Día 86: Exilio

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No puedo encontrarme en mis propias pesadillas, el hecho de que existan personas sin metas... sin rumbo. Me dejan pensando solo uno cosa ¿Qué es lo que ellos saben que los demás no?

Me sumergí...

Me sumergí

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...

¿Cómo se siente el silencio?

Navego...

Abrí mis ojos ante la inmensidad del nexo.

Estoy aquí nuevamente digo para dentro de mí.

Floto entre los cardúmenes de almas que se baten a mí alrededor. En la profundidad de mi subconsciente espíritu.

No siento... frío.

No siento... nada.

Las nebulosas de que llegase a descansa en la inhóspita profundidad me atrae.

El constante zigzag de sus ondas dicen bienvenido. Pero mi subconsciente grita.

¡NO TE ACERQUES!

Esa retorcida naturaleza que muta, me sacude como una feroz corriente marina tan imperturbable como despiadada. Haciéndome entrar en ese halo de lo prohibido donde solo existe esa obscuridad... El silencio.

Ahora...

Siento... frío.

Siento... todo... Me asfixió.

Me arrastra hacia la locura y al desenfreno de la carnalidad. Sucumbiendo mi cuerpo ante el alud marítimo que vive renaciendo en cada momento, abandonando aquella calma que en algún momento fui.

Despojándome de la libertad en que alguna vez fue, convirtiendo mi conciencia en algo muy alejado a pertenecerme llenándose de voces... las voces de la piedad y la condena. De la pena... y la maldad.

Que me envuelven y me ensordecen a medida que desciendo más y más. Perdí todo lo que me quedaba de mí y había guardado con tanto recelo en aquel transitivo lugar. Ahora le pertenecía a otra fuerza, una que no era mi conciencia ni mi razonamiento.

Caí mientras descendía hacia el silencio.

La profundidad de aquel lugar era el verdadero hades, te corroe y neutralizo hasta volverte débil e incapaz.

Apenas podía mover con mucho pesar la comisura de mis dedos, mi mente parecía invadida por voces que me escuchaban al hablar en mis pensamientos mientras que todo era obscuridad. Incluso la vida que veía envuelta en silencios.

Luces pequeñas y brillantes que se posaban aleatoriamente en la superficie de la nada me rodeaban

— ¿Dónde estoy? —grite desde dentro.

—Has vuelto aquí —comentaron unísonas las luminarias.

—Debes alejar los pensamientos suicidas en ti, te están atando.

—Sino volverás una y otra vez a este lugar —dijo otras de las lucecillas interrumpiendo a la anterior.

Cada una sonaba mucho más dulce que la anterior a pesar de ser un lugar tan lúgubre que asfixiaba al estar.

Las impresiones fueron incluso más allá de mi asombro, no podía ser nada. En mis venas corría una llama apacible tan frágil que ardía. He acariciado la debilidad en mí. Abriendo puertas que sin siquiera sabía que existían como la primera vez que vas a instituto totalmente nuevo y te hacen sentir como un extraño y nunca como parte de la manada.

Lloraste y ocultaste tu identidad bajo el humo de la implicación de ser alguien más que agradara a todos. Ahora no saben quién es esa persono, ni la que perdiste.

Supongo que así se siente el silencio...

Los faroles, estas luminarias que me arrastran que quizás sean el mal o simplemente las voces que los demás callaron y yo catalogue como malas. En vez de abrazar mi propia singularidad que en este mismo instante me cobija protegiéndome de lo que me aguarda en este lugar taciturno propio del juicio.

Eres un alma bondadosa, no debes estar aquí —dijo una de las voces quien tenía un timbre lleno de mucho mas jubilo desde el fondo del lugar.

—Patrañas —dijo una voz arisca muy cerca de mí.

—El, te juzgara.

— ¿Él?... ¿Quién es él?

El señor de las penumbras, quien castiga el mal.

—Él se acerca pequeña alma, debes perdonarte, debes sentir el amor, debe haber reconciliación... Debes sentir la paz para poder descansar —dijo aquella lucecilla quien me dio la bienvenida en este árido lugar.

Una extraña silueta de espalda se postra ante mi cuerpo quien flota en esta superficie liquida. De su cuerpo salen mil manos pronto se transforman lentamente en un liquido viscoso que infecta el oleaje de aquella profundidad marítima.

Me abraza...

Me ahoga...

Me Quema...

Me... Atrapa...

No hay salida...

Miles de imágenes vienen a mí, pero ninguna es retroalimentaría. Todas son yo hostigados por mis miedos, sintiéndome encarcelado por el pasado. Adoptando a culpa como única forma de vida. Pero... mi vida ha estado llena de luz ¿Por qué no soy capaz de recordar ello?

Si esto es lo que será mis últimos cinco minutos de vida. Entonces permíteme sacarte el dedo medio por que yo soy mucho más que mis miedos. Una luz vibrante que nace dentro de mí se expande.

—Está aquí —dice aquella voz apacible de las luminarias desde un lugar que no se si existe en realidad o si simplemente son las voces esquizofrénicas de mi mente.

Si siente como si la calma viniera en mi encuentro nuevamente. Ya no había dolor alguno, se sentía... como la alegría. Vivaz y emotiva. Todo lo que en algún momento me ahogo, se va...

Esa extraña figura huye en miles de pirañas despavoridas recorriendo lo que quedaba de ese desconcertante océano que moría por aquella efervescente paz.

La brea no existe ya... se desvanece. El quijote ha vencido en una hazaña increíble sus miedos, su victoria... se encontraba en él y sus aliados en su corazón.

Ya no había oscuridad. Ahora solo era la paz y... yo.

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Éxtasis [COMPLETA] [Borrador Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora