17. FINN

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Alycia era lo más parecido a una hermana que había tenido jamás. Maia era mi hermana, sí, pero Ally era diferente.

Había empezado a llamarla así cuando teníamos ocho años, era un día de verano pero llovía, y estábamos en mi buhardilla, como de costumbre. Estábamos jugando a uno de mis juegos de mesa cuando se me ocurrió llamarle Ally. Cuando miré su preciosa cara, estaba iluminada, con los ojos brillantes, no me dijo nada sobre cómo la había llamado. Pero se reflejó en su cara, esa gratitud que sientes cuando ves que te integran en un grupo.

Desde entonces ella para mí era Ally, la hermana de mi mejor amigo, mi hermana. Íbamos creciendo y cada vez era más guapa, se parecían muchísimo a su padre, aquel que les había abandonado. Nuestras familias no eran tan diferentes, al fin y al cabo.

Cada vez era más guapa. Retuve ese pensamiento furtivo en mi cabeza, que tantas veces había pasado por la misma, sin siquiera darme un respiro. A los 14 aparecieron sus curvas, su pelo creció, causando ondas oscuras abandonando lo liso, lo monótono. A los 16 se convirtió de repente en alguien adulto, alguien a quien miras por la calle porque te llama la atención.

Ahora tenía 18 años y no paraba de pensar en lo mucho que había cambiado, y no había reparado en ello hasta ahora, porque ella es mi hermana. Nunca me había dado cuenta de lo bonita que es, de su mirada, de su sonrisa. Y joder, que imbécil era.

Pero no podía mirarla de otra forma porque estaba sollozando como una cría indefensa en mi pecho y volvía a ser mi hermana. Aunque nunca había dejado de serlo.

- Necesito que me cuentes qué te pasa - susurré.

Gimió y sonreí enternecido. Por mucho que su cuerpo cambiase, por mucho que madurase, ella seguía siendo la misma niña que buscaba mi apoyo.

- ¿Puedes quedarte conmigo hoy? - dijo bajito.

- Claro - le di un pequeño beso en la cabeza y me separé para mirarla.

Tenía los ojos rojos con sus largas pestañas húmedas por las lágrimas, sus mejillas sonrosadas, su nariz enrojecida. Incluso así era bonita. Todo en ella me gustaba, pensé, y lo estaba empezando a ver. No sé si era muy tarde para verlo, o si ni siquiera tendría que estar viéndolo. No lo sabía.

Me pasé una camiseta por la cabeza y me senté en el rincón con cojines, donde estudiábamos. Alguna vez nos habíamos dormido abrazados, sin darnos cuenta. Se sentía jodidamente bien despertarme a su lado, oler su pelo, ver cómo duerme. Ignoraba que eso fuese amor.

"Que te ayude tu novia" había dicho Maia. Me había incomodado, pero tampoco me había disgustado. En cambio Ally no tardó en decirle que no éramos nada. ¿Quería ser algo más suyo? Joder, con una tontería que había dicho mi hermana ya me estaba rayando. No tenía sentido.

Se sentó a mi lado y empezamos a estudiar historia, como siempre, codo con codo, literalmente. Rocé su piel y miré de reojo para ver que su piel se alteraba. ¿Sería por la fricción? No podía concentrarme. Mordió su labio, concentrada, y me sorprendió la idea que me atacó. Quería morderlo.

Quería morderle el labio y eso era nuevo además de confuso. ¿Por qué quería? Nunca había visto a esta chica que tenía al lado de esa forma tan... Obscena, por así llamarlo, aunque no era obsceno. Si lo hacía no pasaría nada, de pequeños nos habíamos dado algún beso furtivo, por la curiosidad de cómo sería. Los hermanos no se daban besos siendo pequeños, o al menos Axel y ella no se los daban.

Pero nosotros no éramos hermanos, joder. Éramos familia, no hermanos. 

Me sorprendí cogiendo su cara para que me mirase, para contemplarla. Sus brillantes ojos verdes me miraron con confusión. Era lo único que le diferenciaba de su hermano físicamente, sus ojos. Los de Ally eran claros y brillantes, y los de Axel eran oscuros y apagados, aunque últimamente brillaban. Sus mejillas se enrojecieron por la cercanía y miré sus labios un momento. Seguía queriendo morderlos.

Ella miró los míos y no pude aguantar más; rocé su piel con la mía y escuché como suspiraba, no sé si de alivio o de sorpresa. Pasé mi lengua por su labio inferior y la introducí en su boca, buscando la suya, y dejé de pensar. Me devolvió el beso de una forma tan tímida y suave pero a la vez tan pasional que me dejé llevar por ella, dejé que me hicese lo que quisiera. Le mordí el labio que tanto quería probar y gimió en respuesta, haciendo que me excitase. "Esto está mal", pensé. Pero no me importaba, solo me centré en ella. Levanté su cuerpo para sentarlo sobre el mío y se abrazó a mi, me besó con más insistencia, pidiendo más. 

- Ally, espera - me separé y miré sus pupilas dilatadas. Joder, era sexy.

- Perdón - dijo separándose. 

- No es culpa tuya - dije encorvándome. Me sentí frío sin su tacto.

Se quedó callada desde su posición en frente mía. Alcé la cabeza para observar a la chica avergonzada que tenía delante, y no la vi igual que antes. Me sentí mal. No solo por ella, sino por mí, por Axel, por la relación que teníamos.

En ese momento supe que un gesto tan pequeño puede destruirlo todo.

El día que perdí su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora