Capítulo VI

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Marvin maniobra expertamente por las calles de la ciudad y, luego de quince minutos hemos llegado a un elegante y tranquilo restaurante.

— Mesa para dos —le dice a la chica en el recibidor.

— Dr. Etcheverry —dice ella sobresaltada—. Sí, claro, sígame por favor.

Cuando llegamos a nuestra mesa, la muchacha nos entrega la carta y se aleja, no sin antes pasar sus ojos por mí de manera extraña.

— Gracias, linda —le dice él sin mirarla.

Me aguanto la risa, él es lindo con todas y ni siquiera se da cuenta.

— ¿Qué? —dice con la vista fija en la carta de tragos.

— Nada, eres muy tierno —le digo honestamente.

— ¿Y eso te causa risa? —sonríe.

— Es una risa de ternura —le digo y sonrío aunque no me esté viendo.

— Okay —dice dudoso—. Sé que eres más de vino blanco, pero para las pastas le va mejor el tinto... ¿Tinto?

Recién ahí me mira, estudiando mi reacción mientras frunzo los labios y decido.

— Tinto suena bien, pero que sea dulce.

— Hecho —me dice respingando la nariz y levanta una mano al camarero, el chico se acerca rápidamente—. Una botella de tu mejor Pinot Noir, por favor.

— Sí, señor. ¿Desea ver la carta?

— No —le corta rápidamente—. El especial de pasta Alfredo para ambos.

— Enseguida, señor.

El muchacho nos retira los menús y con un leve asentimiento de cabeza, se retira.

— Me gusta verte así —le digo casualmente.

Marvin se extraña frente a mí y cruza las manos relajadamente sobre la mesa.

— ¿Así cómo, querida?

— Hombre de negocios, mandón, "no tengo tiempo, que sea rápido", así.

— ¿Quieres que sea mandón? —bromea.

— Conmigo no —le digo y me río.

— Pero quiero serlo —me dice con la voz ronca.

— Aquí no —le digo entre risas—. La recepcionista podría ponerse celosa.

— ¿Alannah?

— Sí, ella. Ví como te mira y cómo me miró a mí.

— Estás diferente —me dice de pronto.

— ¿Diferente cómo?

— Como tú misma —me dice distante.

— Perdón —le suelto sin más. He estado toda la noche sin interpretar mi personaje—. Daddy, lo siento, no quise...

— Tranquila, me gustas así —hace una pausa mientras el muchacho de hace un rato llena nuestras copas y desaparece nuevamente—. No tienes que cambiar quién eres —siento mis comisuras elevarse en una sonrisa lentamente—. Me gustas tal como eres, Eugenia.

Fuerzo la sonrisa mientras intento no hacer una mueca y girar mis ojos. Debí suponerlo, a él le gusta Eugenia.

— Voy al sanitario, con permiso —digo levantándome de la mesa.

No tengo idea de dónde está el sanitario, pero mientras más me demore en encontrarlo, mejor. Para mi mala suerte, está bastante cerca y a plena vista. Una vez ahí, me miro largamente en el espejo y me refresco un poco. Me digo a mí misma que tengo que seguir en mi papel, él paga mi departamento y mis caprichos, no puede ser tan difícil. Practico mi voz un par de veces y suspiro con fuerza. En ese momento la puerta se abre, es la anfitriona.

Di mi nombre [DMN1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora