Capítulo Vigésimo

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-¿Vienes, o te vas a quedar ahí sentada como un pasmarote? –preguntó Harry mientras se giraba desde las escaleras.

-No sé, yo… -él me tendió su mando

-Oh, vamos. No voy a comerte. Puedes dormir en la habitación de Louis.

Ambos oímos como un trueno emitió un gran estruendo.

-O en la mía si tienes miedo –rió

-Descuida, no tengo miedo. Son solo truenos

-Como quieras –comenzó a subir las escaleras y fue elevando el tono cada vez más, ya que desde la planta de arriba no se escuchaba muy bien lo de la de abajo. –Si quieres dormir sola en un habitación que no conoces, en un ciudad que apenas has visto…

-No lo vas a conseguir –me burlé desde el piso de abajo.

-Esta es la habitación, ya sabes que si necesitas algo me lo puedes pedir –sonrió y me dio un beso en la frente. –Voy a ver una película, si quieres ven y la vemos juntos.

Justo el instante en que el chico salió de la habitación lujosamente adornada, mi móvil sonó. Supongo que espera recibir una llamada de mis padres, pero esta vez fue de alguien diferente.

-Hombre, al fin me coges el móvil. No sabía lo solicitada que podías estar en Londres –dijo una voz de chico

-¿Sergi? ¡Dios mío! Siento mucho no haber hablado contigo durante todos estos días –me senté en la cama y me crucé de piernas. -¡Que alegría me da oírte!

-Ya, bueno, sí –se detuvo –He estado hablando con Sara hace unos minutos, me ha dicho que os va genial y que estáis haciendo muchísimas cosas chulas. ¡Qué envidia! –reí

-Sí, la verdad es que no me puedo quejar.

De pronto, Harry se quedó justo delante de la puerta de mi habitación y me hizo varías señas a través de las cuales me preguntaba con quién hablaba.

-Verás a lo que voy es… ¿Por qué aparece una foto tuya en twitter con Harry? –se aclaró la garganta –Sé que soñabas con crear un rumor de este tipo, pero debes acabar con todo esto antes de que se te vaya de las manos.

-No puedo

-Claro que puedes, Molly.

-No me entiendes, Sergi –me entristecí

-A no ser que… bah, eso es imposible.

-Piensa lo que quieras.

-Pero bueno, ¿Cómo es posible? –emitió un grito desesperado

-¿Te importa que te lo cuente en otro momento?

-La verdad es que si me importa, y demasiado, pero si no hay otro remedio… Por cierto, tu madre está en mi casa.

-¿Le pasa algo? –soné bastante preocupada.

-Por lo visto le ha ocurrido algo con tu padre, es todo lo que he podido oír. Algo les ha pasado.

-¡Qué raro! Dijo que iban a comer juntos –Harry se sentó también en la cama, justo a mi lado y me puso la mano en la pierna contraria a su brazo, me miró a los ojos. –Sergi, te tengo que dejar, no puedo hablar en este momento. Intenta enterarte de todo lo posible. Nos vemos, te quiero –colgué y me levanté bruscamente.

-¿Le pones los cuernos a tu novio conmigo? –acto seguido, Harry se levantó y puso su mano en mi espalda.

-Uno. No tengo novio. Y dos. Entre tú y yo no hay nada.

-Bueno, si tú lo dices… aunque hace un momento no pensabas lo mismo –se dirigió hacia su habitación con una sonrisa traviesa. Yo solo me limité a seguirle.

-Bienvenida a mi dormitorio.

Todo estaba oscuro, bueno, menos una pantalla desde la que se proyectaba una película.

-¿Estás de coña? –aluciné -¡Que bien huele! –miré a mi alrededor y vi que al apartarse Harry quedaba una vela encendida. Me acerqué y comencé a olerla. -¡Umm! Vainilla, mi favorita.

-¿Puedo decirte algo? –me preguntó el joven –A partir de ahora me encantan los día lluviosos.

-Oh, vamos, venga ya. ¿Estás en serio? Eres todo un romántico –esperé unos segundos antes de hablar.

-¿Cuándo nos volvemos a ver?

-Cuando vengas de Italia. Tú lo dijiste, son solo tres días.

-No me refiero a eso. Quería decir cuando vuelvas a España.

-Ah bueno –me sonrojé –No creo que muchas veces. Tal vez cuando nos volvamos a ver ya ambos estemos casados y con hijos.

-¿Quieres venirte con nosotros a la gira del próximo mes? Estaremos en Alemania, Australia... -soltó de sopetón

-¿En serio crees que para entonces seguiremos hablándonos?

-No voy a parar hasta que seamos algo más que amigos, y conociéndote deduzco que eso nos llevará mucho más que un mes -abos reímos y nos miramos fijamente.

-¿Cómo sabes que no te vas a dar por vencido?

-Porque no lo hago con aquellos que quiero de verdad–sonreí.

-Y, ¿qué dentro de unos meses nos seguiremos acordando el uno del otro?

-Es simple. Tú eres todo lo que necesito para olvidar y yo soy todo lo que necesitas recordar.

-Y ahora es cuando dices que me vas a dedicar una canción. ¿Lo he adivinado?

-No. Eres especial, prefiero dedicarte mi tiempo a una canción.

-Ves, lo que te decía, eres todo un romántico.

-Bueno, si quieres dejo de serlo.

-Yo no te he dicho que pares.

My Perfect Dream (Pt. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora