Vi cómo se marchaba y sentí un nudo en la garganta lo suficientemente grande como para hacerme llorar. No lloré hasta que le vi irse patinando furioso. Un aullido de dolor salió de mí sorprendiéndome a mí misma. Axel realmente me importaba. Y le había dejado ir así como así.
Me molestaba que se pusiese furioso por hacer un amigo, la verdad es que sí me había parado a contemplarle, me parecía atractivo, pero no le miraba como miro a Axel ni mucho menos. A Axel le miraba diferente, hasta yo lo sabía, hasta su hermana lo había notado. No quería que me gustase porque dolía demasiado, dolía querer a alguien en general, por las discusiones, diferencias, problemas. Esto me estaba doliendo.
¿Quería a Axel? Se me encogió el estómago de miedo ante esa posibilidad, no podía quererle, no debía. Sentía un miedo justificado y un amor irracional, ya que sencillamente no tenía motivos para querer a Axel, no le conocía tanto. Todo había surgido tan rápido que me mareaba y desconcertaba, como cuando dabas muchas vueltas de pequeño y al parar te sentías perdido y no sabías en qué dirección mirabas. Ese efecto lo tenía él en mí, ese mareo, esa confusión. No me gustaba en lo absoluto.
Con los años y la experiencia había aprendido que en el amor no te podías abrir en canal hacia una persona, no podías entregarlo todo, porque te quedabas vacío y podía quedarse con todo lo que eras. No puedes lanzarte sin más, sin mirar el suelo debajo de ti, que sabes que en algún momento va a llegar a ti y vas a romperte en mil pedazos. En el primer amor siempre haces eso, lanzarte sin mirar, abrirte, darlo todo. No te importa nada porque la persona que amas es todo, pero es un error demasiado importante, aunque no se tenga en cuenta.
No podía entregarle mi corazón en un solo viaje porque sino yo me quedaría sin nada, acabaría vacía. Por eso se lo estaba intentando dar en pequeños trocitos, pequeñas partes de mí, ya lo estaba haciendo dejándole ver mis diferentes facetas, mis pensamientos, un trocito de mi pasado. Un trozo muy pequeño pero que para mí tenía muchísimo significado.
Di por hecho que estaría en el skatepark, pero no quise buscarle. Si se había ido era porque quería irse, quería estar solo. Pero tenía tantas ganas de seguirle.
Subí las escaleras con lágrimas recorriendo mis mejillas y me metí a la ducha. El agua caliente recorrió mi cuerpo, sus gotas me abrazaron cada centímetro de piel como deseaba que lo hiciese él, que acariciase mis poros y besase cada uno de ellos, causando mis temblores. Que sintiera cada parte de mí, a la vez que yo le sintiese a él.
Cuando salí tenía una llamada perdida suya de hacía diez minutos, estaba duchándome cuando me llamó, no había sido antes. Me metí a los mensajes y vi un par suyos, preguntándome cómo estoy, y el otro preguntando qué hacía. Decidí no responderle, no por rencor, sino porque no sabía qué responder, no estaba bien mentalmente para responder esos mensajes.
Bajé al salón y me puse a ver la televisión sin verla, ver las imágenes y oír los sonidos, pero no escuchaba, no analizaba. Estaba totalmente en blanco, sin pensar en nada, vacía, apagada.
Le había dado trocitos de mi corazón y los había convertido en una parte de él. Ahora yo echaba en falta esos trozos.
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El día que perdí su mirada
RomanceLa vida de nuestro molesto protagonista cambió del todo cuando una chica europea llegó a su pueblo. Toda ella son problemas, quebraderos de cabeza, y muchas, muchas miradas encontradas. Pero, ¿será capaz de soportar la carga de tenerla de su lado? B...