Capitulo 8/ En espera...

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-¿Quieres ir por un poco de zurek?- pregunté mientras sacaba la llave de la puerta después de haberla cerrado. Mila asintió con un dedo en la boca. -Bien.

Caminamos y caminos. El camino se hacía eterno, no veía su término. Por mi cabeza pasaron toda clase de pensamientos de confusión y de enojo. No le podía deshacer de la irritante voz de Natia diciéndole a Johana que fuese con ella a la comida. No lo se... parecía que una parte de mi estaba enfadada pero a la otra no le podía importar menos. Era tanto el revoltijo de pensamientos que se me revolvió el estómago. De pronto se me quitó el poco hambre que tenia. Sin embargo, Mila aún tenía que comer.

Entramos al primer restaurante que vimos y esquivamos la gente que se encontraba en la puerta indecisa de si entrar o irse a algún lugar mejor. Nos sentamos y Mila jugaba con una pequeña muñeca que se había traído desde casa. Mire a mi alrededor y todo me parecía indiferente, como si estuviese en un sueño borroso.

-¿Disculpe? ¿Está todo bien?- el camarero interrumpió mis molestos pensamientos después de haberlo intentado varias veces.

-Eh, si. Lo siento. ¿Me trae un zurek sin ajo para ella? Nada más.- sonreí un segundo y se fue.

Se me perdió la mirada en la mesa. La analicé detalladamente hasta que me ardieron los ojos por la falta de parpadeos. Parpadeé un par de veces y seguí. Entrecerraba los ojos cada vez que me llegaba un pensamiento difícil de procesar, y volvían a su estado normal cuando lograba deshacerme de él. Así estuve hasta que llegó la comida de Mila. Le costaba trabajo maniobrar la cuchara por sí sola así que le ayude un poco a comer la sopa, para que no se le cayera encima del vestido de algodón bordado que traía.

-Pero qué milagro.- dijo una voz ronca detrás de mi. Voltee sin prisas para encontrarme con Dominik. -Hola Mila.- dijo cambiando su tono de voz radicalmente.

-¿Qué haces por aquí?- dije ayudándole a Mila a recuperar la cuchara.

-Paseaba con unos amigos.- Me quedé con la sensación de que iba a decir algo más pero no salió ni una palabra de su boca. Se quedó parado viendo la escena unos momentos.

-Y bien...- dije tratando de que hiciera algo al respecto.

-Bueno, un gusto verlas por aquí.- sonrío y me toco el pelo de una extraña forma, como si acariciaras rápidamente un perro al que le temes. Alcé los hombros y seguí con lo que estaba anteriormente.

Al cabo de unos minutos, Mila comenzó a inquietarse y supe que era el momento de partir. La quise llevar un rato al parque para que se cansara y no hiciera relajo en la noche. Fuimos al parque más cercano de ahí, un lugar muy bonito lleno de naturaleza. Podías sentir como los árboles te abrazaban y las flores te cantaban al oído.

-No lo sé.- pensé. -podríamos venir aquí más seguido.- Me dirigí a Mila mientras mi pelo se agitaba con el aire, pero fui ignorada. Mila ya estaba corriendo hacia el arenero.

Me senté en una de las bancas de alrededor y la observé. Frente al arenero había un camino largo que cruzaba el parque, en donde todo mundo caminaba. Observe a cada persona que pasaba hasta que mis ojos reconocieron esa figura tan característica de Johan. Trate de que me viera pero había mucha gente estorbando. Quería ir a tocarle el hombro pero no podía dejar a Mila sola. Hice todo tipo de señas pero las únicas que le vieron fueron otras mujeres sentadas cerca de mi; estoy segura de que se reían de mis ademanes.

Me recargue finalmente en la banca sin haber logrado nada. Johan había estado un tanto raro y ya solo escuchaba su llegada a mi casa. Hacia un par de días que no lo veía llegar antes del anochecer. Mi cabeza comenzó a pensar en cosas irrelevantes hasta llegar al punto de perderme en el infinito. Sentí la presencia de alguien sentándose a mi lado pero no le di importancia. No hasta que me tomo del brazo.

-Bianka.- dijo con su dulce voz.

-¿Qué haces aquí?- actué sorprendida, fingiendo que no había hecho todo un espectáculo para que me volteara a ver.

-Pues salí a tomar aire fresco.- los ojos de Johan se veían inquietos, como si trajera algo escondido muy en el fondo.

-¿Ah si? Y, ¿por qué no has estado presente? Hace mucho que no te sientas con nosotras a tomar el té.

-Lo sé.- Se mordió el labio inferior en busca de palabras.

-Johan, ¿pasa algo?- pregunte agobiada.- desde que ese hombre apareció en mi puerta te has comportado de manera extraña. Ahora ya solo convives con Natia...- senti la mirada pícara de Johan al término de mi frase.

-¿Ah si? Y dime, ¿te molesta tanto?- dijo sonriendo.

-Pues te ofrezco mi casa y la usas de hotel mientras que te vas con esa charlatana a quién sabe donde. Te quedaría mejor quedarte en casa de los papás de Emmil, ¿no?- dije cruzándome de brazos.

-Hey, yo se que he estado ausente. Todo tiene una explicación. Sin embargo no encuentro el momento para explicarlo.

-Cualquier momento es el momento Himmel. No tengo prisas ni mejores cosas que hacer. ¿No lo notas?- dije que un poco molesta.

-Bianka.- puso gentilmente su mano sobre mi regazo tratando de calmarme.- dame un par de días más para que mi mente se organice, ¿si?- rodeé los ojos porque ya que sabía que "un par de días" sería una eternidad.

-Bien, pero si no hay explicación te quedas sin hospedaje.

-Bueno así me podría ir a casa de Natia.- dijo riendo y le di un puñetazo en el brazo.

-Lo digo en serio.- refunfuñe mientras me paraba por Mila. Johan se paro detrás de mi.

-¿Te parece si vamos a cenar hoy?- dijo tomándome del hombro.

-Lo pensaré.- arquee una ceja y me aleje.

Llegue al arenero en donde estaba Mila y la llamé. Estaba tan entretenida que ignoró mi llamado. Tuve que entrar hasta donde estaba ella sentada con los pies enterrados en la arena. La agarré del brazo gentilmente y la levanté. Pesaba más de lo normal debido a toda la arena que se le había metido a los zapatos. La sacudí como pude y me la lleve, ignorando el hecho de que Johan seguía parado detrás de mi a la lejanía.

Edelweiss: el pasado al acechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora