Epílogo

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—¿No es increíble?— pregunta Tesia con emoción y dolor muscular después de haber estado sentada varias horas sobre el suelo.

—¿Qué es increíble?— Pregunto con algo de fatiga mientras guardo algunas fotografías y correspondencia.

—Que todo eso pasó hace tantos años y la manera en lo que lo cuentas suena como si hubiese sido ayer.— Tesia se encoge de hombros con una sonrisa curiosa.

—Lo sé, aún hay cosas que me duelen. Pero como ya he dicho, han sido parte de un gran proceso que lleva tiempo sanar— digo grata.

—Y por eso te lo cuento a ti que ya tienes edad suficiente de oír con lujo de detalle una parte de mi vida que fue crucial.— Prosigo guiñándole un ojo y ésta se sonroja.

—Mamá, ¿sigues con tus cuentos de abuela aventurera? Además hay cosas de las que Tesia no debería saber.— Interrumpe Mila mientras carga a Janina entre brazos.

—No son cuentos mamá, son historias reales que incluso tú viviste. Además, ya soy lo suficientemente madura para entender.— Tesia me voltea a ver con una mirada que solo ella y yo conocemos. Mila rueda los ojos y acompaña a la pequeña Janina a la cama.

—Todo lo que te he contado es completamente verdadero, pero hay cosas que yo ya no te puedo contar.— Prosigo y Tesia me mira confundida.

—¿A qué te refieres Bab?

—Pues, te he contado todo esto desde mi simple punto de vista. Tu madre tiene uno, tu padre otro y tu abuelo otro diferente.— Me encojo de hombros.

—¿Cuál de los dos?— ríe sarcásticamente.

—A menos de que quieras ir a Polonia a visitar a tu abuelo Emmil en su tumba y preguntarle... Que no estaría mal, te llevaré algún día— reí igualmente.

—Claro, me gustaría visitar Polonia nuevamente y que me lleves a donde vivías.— Tesia se sienta a un lado mío y recarga su cabeza sobre mi hombro.

—Me encantaría, no he vuelto en todos estos años.— Acaricio gentilmente su pelo.

Durante todos estos años no había podido regresar a Polonia, todos esos sentimientos de reproche y melancolía me lo habían impedido. Sentía un miedo profundo de revivir los momentos de agonía al encontrarme con aquella ciudad que había sido destruída junto con mis memorias más alegres. Creo que el hecho de salir huyendo del hogar que me acogió durante gran parte de mi vida dejó un vacío en mi corazón diferente a otros que ya había llenado. No había podido enfrentarme al hecho de que para llenar ese vacío eventualmente tendría que volver y empaparme nuevamente de recuerdos y experiencias junto a mi familia. Además de que había hecho toda una vida aquí al igual que Mila. El hecho de que vivíamos plenamente con nuestra familia, de que ambas llevábamos nuestro pequeño negocio familiar y de que habíamos creado una realidad alejada de la post guerra nos aplacaba la necesidad de regresar a una vida pasada.

—¿Crees que se enoje?— Pregunta Tesia repentinamente mientras mira fijamente el piso.

—¿Quién, querida?— Contesto volviendo a la conversación.

—El abuelo.

—¿Por qué se enojaría? Claro que hay temas que es mejor no tocárselos pero creo que él completaría a la perfección la historia.— Digo sonriente encontrándome con los ojos miel de Tesia.

—Lo tomaré en cuenta. Se lo preguntaré mañana. Igualmente lo platicaré con Zara, ¿puedo?— Pregunta entusiasmada.

—Claro. No hay nada que su abuela, Alenka, no sepa sobre mi. Seguramente Zara es igual de curiosa que tú.— Sonrío llena de fulgor .

Edelweiss: el pasado al acechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora