𝑼𝒏 𝑨𝑴𝑶𝑹 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒓𝒂𝒔𝒄𝒊𝒆𝒏𝒅𝒆 𝒆𝒍 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐 𝒚 𝒔𝒖𝒔 𝒓𝒆𝒈𝒍𝒂𝒔

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ESTOCOLMO - SUECIA (AÑO 1876)

En plena era de industrialización la ciudad escandinava se encontraba movilizada por la hora, eran las 8:45 am y todos iban a su trabajo, los agricultores llegaban del campo con las cosechas y las personas daban apertura a sus tiendas. El comercio se estaba empezando a conocer, Suecia estaba siendo transformada por la revolución industrial. La producción de hierro y acero se disparó, la industria de la ingeniería sueca también floreció y se vio favorecida por la introducción de la hidroelectricidad a finales del siglo XIX. Todo parecía estar cambiando para mejor, el sonido de una pequeña campana se dejaba escuchar al son del caminar del joven que venía con una pila de periódicos, como cada mañana su oficio era venderlo a los nobles que iban pasando y aquel que deseara adquirir el producto. Su nombre era Birger Holmström un joven de hermoso semblante rubio, huérfano de padre y madre hace ya 7 años. Andaba a paso seguro vendiendo y saludando a sus conocidos por las calles de la mística ciudad Sueca.

-¡UNO POR AQUÍ BIRGER!- Un abuelo trabajador de joyas lo llamó y ante esto el joven se acercó a paso rápido.

-¡Aquí tiene señor!- Recibió los centavitos para meterlos en su bolsillo y continuar su rumbo.

-¡BIRGER VEN MUCHACHO!- Sonriente asintió ante el pedido de otro caballero.

-¡Claro que sí!- Recibió nuevamente las monedas y continuó su rumbo.

Un chico sonriente a pesar de que tan joven le ha tocado vivir duramente, soñador y esforzado. Quedó prácticamente solo al perder a sus padres pero esto no lo ha detenido para salir adelante, ha soportado abusos y no tiene una casa fija para vivir pero hay algo que ha mantenido a Birger firme, la esperanza, esa que nos motiva a seguir y nos dice "Camina más, falta poco" es la que mueve cada día el corazón del muchacho de 17 años. Ese día luego de vender todos los diarios se acercó como de costumbre al restaurante donde solía cenar y luego ir en busca de un lugar para pasar la noche. Aunque hoy era un día especial, la aurora boreal pasaría por encima de la ciudad y tendrían el lujo de verla.

Iba caminando a paso lento hasta un muelle de carga, extrañaba mucho a sus padres pero debía soportarlo y él era muy fuerte en esa materia. Brincó de pronto cuando un pequeño gato maulló en un callejón por lo que se acercó y lo revisó, estaba bebé y abandonado, eso lo dejó triste. En su pequeño bolso lo dejó y siguió caminando ahora con el minino hasta posarse en el lugar donde la madera flotaba sobre el mar, un muelle. Las personas ya estaban buscando sus respectivos puestos y en un momento el fenómeno luminoso adornaba el cielo. Vaya, parecía que era una puerta que se abría y dejaba pasar otros mundos hacia la tierra, sonrió ampliamente abrazando al pequeño minino mientras sus ojos brillaban de la emoción, él siempre había creído que esto era algo de magia y no estaba equivocado.

-Así que tú eres Birger- Giró cuando una mujer de un semblante casi angelical se posó a su lado, esa mujer no era de este planeta.

-Se... Se...Se- Ni siquiera la palabra le salía de la boca, aquella belleza etérea de la pelirroja que iba con un zorro en sus brazos lo mantenían totalmente embelesado, poseía unas orejas puntiagudas y un cabello tan rojo como un fuego abrazador que se mecía al ritmo del viento frío.

Se- Ni siquiera la palabra le salía de la boca, aquella belleza etérea de la pelirroja que iba con un zorro en sus brazos lo mantenían totalmente embelesado, poseía unas orejas puntiagudas y un cabello tan rojo como un fuego abrazador que se mecía...

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