22. La gran despedida de los gemelos Weasley.

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Layla estaba pasando el recreo con Fred y George, escuchando atentamente sus planes para abandonar el colegio. Ahora que los habían suspendido del equipo de Quidditch, realmente no tenían mucho a que quedarse.

—Y pues ahora... —empezó George. 

—...que no está Dumbledore... —siguió Fred. 

—...creemos que un poco de caos... —continuó George. 

—...es precisamente lo que necesita nuestra querida Umbridge —concluyó Fred.

—Entonces, lo harán —asintió—, me abandonarán —dijo con falsa indignación.

—Anímate, Looney Layla —le dijo Fred—. Nos visitarás cuando quieras y te haremos un descuento.

Layla rió. —Estoy jugando chicos. No se los había dicho, pero... —sonrió—, estoy muy orgullosa de ustedes.

—¡Ay! Ya vamos a empezar con sentimentalismos...

—No lo arruines, George, —Fred le pegó en la cabeza. —nunca nos dice cosas lindas. 

—Auch. Bueno... tienes razón.

Layla volvió a reír. —¿Y que opinan Lee y Angelina?

—Lee está algo triste —dijo George, un poco desanimado.

—Angelina y yo mantendremos nuestra relación a distancia —contestó Fred.

Layla sonrió, jamás creyó ver a Fred enamorado, era uno de sus conceptos favoritos porque de pronto se ponía cursi, y cuando se daba cuenta le era muy vergonzoso. 

No podría decidir entre ambos, por supuesto, pero sin duda, pensaba que Fred era una gran persona, tenía tiempo para su hermano, para su amiga, para su novia y para hacer bromas.

—¿Cuándo lo harán? —preguntó.

—Hoy mismo —respondió Fred—. Esperaremos al almuerzo para ello.

 —¿Para que? —un chico corpulento con uniforme de Slytherin se plantó frente a ellos—. ¿Qué están tramando, idiotas? 

 —No es de tu interés, Montague  —respondió George.

—¿Creen que no los conozco? —intercaló su mirada entre los tres. —Los gemelos Weasley y la chica que no les dio la pelota a ninguno...

—¡JA! ¡No hablarás en serio! —se rió George.

—¡Si a ti te gustaba! —se burló Fred. 

Layla los miró. —¿De que hablan? —preguntó, luego miró al chico—. ¿Quién eres tú?

Fred pasó su brazo por los hombros de Layla. —Layla, te presento a Graham Montague —lo señaló con la mano—. Le gustabas en cuarto año, de hecho, intentó invitarte al baile de navidad.

Montague se puso colorado. —No es verdad...

—¡Claro que sí! —dijo George. —Pero desistió porque cuando intentó acercarse lo apartaste de un empujón. No una, ¡dos veces! —ambos gemelos se rieron.

Your Champion, Babe| Cedric DiggoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora