𝑨𝒍 𝑺𝒂𝒎𝒖𝒓𝒂́𝒊 𝒍𝒆 𝒈𝒖𝒔𝒕𝒂𝒏 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒖𝒓𝒗𝒂𝒔

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Para Lucero Santana, una latina residenciada en Kyoto las cosas nunca han sido fáciles, pero ha sabido salir adelante. Ha tenido que soportar el racismo y los malos tratos de parte de algunos nipones por su color de piel y su cabello ondulado; pero no todo es tan malo, tiene grandes amigas y vecinos que le han tomado mucho cariño por su temperamento dulce, calmado y muy servicial. Hace 7 años que reside en Japón debido a su trabajo como mucama, esto sucedió cuando trabaja en un hotel en su natal Venezuela y una pareja de adinerados japoneses quedaron encantados con su servicio; debido a esto se la trajeron al país para que les sirviera como ama de llaves y cocinera. En los años que lleva sirviéndole a la pareja Hinomiya se ha sentido siempre como en casa, ha aprendido a preparar platos japoneses, más sobre la cultura y las festividades. Le fascina el tema de los samuráis por lo que siempre que puede está leyendo algún manga o un libro sobre dichos personajes. La pareja está tan encantada con ella que decidió construirle un apartamento en la gran casa donde residen;

-Lucero, tenemos un nuevo vecino- La señora Hinomiya la sorprendió en la cocina –Lo invitamos a cenar, así que desearía que preparas un plato venezolano ¿Te parece?-

-¿Segura mi señora? Ustedes ya han probado mi comida pero otros japoneses no, ¿Y si no le gusta?- Se limpió las manos y le ofreció una taza de té verde.

-Tranquila, ya le he dicho que nuestra ama de llaves es venezolana y prepara delicias de su tierra natal por lo que está encantado en conocerte y probar tu comida-

-Si señora, me pondré a trabajar en ello ¿De lo que he preparado que le gustaría?-

-Amo tus guisos, deberías preparar uno de carne con arroz y ese plátano frito que haces que sabe tan bien- Ambas se rieron y la latina asintió.

-Entonces haré un rico pabellón algo modificado para todos-

-Gracias querida Lucero, me marchó a la compañía, Ishihara me está esperando. Gracias por el rico té como siempre- Se despidió de su señora y se giró para soltar el delantal y armar una lista de las cosas que tendría que comprar.

Tomó las llaves y saludó al jardinero junto a otras muchachas del servicio que están a sus órdenes. Las dejó a cargo de la casa mientras ella compraba lo necesario para preparar una buena cena y decidió también hacer una tarta de queso para sorprender a los invitados; mientras caminaba con su cesta pensaba en su madre y su familia que había dejado en Venezuela, en parte hacía lo que hacía por ellos, para que pudieran vivir mejor y que su madre no estuviera que estar trabajando tanto. A veces se sentía sola, los extrañaba, su tierra, su comida, su pueblo; se limpió algunas lágrimas que sobresalían de sus ojos y se adentró al mercado para comenzar a pedir los vegetales, cebollines, cebollas, ajos y entre otras cosas. Saludó algunos compradores que ya la conocían y prosiguió su camino para adquirir un buen cerdo, carne de res y un buen queso crema.

-buenos días, por favor 2 kilos de cerdo, de solomo y 1 kilos de queso crema-

-Enseguida señorita, ¿Algo más?- Ella negó con la cabeza –Bien, orden saliendo-

-¿Señorita me compraría unas flores?- Una pequeña niña se le acercó y sintió un nudo en la garganta, estaba descuidada y bastante sucia.

-Te las compro todas- Se agachó hasta quedar frente a ella y le entregó 30$, las usaría para adornar la mesa y las sillas.

-Gracias señorita, pero es mucho, las flores no valen eso-

-Si lo valen, tú lo vales más. Ve tranquila y compra lo que necesites-

-Tenga su orden señorita, son 95$- Le pasó el pedido y ella le extendió el dinero.

-Muchas gracias- Se volvió arrodillar hasta alcanzar a la pequeña niña –No me debes nada, ve tranquila- La niña le hizo una reverencia y se marchó corriendo.

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