Sabiendo que Layla estaba segura bajo el encantamiento del Guardián de los Secretos que le pertenecía a Dumbledore, nadie se preocupó demasiado por su seguridad. Aún así, Remus y Tonks la visitaban con bastante frecuencia pero en diferentes días, como si no quisieran encontrarse. Y Mundungus Fletcher llegaba a veces a pedirle asilo, ella no se lo negó, el hombre solo llegaba a dormir y se marchaba al día siguiente.
Casi dos semanas había pasado en la soledad de Grimmauld Place, y hasta ese momento parecían eternas. A veces recorría la casa imaginando como sería todo si su padre estuviese ahí, como un hombre libre, quizá podrían salir al callejón Diagon por un helado de Florean Fortescue o salir a caminar burlándose de los muggles que pasaban por la plaza.
Resignada, con los ojos secos después de haber llorado por trece días seguidos, se hizo una taza de té, notando que faltaban bastantes vasijas con el emblema de los Black, y subió a su habitación. Se cubrió la espalda sentó en el suelo junto a la ventana de su solitaria habitación y contempló la lluvia chocar contra el cristal.
Aunque era verano, hacía un poco de frío y se veía niebla por todas partes. Tonks le había explicado la razón del clima, lo que escuchó en el ministerio: los dementores abandonaron Azkaban y se pasaron al bando de Voldemort, ahora estaban reproduciéndose y eso causaba la paseada neblina. El ambiente allá afuera describía exactamente como se sentía ella por dentro.
Sentía un vacío enorme en el estómago. Y ningún pensamiento dentro de su mente era estable a excepción del que tenía escrito su nombre. Pensaba que si él estuviese con ella, podría hacer un poco más llevadero su dolor, siempre había sido tan seguro que él estaría ahí para abrazarla que se había acostumbrado a su presencia y a la sensación de calidez que le proporcionaban siempre sus brazos.
Ahora solo pensaba en la vez que la miró a los ojos y le dijo que la amaba, ¿acaso estaba mintiendo? ¿qué había pasado? Un segundo todo estaba perfecto, y al otro todo se estaba derrumbando.
No pudo evitar pensar que la culpa también era de ella en gran parte. Fue ella quien se aisló de todos, incluyéndolo a él. Quizá se desesperó, a la gente no le gusta que le hagan esperar y eso fue lo que ella hizo. Quizá ella estaba comenzando a ser una carga para él y por eso citó a Cho donde la había citado a ella, para poder librarse de Layla.
Cuando él dijo "por siempre", no hablaba en serio, de eso no lo quedaba duda.
Dejó la taza y se tumbó en el suelo, cerró los ojos y por su mente pasaron los momentos más lindos que con él había vivido.
Una risita salió inconscientemente de sus labios cuando recordó la manera en la que le gritó cuando lo conoció. Él siempre fue muy dulce con ella, como la vez que la invitó a quedarse con él en los mundiales de Quidditch sabiendo que no quería volver con los Malfoy, recordó como se quedaron hasta muy tarde paseando por el bosque y la sensación que le provocó tenerlo tan cerca por primera vez.
Un nudo atravesó su garganta cuando recordó el instante en el que pensó que había muerto, recordó ver el jersey de Hufflepuff debajo de ella cuando abrió los ojos y la sensación que recorrió su cuerpo cuando pensó que lo había perdido.
Y un instante más tarde, recordó la manera en la que había terminado todo, con él y Cho besándose frente a ella. La acalorada discusión del Gran Comedor y la rabia que sintió al verlo.
Y de pronto, sintió como si el suelo se abriera y le permitiera ir cayendo de espaldas, todo le dio vueltas, sintió sus piernas dormidas y finalmente, dejó de sentirlas, y de sentir todo su cuerpo.
Abrió los ojos, estaba en una habitación que no conocía, trató de mirarse los brazos para corroborar que fuera real y no un sueño, pero se llevó la sorpresa de que no tenía, era como si estuviera ahí, pero sin estar ahí.
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Your Champion, Babe| Cedric Diggory
FanfictionLayla nunca brilló. Luego de todo lo que sucedió. Layla quedó huérfana a los dos años. Layla perdió a su abuela cuando tenía seis. Layla soportó humillaciones y malos tratos por parte de la familia Black/Malfoy. Y nunca pudo brillar. Hasta que llegó...