Capítulo 1/ Comenzar de nuevo

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3 años después...

Era un día soleado pero la brisa era fría. Cerré mi libro y entré a mi casa, cerrando la puerta del jardín detrás de mi. Vivía en una parte de Suwalki muy serena, alejada del centro, por lo que podía leer en el jardín con tranquilidad, sin escuchar ni un solo ruido más que el de los pájaros. Se acercaba la hora de la comida y decidí ir al mercado por las cosas que me faltaban para preparar la comida del día.

-¡Mila, agarra tu suéter! Vamos al mercado.- grité desde la escalera. Agarré mis cosas y esperé a que Mila bajara. -¡Mila!- tuve que volver a llamarla. Esperé unos segundos hasta que oí sus pequeños pasos bajando la escalera. Cuando estuvo abajo le agarre la mano, le puse su abrigo y salimos.

-¿Qué tienes que comprar, mamá?- dijo Mila con dificultad al pronunciar las palabras, pero a sus tres años no me extrañaba su habla torpe.

-Veamos.- dije sacando la lista de compras. -Pan, queso, zanahorias, y un flan para el postre.- Mila sonrió.

Ya íbamos a la mitad del camino, jugando a saltar las grietas del pavimento, cuando nos topamos a la señora Petrowski, una muy buena amiga de mi tía. Me sorprendió verla por aquí, hace años que no la veía. Si mal no me acuerdo, la última vez que me vió fue cuando tenía 16 años, había pasado una vida entera.

-¿Bianka?- dijo con una gran sonrisa en la cara y se la correspondí. -¡No lo puedo creer! ¡Mírate!- sin pensarlo me dió un cálido abrazo. -¿Y ella, quién es?- dijo agachándose a la altura de Mila después de saludarme.

-No lo creerás, pero es mi hija.- la señora Petrowski me volteó mientras se paraba lentamente.

-¿Tu hija? Santo cielo. ¿Cuál es tu nombre completo criaturita?- volteó a ver a Mila en busca de una respuesta. La cargue entre mis brazos para que pudiese verla mejor.

-Mila Jakov Rutkowski.- dijo con su dulce voz.

-¿Te has casado con un Jakov?- preguntó alegre

-Así es.- dije con una sonrisa. -¿Verdad?- voltee a ver a Mila y ésta asintió con un dedo en la boca apenada.

-¡Vaya familia! conozco muy bien a muchos de los Jakov. Seguramente conozco a...?- se quedó esperando mi respuesta.

-Emmil.- mi sonrisa pasó de ser de felicidad a tristeza.

-Oh, y ¿donde está ahora?- dijo volteando a su alrededor.

-Ya hace un año que nos dejó.- Mila me volteó a ver con esa cara de inocencia de una niña de tres años.  -Pero, no se preocupe, esa pregunta me la hacen frecuentemente, a decir verdad soy nueva en esto de ser viuda.- dije con una risa nerviosa.

-Querida, como lo siento.- la cara de la señora Petrowski se enrojeció. -Quizá las debería dejar ir al mercado.- yo solamente sonreí y me sobó el brazo. -Adiós Mila.- le dió un toquecito en la nariz y se fue.

Seguí mi camino hacia el mercado. Bajé a Mila para que caminara y le di la mano. No pude dejar de pensar en Emmil de nuevo. Me era difícil acostumbrarme a su muerte. Solamente habíamos estado juntos 6 años, nos faltaba mucho por vivir pero realmente había dejado un hueco en mi corazón.

Llegamos al mercado y Mila quiso ir primero por el pan, ya que le gustaba comerse una rebanada mientras comprábamos lo demás. Fue rápida la ida al mercado, solo era cuestión de comprar algunas cosas y regresarnos a preparar la comida. En cualquier momento podía llegar Alenka y su esposo, a quienes invite anteriormente. Llegamos a la casa y Mila corrió hacia Felix y éste le lamió toda la cara.

-Tendrás que lavarte las manos si quieres comer.- dije mientras sonreía al ver aquella escena. Llevé todas las cosas a la cocina y saque el estofado del horno. preparé todo lo que faltaba y partí el pan. -Toma, ponlo en la mesa.- le di la canasta del pan a Mila para que se lo llevara. Justo cuando terminé de hacer todo, oí el timbre seguido de los ladridos de Félix.

-¡Bianka!- dijo Alenka cuando abrí la puerta. Me dió un cálido abrazo y se lo correspondí.

-¡Bianka!- prosiguió Jarek, su esposo, imitando el tono de voz de Alenka con sus mismos ademanes. Yo nada más reí y los invite a pasar.

-¡Mi preciosa Mila! Hermosa que estás tu.- dijo Jarek cargándola entre sus brazos. -¿Cuándo tendremos la nuestra?- Alenka rodó los ojos con una sonrisa pícara.

-Muero de hambre, ¿qué has hecho?- dijo Alenka cambiando de tema mientras olía el ambiente.

-Tu estofado favorito.- dije sacando el recipiente del horno para llevarlo a la mesa. -Con esas papas que tanto te gustan.- dije refiriéndome a Jarek.

Conforme pasaba la comida, me fijaba más en lo felices que eran Alenka y Jarek y lo felices que éramos Emmil y yo. Me pasaba siempre, no con todas las parejas, solo con ellos dos. Me recordaban demasiado a mi matrimonio. Era una pena que duró tan poco, pero cada vez que veía a Mila, recordaba que él siempre iba a estar ahí conmigo.

-¿Ya podemos flan mamá?- dijo Mila interrumpiendo mis pensamientos. Yo asentí desapercibida y me dirigí a la cocina .

-Si, ¿ya podemos flan mamá?- dijo Jarek haciendo una broma.

-Tomen su flan niños, aquí hay cubiertos y cuchillo para partirlo.- dije con un tono burlón y les brinde unos platos y le serví a Mila. Ese flan era un éxito, nadie se hartaba de él. Era el favorito de Emmil. Cuando se acercaba el anochecer, Alenka y Jarek tuvieron que partir debido a que tenían otro compromiso.

-Gracias por todo Bianka.- dijo Alenka despidiéndose con otro abrazo. Ambos se fueron y me quedé sola con Mila y Félix.

Recogí todo de la mesa y puse los platos en el lavavajillas, me les quedé mirando un rato y decidí lavarlos en la mañana siguiente . Cuando todo estuvo listo, llevé a Mila a ponerse la pijama. Mila suele jugar un rato con sus juguetes en la sala antes de irse a dormir y yo le leo algunos cuentos para que se vaya tranquilizando. Esto normalmente lo hacíamos los tres en familia pero Emmil solía leerle y yo solía tocarle el piano, pero ha permanecido cerrado desde su muerte. Antes de que pudiese acabar el cuento, Mila se había quedado dormida en el tapete. La cargué y la lleve a su habitación. Le canté una canción de cuna aunque ya estuviera soñando. La terminé de acostar y me dirigí hacia mi habitación.

Me cambié, me aseé y me puse a leer sentada en mi cama. Pasó un largo rato y ya no aguantaba el peso de mis ojos, así que decidí cerrar mi libro y dormirme. Antes de apagar mi lámpara, me distraje con el retrato que tenía en mi buró del día de mi boda. Lo agarre y me quedé observándolo unos minutos. Todos los bellos recuerdos de ese día llegaron a mi mente provocando que cayeran algunas lagrimas. Me lo pegué al pecho y sonreí. Lo acomodé de vuelta y lo último que ví en el día antes de dormirme fue como la luz se desvanecía.

Edelweiss: el pasado al acechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora