Capítulo XIII

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Mi departamento está tal como lo dejé, con mis apuntes esparramados sobre la mesa y una toalla en el respaldo de una silla. Me sonrojo sin poder evitarlo y me apresuro a quitarme los zapatos para ordenar un poco.

- ¿Quieres beber o comer algo? Adelante, ponte cómoda.

- No, muchas gracias -camina directo hasta la mesa y revisa la montaña de libros y apuntes que allí se encuentran.

- Lo siento, salí un poco atrasada y no me dio tiempo de ordenar...

Camino hasta ella y repaso con mis ojos los documentos que ella ojea.

- No te preocupes -dice y me sonríe-. Es lindo saber más de ti.

Gira todo su cuerpo para plantarse frente a mí y lentamente sube sus manos para acariciar mis mejillas, mi mandíbula y luego cruzarse tras mi cuello. Me quedo quieta mientras ella se pone de puntillas y me besa, la tomo de la cintura con cautela y le correspondo el beso, siento su lengua presionar contra mis labios y en un movimiento súbito la alejo.

- ¿Qué ocurre? Puedo ir más despacio si lo quieres.

- Estás ebria -le digo acariciando su rostro-, lo noto en el cambio de tu voz y en cómo caminas. Lo siento.

Su sonrisa ocupa toda su cara, se lanza nuevamente a besarme, sólo un ligero toque en los labios y luego me libera de su agarre. Continúa su paseo por la sala revisando mis cuadros y mis libros, mira con detenimiento el sofá y entiendo que ya es hora de que descanse.

Le guío hasta la habitación vacía y en el camino le indico puntos claves del departamento, como la cocina y el baño.

- Dame dos segundos, te traeré una camiseta o algo para que duermas -le digo y rápidamente busco en mi clóset algún pijama que pueda ser de su talla-. Quizás te quede un poco grande, pero no tengo nada más pequeño.

- Estaré bien -me dice con una sonrisa y comienza a desabotonar su blusa.

- Esto... Si necesitas algo, mi habitación está cruzando el pasillo -intento no mirarla y a ella parece divertirle-. Que descanses.

- Buenas noches, extraña -le escucho decir mientras cierro la puerta.

Me meto bajo mis sábanas rápidamente y mis ojos se cierran en un instante. Cuando los vuelvo a abrir, mi habitación está iluminada y un sonido que proviene de la cocina capta mi atención. Me levanto aún somnolienta y hago mi camino hasta la cocina.

Alannah está aún en el pijama que le he prestado, descalza, con el pelo cayendo por su espalda y cantando una desafinada canción preparando lo que parecen ser panqueques.

- Buenos días -digo con mi voz más ronca de lo que esperaba y ella se sobresalta por un momento.

- Buenos días -me mira y se sonroja-, ¿no te desperté o sí?

- No, tranquila -la veo tener problemas con el espesor de la mezcla y una sensación de ternura se expande por mi pecho-. Me lavo los dientes y vengo a ayudarte, espera.

No le doy tiempo a protestar y corro hasta el baño, me cepillo los dientes, me lavo la cara, me hago un desordenado moño y vuelvo a la cocina. El problema no es difícil de solucionar y ella comienza a freír los panqueques.

- Bueno, ya sabes por qué soy recepcionista y no ayudante de chef -me río ante su carita avergonzada y le sonrío sin querer.

- Yo creí que era porque la atención al público es los tuyo y porque eres bonita.

- Creo que lo primero también -se sonroja y evita mirarme-. No quise hacer un desastre en tu cocina, sólo quería llevarte desayuno.

- Aún puedes hacerlo -sonrío mientras ella voltea con experticia un panqueque en el aire-, vas excelente. Iré a preparar la mesa.

Di mi nombre [DMN1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora