26. ISABELLA

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El camino hacia mi casa fue de lo más tranquilo y silencioso posible, cosa que me ponía nerviosa. Los silencios de Axel eran muy habituales, incluso me había llegado a acostumbrar. Pero esta vez era diferente. Esta vez era un silencio denso lleno de pensamientos no hablados. Y lo sabía por cómo fruncía el ceño el chico que me acompañaba a casa.

Cuando nos acercamos al porche y me dispuse a sacar las llaves, su mano se ciñó a mi antebrazo, frenando mi gesto. Me giré y miré sus ojos, unos adornados por un ceño aún fruncido. Creo que nunca me cansaría de ver esos ojos.

- Tenemos que hablar.

- ¿De qué? - seguía algo molesta por su egocentrismo, pero tampoco iba a dejarle con la palabra en la boca.

- Vlady no es buen tío, Bella - dijo con su semblante serio.

Alcé las cejas con escepticismo. ¿Estaba hablando en serio? Primero se comportaba como un verdadero imbécil y ahora se ponía celoso. No me importaría en otra situación, pero este tipo de cosas a veces me superaban.

Sentí un escalofrío por la temperatura de la noche cerrada y me abracé los brazos inconscientemente.

- Será mejor que lo hablemos dentro - sugirió empezando a andar.

Dejé escapar un "está bien" con un suspiro y fui detrás de él, agotada. Parecía más su casa que mi casa, y me hacía gracia a la vez que me molestaba. No sabía en qué puto momento había sucedido así todo.

Empecé a buscar las llaves entre los bolsillos del pantalón, pero no las notaba. Busqué mil veces y al final caí en que estaban dentro de mi casa en vez de estar conmigo. Me estremecí de nuevo por el frío y por la angustia de haberme dejado las llaves. Alcé la vista y me encontré con unos ojos verdes mirándome interrogantes.

- Te las has dejado dentro, ¿verdad? - su tono cansado me estresó aún más.

- ¿Tú qué crees, Axel?

- Tal vez estabas dramatizando la escena para evitar hablar conmigo.

Alcé una ceja en su dirección y esbozó una media sonrisa de las que tanto me gustaban. Alargó su brazo hasta mi cara y se acercó más a mí haciendo que mis constantes se alteraran y acelerasen por su cercanía. Su olor inundó mis fosas nasales como tantas veces lo había hecho mientras su pulgar se deslizaba por mi pómulo izquierdo. Permaneció así un rato, mirándome a los ojos con la cara en una expresión neutra. Su movimiento perezoso sobre mi cara era constante.

- No quiero que te haga daño - susurró, más para él que para mí.

- ¿Por qué iba a hacerlo? - pregunté con curiosidad.

- Porque no es buena persona, Bella - se acercó más para no tener que subir el tono de voz -. No le conozco, pero sé que sus intenciones no son buenas contigo.

- Tal vez eso es lo que tú quieres ver - tanteé.

- ¿Piensas que lo estoy manipulando todo por celos? - frunció el ceño, empezando a molestarse.

- A lo mejor no estás siendo consciente...

- Lo soy - me interrumpió -. Y no soy tan cabrón como para decirte todo esto por celos. Sabes que no tengo ninguna necesidad.

Me quedé callada observando sus facciones y el pensamiento de querer besarle me asaltó sin previo aviso. Hace un tiempo hubiesen saltado todas las alarmas en mi interior, pero esta vez no lo hicieron. Eso me preocupó más. Pensé que tal vez sería porque estaba más que acostumbrada a besarle por cualquier pequeñez, simplemente por el hecho de estar solos. Aunque nunca le había besado yo, era él siempre el que daba el paso. Ese pensamiento se quedó en el centro de mi mente mientras mis ojos se iban deslizando desde sus ojos hasta su nariz, y de su nariz a su boca.

El día que perdí su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora