Día 69: Concepción

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El día en el que mi sexto sentido deje de decir hazlo será el mismo en donde mi elegías me amaran

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El día en el que mi sexto sentido deje de decir hazlo será el mismo en donde mi elegías me amaran...

En algún lugar remoto a las afuera de Nueva California

El heno todavía se desprendía por los aire en aquella madrugada donde el corroído metal de la camioneta de mi abuela desquebrajaba el roció de la mañana en un acto pleno de intransigencia, Florencia la gallina de mis abuelos logro encontrar la calma luego de picotearme kilómetros enteros por haber invadido lo que parecía ser su hogar por mucho tiempo, a decir verdad mi abuela es una total enemiga de las maquinas a eso se debe el total abandono del vehículo decidí nunca preguntar a larga no quería escuchar un largo sermón acerca de cómo el abono era un buen receptor de energía, sea lo que sea que signifique aquello.

—¡VEO LAS COLINAS ENTRE LA NIEBLA! —grito el señor Frederick cerca de mi ventanilla quien iba sentado en la parte trasera de la camioneta sobre una gran pila de heno.

—Eso es buena señal, significa que nos acercamos, no sé si sea buena idea que vengas aquí cariño la presión de la altura no te hará nada bien —dijo mi abuela un tanto preocupada.

—No te preocupes aguantare, tratare de no hacer mayor esfuerzo —dije yo mientras tocia en un claro ejemplo de lo que mi abuela acababa de profetizar pero que sin embargo con mis pésimas habilidades para la actuación intentaba fingir que nada me ocurría.

"...Bienvenidos a Frankblue, hogar del lago Vidwill"

Ahora era una realidad habíamos abandona por completo la calidad cromaticidad del campo para entrar en los fríos azules de Frankblue donde el tiempo saltaba dando pequeños espasmos de nostalgia, abrazándose con su esencia, toqueteando tu alma y que cuando menos te lo esperas te asfixia de una sublime exaltes de emociones encontradas.

—¡OOOUUUJJUUU! —grito Dominic desde el lado anverso a la camioneta donde el viento secuencialmente estremecía las ondas de su dorada cabellera, era efusivo y tan imperamente libre como el aura boreal.

Su cabello corto y dorado era ondeado como el reflejo del mar, su sonrisa era altamente adictiva, mientras que el parpadear de su mirada era el propio estoicismo donde eclipsaba corazones, sin embargo Dominic lucia como un verano de agosto, un lugar en el tiempo en el que nunca permaneció.

—Ese hijo mío —dijo la pasajera transitiva mientras tejía un pequeño pañuelo a crochet frente al zigzageante bamboleo de la camioneta entre mi abuela y yo en aquella camioneta llena de baches pero sin duda impregnada de historias.

La singular y confidente amiga de mi abuela desde aquellos tiempos, Brashout, una señora regordeta tan dulce como el néctar de las flores, encantadora como el espejo de su alma y apacible como las mariposas en nuestro estomago. Dueña eterna del extremismo que donde fuera que reclinara su rostro su símbolo druida tatuado en su cuello gritaba dulce pero peligrosa como un caramelo de cianuro.

Éxtasis [COMPLETA] [Borrador Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora