Capitulo 9/ Un largo viaje a casa

758 59 2
                                    

Mila llegó agotada, lo único que tuve que hacer fue dejarla en su cama y ella sola cayó en un sueño profundo. Yo estaba agotada mentalmente, mi mente había pensado de más, incluso en cosas que no eran de mi incumbencia, como la situación de Johan. Era como un virus atacando mi cerebro. Intentaba olvidarlo y no darle importancia pero solamente aumentaba cada vez más la inquietud. Fingía que no me importaba pero lo hacía por orgullosa no por otra cosa porque realmente si me importaba, sin embargo no quería que Johan lo supiera.

Agarré mi libro y comencé a leer pasivamente en la sala mientras el sonido del reloj relajaba mi cuerpo. Desafortunadamente no pude leer tranquila, me tuve que concentrar en mantener mis párpados abiertos para que no cayera. Eran alrededor de las 6 de la tarde y me faltaba hacer unas cosas antes de quedarme dormida. Ya iba como en la 5ª página, luchando contra el sueño, cuando unos golpes en la puerta me lo quitaron de golpe. Dejé el libro a un lado y corrí a abrir.

-¿Johan? pero si te di una llave.- Dije confundida dejándolo pasar. El colgó su abrigo y me miró.

-Lo sé, solamente que las olvidé en la mañana.- dijo desconcertado.

-¿Todo bien?

-Si, si. Es solo que todo este asunto me está matando. Prefiero contártelo de una vez por todas, no creo que mi mente se ordene tan fácil.- Johan se fue hacia la cocina a tomar un vaso de agua entero.

-Dime.- dije serena mientras guardaba los platos que estaban por ahí regados.

-Bien, todo comenzó cuando regrese del campo de trabajo en Rusia...

***Flashback***

Mi cabeza me dolía, mis manos temblaban, mis labios se deshacían como flor marchita y mis ojos se deslumbraban con cualquier reflejo de luz. Sentía como los dientes chocaban entre sí y mis piernas apenas podían sostenerme. Nunca me había sentido tan débil tanto física como mentalmente. Había sido una tortura total sin embargo creo que lo merecía a duras penas.

Logre tomar el primer tren hacia Moscú para emprender el largo viaje hacia Polonia atravesando toda Bielorrusia. Camiones, trenes, caminatas, hambre, frio... no fue un trayecto fácil, sin embargo decidí hacerlo. Una parte de mí seguía incierto e indeciso de hacerlo ya que si regresaba no iba a ser bien recibido, pero había una fuerza que me mantenía vivo y de pie, impulsándome a seguir y cuya voz escuchaba cada noche para que regresase. Claro, había días en los que prefería ser comido por los animales que seguir caminando con estas piernas pero hasta eso no fue suficiente para abandonar mi camino.

Me cuestioné varias veces sobre donde deparaban mis seres queridos. No tenía idea de mis otros compañeros o de mi padre si quiera. No me imagino lo que le han deber hecho a todos los soldados alemanes restantes; entre menos piedad, mejor. No los culpo. En cuanto a Bianka... no deje de pensar en ella ni un solo segundo. Sin embargo ahora me daba miedo proyectar su imagen en mi cabeza, no sabía que había sido de ella, si me esperaría, si seguía viva... al pensar en ella me hacía ilusiones innecesarias que tal vez ni si quiera sería posible alcanzar. Habíamos vividos tiempos difíciles en los cuales no había lugar para que fructificase una historia de amor tan "bonita". Era prácticamente utópico.

Lo único que pasaba rápido durante mi travesía fueron los pensamientos, ni el tiempo ni el dolor. Todo se hacía cada vez más lento y sentía que era menos probable llegar con vida hasta Polonia.

-Te ves deshidratado.- dijo Sergei, uno de los compañeros de viaje que me había estado acompañando. Era curioso el hecho de que no guardaba rencor alguno hacia mi. En estos tiempos es de ley ser ruso y querer vengarte de los alemanes. Sin embargo Sergei no. Era serio y algo tímido, de gran altura (incluso rebasaba la mía) pelo casi blanco y ojos negros. Un ruso agraciado.

Edelweiss: el pasado al acechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora