12.Hora de la función

284 47 34
                                    

11 de marzo de 2018

Para ser un domingo el día está resultando ser bastante ajetreado. Mañana se dará a conocer el resultado de las elecciones. Todos se encuentran ultimando los detalles para la fiesta del yate.

—Recuérdame otra vez por qué vas.

—Porque me da la gana —respondo mosqueada.

Mis primos aún se muestran reticentes ante mi decisión de asistir a la recepción. Me costó convencer a la familia, pero lo logré. Con Luciano la historia es totalmente diferente. Ha decidido hacer voto de silencio en mi presencia.

—Estaré bien, Enzo —reitero—. Sé cuidarme.

—Lo sé. He sido testigo de eso, ¿recuerdas? —Quisiera no hacerlo. La noche que Carlo murió fue de las peores de mi vida—. Tienes que decirme quién y dónde aprendiste a hacerlo.

—Si te dijese... —advierto—, tendría que matarte.

Mi intento de broma logra su cometido, puesto que ambos reímos.

—Tu puntería es perfecta. Me encantaría verte competir junto a Luciano y Bruno. Aunque cada uno tenéis vuestro estilo.

—Quizá algún día lo haga —accedo—. Te guardaré un asiento en primera fila. ¿Tu mamá está en casa?

Él asiente confundido. El cambio de tema le ha tomado por sorpresa:

—Sí, en su habitación. Estos días ha estado distante..., ausente.

Suspiro apesadumbrada. Me pregunto qué sería de nosotros si el pasado se hubiera dado de forma diferente.

—Todos lo hemos estado —agrego pasado unos minutos—. Tranquilo, ya nos repondremos y los culpables arderán en el infierno en unas horas. Voy a verla —beso su mejilla—. Descansa, Enzo. Mañana será un largo día.

—No creo que alguno de nosotros pueda dormir esta noche. Excepto por Loretta, por supuesto. La maldita no tiene idea de lo que se le viene encima.

—En eso tienes toda la razón —coincido—. Pero al menos inténtalo, ¿vale?

—Vale. Lo haré.

Le doy las buenas noches y me dirijo hacia la habitación de Beatrice.

— ¿Puedo pasar? —Pregunto en la puerta.

—¡Rina! Por supuesto —contesta—. Te hacía descansando.

—No podía irme a la cama sin verte. He demorado esta conversación demasiado tiempo —ella me mira confundida sin entender mis palabras—. Debí hacerlo antes, pero no me sentía lista.

—¿De qué hablas? —Inquiere.

Demoro unos minutos en poder emitir algún sonido. Suspiro por enésima vez y tomo sus manos.

—Mi papá te dejó un mensaje —confieso finalmente—. Más bien, una petición —La expresión de angustia atraviesa su rostro. Se ha dado cuenta. Sabe perfectamente a qué me refiero—. Me pidió... que te pidiera perdón, que... por favor no le guardases rencor.

Una lágrima asoma su mejilla y yo sin dudar la abrazo fuertemente.

—No podría —dice con la voz entrecortada.

Ocultar algo así como lo que mi padre me confesó no debió ser fácil para ella, para ninguno de los dos.

Me separo de su abrazo y sonrío.

—Te lo agradezco. A pesar de todo fue un excelente padre.

Asiente de acuerdo con mi afirmación.

—¿Él... te contó? —Pregunta ya más recuperada.

Pasión y PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora