11. AXEL

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Después de abrazarla me sentí vacío. Hacía tanto que no abrazaba a alguien que no fuese mi hermana que lo sentí todo. Su cuerpo entero contra el mío. Y se sintió tan sumamente bien que me sentí mal. Me sentí mal por lo que le dije ayer, por haberla hecho enfadar. Estaba empezando a cogerla cariño, todavía no sabía si estaba bien o mal. No conocía a esta chica que me conducía a su casa, no sabía qué había sido de su padre, por qué estaba aquí. No sabía nada de ella. Pero igualmente quería estar cerca de ella, sentirla. Y cuando se separó de mí, quería que volviera a pegarse a mi.

Quería conocerla, necesitaba hacerlo, porque no sabía con quién me estaba encontrando.

Después de un rato andando, llegamos a su casa. Me dirigí a la cocina, pero me sorprendí al verla yendo escaleras arriba.

- Voy a cambiarme, ahora bajo - respondió a mi mirada interrogante.

Asentí y fui a la cocina a servirme un vaso de agua, después de andar estaba sediento. Sentí una vibración y vi en la pantalla el nombre de Finn.

- ¿Qué pasa? - dije al lado del móvil.

- Me preocupas - me soltó sin más -. A ti te gusta Isa.

- Ya te he dicho que no - dije poniendo el altavoz.

- Tío, la miras como si quisieras follartela. ¿Te la estás follando?

- Joder, no.

- Pero quieres.

- Finn.

- Vale, vale - dijo riéndose -, pero he visto como le miras. No hace falta que me digas lo que sientes o no, o si te sientes atraido o no, no tienes que admitir nada, hermano, pero respondeme esta pregunta. ¿Vas a arriesgarte?

Hubo un silencio en la línea algo tenso. Él no sabría a qué me refería. Y además, era Finn.

- Sí - dije seguro. Hacía tiempo que no me sentía tan seguro.

- Te gusta.

- Eres muy pesado - dije hastiado.

- Bueno, ya lo dejo - sentí que sonreía -. ¿Estás en su casa?

- Sí, empezamos una serie el otro día - dije intentando cambiar de tema.

- Ten cuidado.

- No me voy a la guerra, Finn.

- Más o menos sí vas a una guerra - dijo con humor. Puse mis ojos en blanco, aunque sabía que no podía verme.

- Te dejo.

- Vale.

Colgué y cuando me di la vuelta allí estaba. Me estaba mirando con una expresión indescifrable, y no supe cómo mirarla. Sentí mi cara arder de repente y me golpeé mentalmente al no poder controlar eso.

- ¿Desde cuándo llevas ahí? - murmuré.

- No importa - dijo sonriendo -. Vamos, hay que curarte las manos.

- Ya tienen costra.

- Pero las heridas están infectadas.

- Bella... - me acerqué para estar más cerca de ella y me mantuve a su altura - Estoy perfectamente, no hace falta que...

Una de sus pequeñas manos cubrió mi boca haciendo que callase. Deslizó la mano hacia mi mejilla, la acarició y sentí esa calidad que me daba siempre que me tocaba. Su piel era tan suave que entrecerré los ojos mientras le miraba. Era tan bonita, no hermosa, ni guapa, sino bonita. Trasladó su mano a la mia y cuando empezó a arrastrarme por su pasillo con determinación fue como si me despertasen en medio de un sueño del que no quería despertar.

El día que perdí su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora