Luciano apaga el motor del auto una vez aparca frente al edificio.
Le escucho suspirar por enésima vez:
—Sé que no eres una niña —decide romper el tenso silencio—. Lo supe en el momento en que pusiste un pie en la oficina de la comisaría de Bianco. Solo... —hace una mueca contrariado—, me cuesta aceptarlo.
—Te equivocas, Luciano —percibo el enfado en mi voz—. Dejé de ser una niña mucho antes. Mi niñez terminó el día en que perdí a mi familia y caí en manos del Sabueso. Pero tú nunca fuiste capaz de verlo. Por contradictorio que parezca, cada vez que me miras te pones una venda en los ojos.
Él contrae la mandíbula en respuesta y no pronuncia ni una sola palabra, solo clava la vista en mí, como si comprendiera perfectamente mis palabras. Es en ese instante donde me siento enrojecer de la furia.
»O quizá... has fingido y esta es otra se tus estrategias planeadas —añado enfadada—. ¿Qué soy yo para ti, Luciano?
No responde, simplemente se queda ahí con su expresión de Rey del Hielo y yo me harto.
Me bajo del coche tirando la puerta con enfado. Puedo escuchar cómo me llama, pero estoy demasiado cabreada. Siempre he sido tan obvia y él solo se ha hecho el tonto al respecto.
En un gesto brusco me toma por el brazo y me atrae hacia él.
—¡Te estoy hablando! —Sisea enojado.
—¿Ahora quieres hablar? ¡Pues yo ya estoy harta de esperar! —Replico en el mismo tono, intentando deshacerme de su fuerte agarre—. ¡Y estoy harta de ti! ¡Suéltame, Luciano! —Mi orden indica algún tipo de amenaza—. Antes de que haga algo de lo que pueda arrepentirme.
—¿Y qué vas a hacer? —Acerca su rostro al mío con cada palabra, retándome—. ¿Dispararme?
—Hay cosas peores que la muerte —advierto—. No me tientes, Luciano.
—¡Me importa una mierda! No te voy a soltar hasta que me digas a qué te referías en el coche. No me desafíes, Catarina, porque no me conoces.
—Te equivocas —objeto mientras río con amargura—. Te conozco perfectamente. Me atrevería a decir que mejor que nadie. Eres tú quien no ha aprendido a conocerme a mí —imito su actitud, quedando solo a unos milímetros de distancia de su cara—. ¡Qué me sueltes te digo!
—¡Y una mierda! —Aprieta el agarre sobre mi brazo—. Quiero un respuesta.
—¡¿Quieres una respuesta?! —Exploto finalmente—. Aquí está tu respuesta.
Me lanzo a su boca en cuestión de segundos, tomándonos a ambos por sorpresa. Siento sus labios suaves mezclarse con los míos. En un principio es un beso duro, pasional, como si ambos utilizáramos nuestra boca para desquitarnos la rabia hacia el oltro. Después... poco a poco se va transformando a uno más lento, delicado, dulce...
Abro mi boca un poco más, dando paso a su lengua que me acaricia sin piedad. Introduzco la mía en un intento de tomar el mando de la situación. Ambos luchamos por dominar al otro sin conseguirlo del todo.
He besado a otros hombres antes, pero ninguno ha sido como Luciano. Esa sensación del fuego abrasándome, el deseo arrollador, desatando la más primitiva necesidad de tenerle, de ser poseída... Solo él es capaz de despertar ese tipo de sentimientos en mí
No tengo idea de cuánto tiempo transcurre cuando vuelvo a mis sentidos.
<<¡Dios! Realmente le estoy besando.>>
Nos separamos lentamente debido a la falta de aire. Ambos respiramos agitadamente mientras fijamos la vista en el otro sin dejar se retarnos.
Cuando logramos recomponernos, Luciano adopta una expresión indescifrable, haciéndome volver a la realidad. Por un momento creí encontrar un atisbo de deseo en sus ojos.
Me separo bruscamente.
—Siempre pensé que eras el hombre más inteligente que había conocido —consigo encontrar mi voz—. Ahora solo pienso que eres el más idiota.
No le permito replicar. Me marcho casi corriendo hacia el ascensor. Aunque, pensándolo bien, me decido por las escaleras. No quiero volver a verle en estos momentos. Además, quizá un poco de ejercicio aclare mis pensamientos.
13 de marzo de 2018
—Bruno estará aquí con Alda en media hora —anuncia Enzo, recostándose a mi lado en la cama.
Es ya de madrugada. Los demás se encuentran en casa, excepto Bruno que viene llegando con su novia. Al salir de la fiesta cada uno tomó una ruta diferente para llegar al edificio. Este es el lugar más seguro.
Desafotunadamente Loretta y Luigi fueron los únicos enemigos que perecieron en la explosión. El resto logró escapar. Ahora debemos estar más alertas que nunca. Aunque mi tío garantiza que nuestros enemigos no nos atacarán. Él sigue controlando la ciudad y tanto Massimo Costello como Biagio Ferrara le necesitan. Sin embargo, conozco perfectamente las jugadas de la mafia: ojo por ojo. Tal vez no vengan por la puerta principal, pero definitivamente tomarán represalias.
—Bien —agradezco la información de Enzo. Eso me tranquiliza.
No he podido pensar o hacer planes. Luciano y el beso no salen de mi cabeza.
—Debemos estar preparados para cualquier ataque —mi hermano intenta amenizar la plática.
—De acuerdo —solo contesto con monosílabos o frases pequeñas..
—Estuviste fantástica en la operación —continúa—. Nos sorprendiste a todos. Tienes que enseñarme tus movimientos —Asiento en respuesta y le escucho resoplar—. Muy bien. Suéltalo —se inclina en la cama y se coloca frente a mí.
—¿Qué? —Pregunto con actitud inocente.
—No me mires así —deja su dedo índice suspendido en el aire a modo de advertencia—. Desde que llegaste tienes la cabeza en otro lado. Es evidente que algo o alguien —recalca— ocupa tu mente. Así que suéltalo.
Vuelvo a suspirar. Creo que mis sentimientos por el comisario D'Cavalcante no son secretos para nadie. De verdad me siento tonta por haber pensado lo contrario durante todos estos años.
—Lo besé —suelto en un momento de sinceridad. Necesito hablar con alguien y Bianca no está disponible en estos momentos.
—¿Luciano? —Su pregunta suena como una casi afirmación—- ¿Y cómo reaccionó?
—No me quedé para averiguarlo.
Enzo se dispone a contestar, pero el sonido de su móvil lo impide. Por su expresión, no parecen ser buenas noticias.
—¿Qué sucede? —Pregunto al verle levantarse para salir de la habitación—. ¿Enzo, qué ocurre?
—Problemas —anuncia antes de abrir la puerta.
Lo sigo por el pasillo hasta la sala. Me paralizo en cuanto identifico la figura de Bruno. Está hecho un desastre y viene solo. Quiero preguntar qué ha pasado, pero su expresión lo dice todo. Por un momento nos miramos hasta que corre a mis brazos.
—La he perdido, Rina —confirma mis sospechas entre sollozos—. Se la han llevado
Observo a mi alrededor y veo que todos los Varone se han reunido en el salón.
—¿Cómo? —Indago.
—Les interceptaron en la carretera —responde tío Alex—. Sabían su ruta. Tenemos un topo dentro.
—Se entregó para salvarme —expresa mi primo. La tristeza ha desaparecido para dar paso a la furia—. Se la han llevado.
Tiro rápidamente de él colocando mis manos en su rostro:
—¡Mírame, Bruno! No le harán daño —aseguro con toda certeza—. Es su garantía. La encontraremos.
—No ha acabado aún, hijo —interviene su padre—. El juego no ha terminado.
Puede darlo por hecho. Esto apenas comienza.
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Pasión y Poder
Storie d'amoreCatarina es rescatada por Luciano de las manos de un traficante, a sus catorce años de edad. Desde ese momento, sus vidas se unen para siempre. Ella se enamora al instante. Él promete mantenerla a salvo. Sin embargo, ninguno de los dos tiene idea de...