Capitulo 16/ Decisiones

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No sabía de qué manera digerir mis pensamientos, ya que era demasiada carga para soportarlos todos al mismo tiempo. Teniendo esto en mente, me dirigí a mi casa algo abrumada en busca de mi cuarta taza de té del día. Cuando llegue Mila fue a su cuarto para descansar un rato, ya que había jugado toda la tarde. Calenté el agua y posteriormente me hice un té de hierbas para relajarme. Salí al jardín para tomar aire fresco y ver a Félix dar vueltas sin parar tratando de atrapar su cola. No había señales de Johan, nada raro, por lo que me sentí más tranquila. Últimamente cada vez que veía a Himmel, automáticamente sabía que mi cuerpo estaría en constante alteración por lo que trataba de evitarlo a toda costa. Decidí aventarme al sillón de la sala sin postura ni feminidad. Cuando estuve tirada viendo al techo oí la puerta abrirse y me levanté inmediatamente. ¿Acaso no puedo descansar ni en mi propia casa?

—Ya volví con las compras— sonrió Johan. Yo no estaba nada feliz de verlo a decir verdad.

—Gracias— las agarré y las acomodé en la cocina.

—Lo he estado pensando y si me das un mes más, prometo irme de aquí en cuanto pueda— protestó Johan y un pensamiento desagradable vino a mi cabeza: ¿un mes para conseguir un lugar en donde vivir al fin o un mes para escapar y dejarme de nuevo?.

—Bien. Un mes, no más— advertí. Johan asintió modestamente. —¿Te ayudo?— prosiguió agarrando las cosas y acomodándolas. Yo solo asentí.

Acomodamos las cosas rápidamente y cuando terminamos salí de la cocina sin decir nada. Johan se quedó ahí parado pero no estaba dispuesta a ilusionarme por algo que sería imposible llevar a cabo, en este caso, una relación con Johan. No si quiera sabía por qué mentía cada vez que hablaba con él. Supongo que Johan ni si quiera estaba seguro de lo que estaba haciendo, probablemente llegó a mi casa por un impulso instintivo y para cuando se dio cuenta de que no era buena idea, era demasiado tarde.

Agarré la correa de Félix y la atoré en su collar. Le avisé a Johan que iba a salir, que si podía cuidar de Mila, advirtiéndole que no saliera antes de que llegara. Él asintió y se sentó en la sala a leer. Yo salí un poco agitada a despejarme por un momento. No esperaba encontrarme a nadie, pero ya saben, con mi suerte no creo que eso fuese posible. Camine durante un largo rato, disfrutando el murmullo de la gente en la calle y la brisa en mi pelo. Iba sin rumbo, merodeando por las calles con la idea de algún día salir de aquí con Mila. Comencé a recordar aquel momento en el que todo se empezó a complicar, era como un laberinto sin salida o al menos no sabía cómo salir de él. Cada momento difícil me llevó a uno peor a tal grado que ya no sabía cómo ponerlo todo en orden ya que mis decisiones parecían empeorarlo todo. Ansiaba comenzar de nuevo y tener una vida para mí y para Mila sin depender de las decisiones de los demás. Estaba atrapada entre la madre de Emmil y Johan, me veía obligada a actuar acorde a las amenazas de una y las misteriosas acciones de otro. Yo sabía que lo más importante era proteger a Mila y sacarla de este lío. Aún estaba a tiempo de cambiar de estilo de vida ya que Mila todavía era muy pequeña, no estaba aferrada a nada aún, y yo ya había perdido todo lo que alguna vez tuve, incluso mi relación de ensueño con Johan.

De pronto me encontré frente a la vieja reja del cementerio y no lo pensé dos veces, entré. Me acerqué a la tumba de Emmil y le pedí ayuda. "Ya no sé qué más hacer, me quedé sin opciones", susurré. Me encontraba hincada frente a su tumba soltando un par de lágrimas ya que con él a mi lado hubiese sido todo más fácil. Sin embargo, en algún lugar de mi corazón sabía que debía escucharlo y huir; es lo que Emmil hubiera querido. De pronto sentí una mano gentilmente posada en mi hombro y una voz tenue que me decía que todo estaría bien. Volteé a ver quién era y me encontré con una viejecita que sonreía amablemente. Me sequé las lágrimas rápidamente y sonreí igualmente.

Edelweiss: el pasado al acechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora