Capítulo XXV

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Marvin me ha citado a una cena especial para celebrar mis vacaciones, justo el día en que nos veríamos y había planeado terminar con él.

Es que no puedo tener mejor suerte.

Me aseguro los tacones lo mejor que puedo y espero a que el chofer tome la última curva antes de llegar a casa de Marvin. Maggie me está esperando, como siempre, en la puerta de la casa y se apresura a ayudarme bajar del auto cuando ve los ridículos zapatos que acabo de ponerme.

— ¿Por qué trae esas cosas? —me reprende bajito—. Sabe muy bien que no debe forzar su tobillo, mucho menos cuando no ha ido a terapia en tanto tiempo.

— Marvin los ha enviado —digo con una sonrisa—, junto con el vestido, apenas una hora atrás.

Maggie toma una larga respiración y no dice más mientras me encamina hasta el comedor. Me aterra pensar que en cada pequeña cosita que a mí me molesta de Marvin, ella sienta odio y repulsión hacia él, que no hace más que aprovechar por lo que está pagando.

Podría ser más empático, sí, pero Eugenia no usa zapatos planos, mucho menos en una ocasión especial como esta. Y mucho menos si es en su honor.

— ¡Eugenia, querida! —saluda Marvin apareciendo desde la cocina y caminando hacia mí—. Por fin llegas, la cena está casi lista... Sabía lo bien que te quedaría ese conjunto -dice mirando cada curva de mi cuerpo marcada por la delgada seda del vestido color violeta que me ha regalado.

Me rio y le agradezco, aprovechando la primera oportunidad de lanzarme a sus brazos y sujetarme de él mientras me conduce hasta mi asiento. Entre sonrisas le respondo cada pregunta banal que tiene para hacerme y trato de mantener mi actitud dulce en todo momento.

La cena ha estado deliciosa y, luego de dejarnos con el postre y el café, las personas de la cocina y Mags desaparecieron de nuestra vista.

- Hay algo de lo que quiero hablarte -le digo a Marvin descaradamente dándole vueltas a mi mousse con la cuchara.

- También yo, a decir verdad -dice él con una pequeña sonrisa.

- Puedes ir tú primero -le indico-, no me molesta.

Marvin suelta una pequeña risita y me observa por un momento. Me pregunto qué será eso en sus ojos que no logro diferenciar.

- ¿Eres feliz, Harriet? -me pregunta sin más-. ¿Eres feliz conmigo?

Me siento a mí misma negar con la cabeza antes de que pueda procesar bien su pregunta y lo siguiente que sé es que estoy explicándome ante él.

- Lo fui -admito-. Fui muy feliz por mucho tiempo y luego, de un momento a otro, la burbuja estalló. Y me di cuenta de que, si bien parecías preocuparte por mí, yo no era más que el reemplazo de tu esposa y tu hija al mismo tiempo y comencé a odiarme por eso.

- Lo siento -me dice y en su voz hay tristeza, lágrimas atrapadas desde hace años.

- No tienes que sentirlo, lo entiendo. Y pude haber seguido con esto, pero no había forma de volver atrás.

- ¿Qué crees que habría hecho las cosas diferentes?

- Que me lo dijeras desde un principio. Habría intentado con más ganas. Habría sabido lo que se esperaba de mí. Quizás habría asumido desde un primer momento que jamás me querrías a mí por ser yo, sino por la calidad de mi interpretación.

- Yo sí te aprecio mucho, Harriet.

- Lo sé -le corto-. Pero lo que soy no basta para hacerte feliz, ¿verdad?

- Me temo que no, cariño. No.

Le sonreí, honestidad era todo lo que quería y estaba feliz de que al final sí me diera eso. Tomé su mano entre las mías y lo acaricié.

- Yo... Quiero que sepas que te agradezco infinitamente todo lo que hiciste por mí y que, si necesitas una amiga, puedes contar conmigo para lo que quieras.

- Tú también tienes en mí a un amigo y estaré disponible para lo que gustes.

- Gracias -susurré y me levanté para abrazarlo con fuerza-. Creo que esta es mi señal para irme.

- Espera, te tengo un último regalo -dice y se levanta, dejándome de pie, sola, en el inmenso comedor de su casa.

En lugar de esperarlo, me dirijo al vestíbulo y recupero mi bolso. Me cambio los enormes tacones que traigo puestos por unas bajas y delicadas balerinas. Siento mi tobillo protestar de inmediato y lo masajeo hasta que, frente a mí, aparece el conocido par de pies de Marvin.

Me mira con una tímida sonrisa en los labios y un gran bolso de regalo entre las manos.

- Lo siento mucho por hacerte venir con esos zapatos, es sólo que pensé que tal vez...

- No tienes que explicarme nada -río-. Es más, me han encantado, son preciosos. Tienes excelente gusto.

Él ríe y me sujeta de los hombros un segundo para darme un último abrazo.

- Te voy a extrañar.

- Lo sé -digo y me separo de él.

Recibo en mis manos el bolso y con una sonrisa escucho cómo le da órdenes a Mags para que vaya por el chofer con explícitas ordenes de dejarme en mi departamento.

Mags lo hace y luego me lleva del brazo hasta donde el auto me está esperando. Marvin no es de grandes despedidas y prefiere quedarse dentro de la casa mientras Mags me escolta.

- Fue un gusto, señorita -me dice Mags con un último abrazo y me besa la mejilla.

- Lo mismo digo, Mags -le sonrío-. Cuídalo por mí, ¿sí?

- Sí, señorita.

Sin más ceremonia me subo a la parte trasera del auto, acompañada por mi bolso y el "último regalo".

- Disculpa -le digo al chofer-, sé que tienes instrucciones, pero yo ya no vivo en ese departamento -explico con una sonrisa en el retrovisor-. ¿Puedes dejarme en mi nueva dirección sin decirle a Marvin dónde me has dejado?

- Señorita -dice él con la vista en el camino-, yo no tengo que explicarle nada a nadie.

Me río con ganas y le doy las indicaciones de mi nueva casa.

Cuando hemos llegado, él me ayuda a bajar y baja mis cosas, se despide de mí cordialmente y en un momento ya ha desaparecido por la calle.

Una vez dentro del departamento, más pequeño que el anterior, sumo la gigantesca bolsa a la pila de cajas que aún tengo por desempacar. Miro alrededor, la noche aún es joven y hay mucho por hacer.

Sonrío y, con un suspiro, declaro iniciada una nueva etapa en mi vida, en la que me valgo completamente por mí misma.

Me calzo ropa cómoda y comienzo a ordenar todas y cada una de las cajitas llenas con mis sueños y metas. Durante el transcurso de la noche, con ayuda de varias tazas de café, organizo espacios y cosas, muevo muebles y los lleno, desocupo caja tras caja y pongo cada objeto en su lugar.

Al día siguiente, cansada, pero aún alerta, lleno varias solicitudes de empleo como asistente o junior para otras abogadas que trabajen en el área que a mí me interesa y espero pacientemente a que me respondan.

Gracias a ese pequeño impulso que Marvin me ha dado, sin saber que lo ha hecho, he decidido hacer de mi último verano antes de terminar la universidad la antesala para mi carrera y mi vida.

Di mi nombre [DMN1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora