quizá uno o dos años.

—¿Qué tal te estás acomodando? Aquí todos han estado esperando que despiertes —dijo Sebastian —todos querían conocer a la gemela de Max. En especial los chicos —estoy segura de que hice una cara medio incomoda, porque Nate entonces habló.

—Ey pues superaste las expectativas. Todas las chicas mueren por Max, o por lo menos todas tuvieron su época. Ahora, todos los chicos van a empezar a caer rendidos a tus pies —agregó riéndose.

No sabía si reírme o simplemente sonreír. Le dediqué una sonrisa y entonces Val me preguntó —¿qué rayos fue lo que le hiciste a Alec? Cuando terminaste de hablar su cara se relajó y se perdió en tu mirada. —Lo que no sabía era que yo también me había perdido en la mirada de él.

—Eaahh, ¿entonces vas por tu sargento? Los chicos se van a pegar una desilusión — añadió Sebastian un poco más intrigado.

—No fue así, solo digamos que lo convencí para que no nos pusiera a correr mañana —me defendí.

—Alto ¿¡qué?! ¿usaste tu talento? —gritó Val.

—No... —dije mientras jugaba con mi comida.

—Damas y Caballeros, tenemos a una chica con un talento que afecta al de Alexander —anunció Nate.

—Que no usé mi talento, únicamente lo persuadí. Mi mirada puede ser intimidante ¿sabes? Y aparte sé hablar con personas con autoridad sobre mí.

Coral de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora