Capítulo Duodécimo

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-¿Qué has estado haciendo? –se interesó Peyton.

-No mucho. Ya me conoces. Por cierto, si me permitís un momento, estaré en el baño –salí corriendo escaleras arriba, sentía los latidos de mi corazón en la garganta. No tengo ni idea sobre cómo salir de esta.

-¿Harry? –susurré -¿Harry? –abrí el armario –Te pillé. ¿Harry? –me atreví a mirar bajo la cama.

Nada, me había recorrido toda la planta alta buscándole. Solo me queda un sitio en el que mirar, pero no creo que se atreva. ¡La terraza! Miré hacia la derecha, y acto seguido, a la izquierda. Estaba a punto de volver al pasillo que conectaba la terraza junto con el baño y las habitaciones de la planta de arriba. Alguien me asustó.

-¿Me buscabas? –dijo Harry con las manos cruzadas por la espalda.

-No, es solo que voy a sacar al perro, en la terraza –añadí irónicamente

-¿No se te ocurría nada mejor? –rió, pero yo ignoré la pregunta.

-A ver cómo te las arreglas para salir de aquí sin que mi hermana te vea –se sentó en una de las sillas color verde que había en ese pequeño espacio descubierto.

-Salta –le animé

-Mejor esperaré –miró a su alrededor y se tumbó cruzando las manos por detrás de la cabeza.

-¿Esperar? A qué. No sé cuándo volverá a salir. Es más, Josh vendrá dentro de un par de horas.

-Dile que he venido a pedirte sal.

-Claro, por la terraza –vacilé

-Pues pídele ayuda a tu amiga.

-¿Sara? No, no. Ella no puede saber que estás aquí. ¿Sabes? Te diría un disparate si supiera decir esas palabras en inglés.

-¿Es que no te ha agradado mi visita? –bajó las manos.

-Por supuesto –hice una pausa –que no.

-A ver, no te entiendo. ¿No se supone que soy tu "ídolo"?

-¿Qué? No, no es por ti. Es por… bueno puede que sea por ti.

-Y, ¿Cuál es el problema? ¿Cuántos mensajes más me tienes que ignorar? ¿Cuántas locuras más tengo que hacer como estas para que te des cuenta de que me importas?

-Ninguna. No tienes que hacer nada por mí. No me escribas, no te… no te arriesgues por mi.

-Molly, ¿con quién hablas? –dijo Sara asomando la cabeza por la cristalera. Oh, no. Oh, no. Esto no puede ser real. Ha-Harry. Dios mío. Dios mío. –dijo hiperventilando

-Sara, no vayas a gritar. Luego te explico todo. Necesito que me ayudes. Harry tiene que salir de aquí y Peyton no puede verle.

-Que aproveche ahora –se abanicó con la mano – No me lo puedo creer.

-¿Qué aproveche ahora? –pregunté extrañada

-Sí. Tu hermana está poniendo la colada, puedo distraerla si quieres.

-Sí. Sí. ¡Oh Dios mío, Sara, eres la mejor! Te debo una.

-No me debes nada –puso ojitos a Harry.

-Anda, vete, distrae a Peyton. Escríbeme mientras lo estés haciendo –la empujé hacia la salida.

-Pues, enhorabuena, ya lo has conseguido. Ahora, antes de irme, me puedes dar al menos una razón.

-Nunca doy razones.

-¿Tienes miedo? –le miré –Oh, sí tiene miedo, tiene miedo –se burló.

-¿Miedo de qué?

-De enamorarte de mí –solté una falsa carcajada y me tapé la boca preocupada de que cualquier vecino pudiera haberla oído. ¿Ah, no? Entonces qué es lo que tienes conmigo. En casa de mi primo casi nos besamos.

-Me besas –le corregí.

-Tampoco te apartaste –me quedé muda, no sabía que responder.

-Corre, vete –le empujé hacia la puerta.

Íbamos por el pasillo y Harry frenó en seco.

-¿Qué pasaría si yo gritara ahora?

-Que te echaría a rodar escaleras abajo –dije sonriente.

-A ver... ¡Socorro! –comenzó a gritar. Rápidamente puse mi mano en su boca, necesitaba parar los gritos de alguna forma.

-Ya entiendo. ¿Para eso querías gritar? –reí –No, lo siento. Te quedas sin el beso y, anda tira para delante, rápido.

-Si, pero en un futuro. Sara. ¿Por qué me preguntas eso? –dijo Peyton metiendo las sábanas en la lavadora.

-No es más que curiosidad. Quiero decir… si eso, curiosidad. Me encanta la pareja que hacéis y bueno… Molly me dijo que haría de buena cuidadora del bebé.

-Nah –hizo una mueca –ese es uno de los motivos por el cual no pienso tener un bebé, al menos por ahora –ambas rieron.

-Y, ¿cómo es que Letizia ha accedido a dejarnos aquí?

-Oye, ¿Cómo sabías donde vivía?

-Si te lo digo no tiene gracia.

-Te podría denunciar por acoso.

-Bah, no tienes pruebas –se despreocupó

-Aún tengo tu saliva en mi mano –froté la mano en mi pantalón

-Espera –me cogió de la mano –no te vayas. Te quiero decir algo.

-Rapidito –exigí

-Veras… Me he divertido bastante hoy…

-Qué pena que hayas sido el único –le mire a los ojos

-Venga Molly. Quedemos otro día. ¿Qué te parece mañana? ¿Es muy precipitado?

-No te cansas, ¿verdad? –dejamos una pausa y me di la vuelta.

-El miércoles nos vamos a Italia. Espero verte antes de ese día.

-Exacto. Eso es lo que me pasa. No suelo confiar mucho en la gente. Evito así que me traicionen. Pero, ¿para qué salir contigo? ¿para que hablarte? Dentro de cuatro días te olvidarás de mi. Tu estarás viajando, conociendo a chicas nuevas… y yo aquí, llorando por ti. Es mejor que no nos volvamos a ver.

-Molly, esta vez es diferente.

-No, no lo es. Solo es con una persona diferente.

-No me puedes pedir que abandone una de las mejores partes de mi vida. Sé que es complicado, pero nada es imposible si no se intenta.

-Yo no te pido que renuncies por mí, por eso prefiero que estemos separados. Te quiero, y te prometo que me encanta bromear y hablar contigo. Pero, entiéndeme. Tal vez si vuelves antes de que el verano acabe podemos quedar para dialogar y darnos consejos.

-Piénsatelo, ¿vale? –me besó en la mejilla. Te espero mañana en el café de enfrente de mi hotel. A las cinco y veinte. Espero verte. Si no vienes tendré claro que no quieres saber nada mí.

-¿Por qué te molestas?

-Porque me importas.

My Perfect Dream (Pt. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora