Día 92: Ciclos

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La lluvia extenuante caía sobre aquel escultural mármol negro que se erguía en todo el frente del centro hospitalario.

Mientras de entre las inhóspitas puertas de un carro. Un par de tacones negros invadían el exterior acercándose al tumulto de sombrillas negras que lloraban en desconsuelo.

—Sé que esto no le devolverá la vida a sus seres queridos pero... solos pido mucha piedad y descanso a sus almas —decía la doctora Angeli mientras las lágrimas recorrían sus mejillas.

Esa enorme escultura rendía homenaje a los caídos en la noche de los hechos, todos y cada uno tallados en aquel mármol negro. Una columna inmersa en la llovizna como los sentimientos que la corroen.

La multitud comenzó a dispersarse hasta que solo quedo aquella extraña chica de tacones que toqueteaba el mármol en busca de respuestas. Muy por debajo de la enorme floritura que gritaba en memoria de... y la lista de fallecidos encontró su nombre y fue como revivir una epifanía.

Recuerdos vagos llegaban a su mente y muy a pesar de en su mayoría estaban llenos de su propio sumiso comportamiento jamás podrá olvidar aquellas palabras que le dieron libertad la noche que los cuervos andaban sueltos en busca de carroña.

—Rápido sal de aquí.

Esas palabras venían a su mente una y otra vez. Esas palabras que quizás le salvaron su vida pero le arrebato la de él. Mientras las gotas yacían sobre su tallado nombre Barri Suimer.

Una cabellera pelirroja se acercaba a la escena de aquella solitaria chica ofreciendo ese apoyo, un silencio fortuito que se siente presente sin ser transgresor. Pero que sin embargo es sutil como una mano en el hombro.

—A tu ex, Barri le concedieron el perdón después de su noble acto —dijo la pelirroja de entre las voces de los ahogados cántaros de agua.

—Después de todo el era todo un despropósito —le respondió muy segura de sus palabras evocando quizás un sentimiento de empatía mientras sus lentes negros tapaban su rostro desnudo dándole cabo a lo incógnito.

Una rosa descendió de su mano descansando en aquel pequeño peldaño lleno de muchas otras que no eran rosas como el que tienen generalmente las rosas. Sino blancas como el color que tiene el perdón.

—Supongo que Lucifer no era tan malo como pensamos —dijo Teddy quien había decidido develar su identidad ante aquel breve homenaje despojándose de esos lentes que eran prisioneros de algún sentimiento reprimido.

La sombrilla de aquella rubia cayó sobre ella para solapar la caída de la de la ella. Porque en este punto quizás no se sabía a ciencia cierta si llovía más adentro de ella o afuera.

A pesar de que él había sido un malhechor en varios aspectos. El hecho de estar aquí y haber sobrevivió a ese viernes trece la hacía sentir una privilegiada y algo a lo que siempre le estaría agradecida.

Pero su cara estaba seca. Era evidente que su duelo era interior y aunque a pesar que muchos disocian una pena de otra. Muy en el fondo era algo que ella necesitaba a pesar de que ninguno de sus amigos se encuentre bien con ello.

Se montaron en aquel coche quien las trajo aquí en un acto de reciprocidad. Un vaquero con algunos rastros de aquellos días era el conductor quien a su vez le devolvió la mirada por encima del retrovisor lleno de ira pero con la boca sellada.

Así como se encontraba en aquel lugar de manos atadas.

El auto arranco en plena lluvia dejando muchos encuentros atrás así como despedidas. Otro auto en dirección opuesta se acercaba hacia el lugar, un tráfico continuo que entraba y salía de aquel entorno lleno de ventanales que ahora son de yeso como los sentimientos de los que quedaron atrás.

Éxtasis [COMPLETA] [Borrador Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora