Capítulo XIV

74 7 0
                                    

Reviso una última vez mi bolso y, antes de cerrarlo, me cepillo los dientes. Vuelvo a meter mi cepillo y mientras me calzo un par de botines, Marvin me avisa que ha llegado por mí.

Cuando el chófer me abre la puerta, un Marvin con ojos de sueño y una boba sonrisa me da la bienvenida.

— Hola, querida —dice y me toma de la mano, para que me siente junto a él—. ¿Cómo estás?

— Hola. —Beso su mejilla—. Estoy bien, mejor que tú al parecer. ¿Turno muy cansador?

— Hubo una emergencia, no he dormido nada.

— En ese caso, luego de almorzar tomas una siesta, yo puedo cuidar tu sueño.

— Eres una genio —dice viéndose más despierto—. Gracias.

No hablamos mucho más durante el camino y pronto estamos sentados uno frente al otro en un restaurante.

Marvin me mira somnoliento por encima del menú, está demasiado cansado incluso para elegir la comida. Pongo a prueba todo mi conocimiento en nutrientes y proteínas y, cuando llega el garzón, me tomo el atrevimiento de ordenar por los dos.

— Espero te guste lo que pedí —le digo tímidamente.

— Suena bastante rico, no te preocupes. De todas maneras, ni alcancé a leer el menú.

Durante la comida no hablamos mucho, el sonido de la gente en las mesas contiguas es suficiente para mantener a Marvin con los ojos abiertos, pero siento que en realidad lo cansa más.

Cuando hemos terminado me encargo de la cuenta y de pedir nuestro auto. El chofer se ha marchado y recae en mí la responsabilidad de conducir.

— ¿Dónde vamos?

— A mi casa, ¿recuerdas cómo llegar?

— Sí —le digo confiada, memoricé el camino las primeras veces que fui a visitarlo, aunque nunca he ido conduciendo—. Si hago una curva mal, tú me guías.

Él sólo asiente y se acomoda en el asiento del pasajero. Durante el camino no puedo evitar pensar que algo anda mal; Marvin, a pesar de su edad, es una persona muy activa, hemos tenido otras citas justo después de su turno nocturno y nunca le he visto así de agotado. Me digo a mí misma repetidas veces que con una siesta bastará, pero el presentimiento sigue ahí.

Lo guío escaleras arriba con lentitud y mis sospechas se incrementan cuando nos toma mucho más tiempo del necesario y su mano caliente se sujeta a penas de mi brazo.

Le quito un poco de ropa y casi deseo que me haga algún comentario lascivo, pero no lo hace. Lo cubro sólo con una sábana y chequeo su temperatura: 38.9° C.

Corro a la cocina por un cuenco con agua fría y unas toallas del clóset del baño, suerte para mí he cuidado de suficientes enfermos de gripe para saber cómo bajar la temperatura.

Hacen falta varios y seguidos cambios de las compresas para que el color de sus mejillas comience lentamente a volver a la normalidad. Le pongo una última toalla húmeda con el mínimo de agua posible y le dejo dormir, planeando volver en 10 o 15 minutos a controlarlo.

La ironía es casi graciosa; una estudiante de derecho cuidando de una gripe a un doctor más que experimentado.

Me instalo en la habitación contigua a ver televisión y a pedir a Félix que me dé algunos consejos. Marvin duerme por horas y no parece notar cuando voy a revisar cómo sigue, mi preocupación no ha mermado ni un poquito, aunque su temperatura ya está dentro de lo normal.

Cerca de las 7 pm, bajo a la cocina y me preparo algo para comer, mientras mastico mi sándwich busco opciones de merienda para dejarle a Marvin si es que despierta y yo estoy dormida. Sé que podría volver a casa, pero no puedo dejarlo en este estado.

Di mi nombre [DMN1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora