4. ISABELLA

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Estuve toda la tarde dándole vueltas a lo que pasó por la mañana. Mi madre me hizo un montón de preguntas; que si había hecho amigos, que si vivían cerca, que si eran agradables, que si querían venir a merendar. A veces mi madre resultaba ser un poco agobiante. 

Ese chico... Axel Blake. Me había mirado de una forma tan intensa y tan tranquilizadora a la vez. Hacía que quisiese mirarle durante todo un día.

Después de haber estado hablando con ellos, Riven me dio su número, y me le encontré preguntándome por mensaje si me apetecía ir al cine esa tarde. No pude negarme, obviamente. Me apetecía mucho salir a ver como era el sitio en el que había acabado. Avisé a mi madre y me respondió con un bailecito de celebración. Ella tendría que trabajar de noche, en el hospital. Pronto dejaría de estar tan alegre y enérgica, pasaría a estar cansada, y me daba pena pensarlo. 

Me puse unos pantalones anchos negros y una camiseta blanca grande con un parche en la parte derecha superior. Dejé mi pelo como estaba por pereza, no me apeteció peinarme.

Salí de casa y allí me encontré con el chico del pelo color ceniza, Finn. Se paró para mirarme y me dirigió una sonrisa sincera. Tenía el pelo alborotado y un uniforme de trabajo. No sé de qué sería.

- ¡Hola! - me saludó alegremente - No tenía ni idea de que vivieses aquí.

- Sí, bueno, la verdad es que pilla cerca del instituto, así que le gustó a mi madre - sentí como me ruborizaba por la vergüenza. Me golpee mentalmente; odiaba ser tan vergonzosa. 

- Yo vivo aquí al lado - dijo sonriendo -, y Axel vive aquí tambien.

El nombre del castaño hizo que mirase a Finn con más atención. Su actitud pasota había captado por completo mi atención, ya que todos siempre estaban pendientes de algo, siempre tenían algo en lo que centrarse. Él parecía estar en blanco. 

Dejé de pensar en Axel para centrarme más en Finn, ya que no era justo que me centrase en su amigo en vez de en él estando aquí presente.

- Bueno, ¿en qué trabajas? - pregunté intentando sacar un tema de conversación diferente.

Me explicó que trabajaba en el cine por las tardes para llevar algo de dinero a casa, ya que no tenía a su padre desde hacía años y su madre estaba sola con él y sus tres hermanos. Me imaginé su estilo de vida y lo encontré agobiante, pero seguramente sería entretenido. También me contó que él era el mayor de los cuatro, que tenía dos hermanas más y un hermano. Me dio pena pensar en que tenía que encargarse de todos ellos él solo.

Después de andar unos 10 minutos, nos hayamos en el centro comercial abierto más bonito que había visto. Todo estaba lleno de gente, y me condujo al cine. Era de estilo antiguo, todo era hermoso. Me detuve a mirarlo todo a mi alrededor; las tiendas, el ambiente, el ruido. Todo me llenó de una forma mágica y solo pude pensar que solo lo tenía America, esa magia social. Me giré para ver dónde había ido Finn y le vi hablando con una chica que estaba detrás de la barra de pedir. Busqué con la mirada a Riven y le vi andando hacia mi dirección. 

- Joder, ¿sabías como venir? - dijo sonriendo - Me sorprende que te sepas ya cómo es la ciudad.

- La verdad es que no lo sé. He venido con Finn - dije señalándolo con el dedo.

Vi como Riven le miraba y se mordía el labio inferior. ¿Sería gay? La verdad es que no quería averiguarlo por mi misma. 

Nos acercamos a la barra y pedimos dos entradas para ver una película de comedia. Con su alegría al parecer característica, Finn nos dio las palomitas y nos guiñó un ojo para que pasasemos.

La película estuvo genial, no me había reído tanto en mucho tiempo, y con Riven me sentía tan cómoda... Me alegraba de haber caído aquí, al fin y al cabo.

- ¿Te ha gustado la peli? - me preguntó Riven con un brillo divertido en los ojos. 

- Me ha encantado - respondí -. La verdad es que no me esperaba que los Americanos fueseis tan graciosos.

- Tenemos nuestros momentos - dijo con una sonrisa. 

Cuando salimos de la sala, ya era de noche, y vimos a Finn fuera sentado en un banco, al parecer esperándonos. Alzó la mirada cuando nos vio salir y se levantó para acortar la distancia.

- Bueno, Riven - dijo un poco tenso - creo que te vas por el otro lado. Yo acompaño a Isa a su casa, ¿vale?

- Claro, nos vemos mañana Anderton - dijo incómodo. ¿Qué pasaría entre ellos? -. Muchas gracias por lo de hoy, Isabella. Hasta mañana.

Con una sonrisa me despedí de él y empecé a caminar con Finn. Se le notaba más serio que antes, y no pude evitar preguntar al respecto. 

- Oye... ¿Ocurre algo? - dije en apenas un susurro.

Se giró para mirarme con un brillo extraño, no sabría decir que había en sus ojos ambarinos. 

- Lo siento - dijo sonriendo de manera triste -. Tuve unos clientes que me sacaron de mis casillas, nada más. ¿Te apetece ir al bar donde trabaja Axel? No me vendría mal un trago.

Axel. Otra vez aparecía en mi mente como un destello la mirada de tranquilidad que me dirigió esta mañana. ¿Por qué me había marcado tanto?

Asentí y comenzamos a andar hacia el bar de Axel. Hacía algo de frío ya que se estaba acercando el otoño, y por acto reflejo me estremecí. Finn lo notó, pero no comentó nada. Tampoco podía hacer mucho, no llevaba chaqueta alguna. Al cabo de unos minutos llegamos a un bar de aspecto nocturno, y entramos.

Estaba lleno de gente. Nos adentramos hasta la barra del bar y ahí le vi, sirviendo un montón de cerveza con la mirada perdida. Parecía incluso que lo hacía de forma automática. 

- ¡Axel! - gritó Finn para hacerse oir entre la multitud. El aludido alzó la cabeza y sus ojos verdes directamente se dirigieron hacia mi. Arrugó levemente el ceño y miró a Finn - Ponme una cerveza, hermano, lo necesito. ¿Tú qué quieres, Isa? - preguntó girándose para mirarme.

Negué con la cabeza y Axel asintió hacia ninguna parte, como anotándolo en la cabeza. Finn me cogió levemente de la muñeca para acercarme a él. Al parecer tenía a un grupo de borrachos detrás que no avecinaban nada bueno. Un rato después Axel silvó para que se llevasen unas cervezas hasta el fondo del bar, y a continuación le sirvió la suya a Finn. Se acercó un poco a su amigo para decirle algo que no llegué a escuchar. Finn le respondió con un "fue al cine con Riven. Vive en nuestra calle". Al escuchar eso caí en que le había preguntado qué hacía allí. Me sentí un poco excluida. Axel me miró por unos segundos y siguió con su trabajo.

 A eso de las 2 de la madrugada, Axel era el único camarero en el bar, y nosotros los únicos en él.

- ¿Estás segura de que no quieres nada? - me preguntó. Negué con la cabeza y asintió. Tenía la boca seca, pero no quería causarle más trabajo.

La cerveza de Finn al final no había sido solo una cerveza. Estaba borracho y se tambaleaba. Axel le sentó en su bicicleta y él se subió detrás para pedalear. Se volvió a mirarme.

- ¿Sabes patinar? - dijo con el skate en la mano.

Me quedé callada. Eso le sirvió de respuesta, así que resopló y se bajó de la bicicleta mientras sujetaba a su amigo.

- Escucha, no sé quién eres, no sé qué quieres, así que no hagas nada raro, ¿vale? - me dijo bajito, mirándome a los ojos.

No entendí lo que quería decirme, pero antes de que me diese cuenta ya me estaba alzando en brazos para subirme encima suya en la bici. Me quedé sin aire. Estaba sentada a horcajadas encima de él mientras pedaleaba, mientras me sujetaba la cintura con un brazo. Me sentí protegida, y ni si quiera le conocía. Apoyé la cabeza en su hombro y esperé a llegar a casa.

El día que perdí su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora