Capítulo 8

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El día escolar por fin estaba llegando a su fin. Había aguantado todas las siguientes horas después de nuestro pequeño desliz. Le echaba miradas furtivas en clase, rezando para que no se enterara. No sé qué pensaría de mí si descubriese que le estoy mirando durante todas las clases. Pero juraría que de vez en cuando él también miraba.

Le observaba con su cabeza gacha, mirando atento a su libro. Sus labios algo abiertos y de vez en cuando susurrando algo para sí. Su pierna moviéndose constantemente. Sus ojos soñadores. ¿Soñando en qué? En alguna parte de mi alma deseaba que soñase en el mismo que yo: en lo que había pasado entre nosotros esa misma mañana. O más bien, en lo que casi había pasado.

Cuando terminaron todas las clases y me dirigí a mi taquilla, saqué mi skate y llené la mochila con un par de libros, los cuáles, probablemente, no usaría. Era jueves y tenía que ir a trabajar a la tienda, al lado del parque. Me subí encima del skate y viré un par de calles hasta llegar a mi casa, sin tan siquiera esperar a Mike. Entré en casa y deje el skate en un pequeño gancho en la pared junto a la puerta principal. Me quite las botas y las dejé tiradas junto a la puerta. Fui a la cocina y saqué un par de huevos, leche y espárragos. Batí los huevos y les eché leche. Puse la masa en la sartén y esperé a que se hiciera. Luego añadí unos espárragos y saqué una Coca Cola de la nevera. Me senté tras la barra de la cocina y empecé a comer.

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Terminé rápido. Tenía que ir a trabajar. Cogí de nuevo mi skate y bajé la calle hasta llegar a una zona llena de tiendas y muy concurrida. Donde trabajaba era un edificio muy raro: era una tienda dividida en dos más pequeñas. Y yo trabajaba en las dos. Por una parte era una librería, donde normalmente me encontraba yo. Y por la otra era una tienda de misterio. Es decir: magia. Allí vendía variedad de cosas, desde libros de vudú hasta velas aromáticas. Normalmente, las tardes de los jueves eran relajadas y hasta una hora después de mi llegada no entró nadie.

Había entrado en la librería. Yo estaba sentada en una silla, junto al mostrador, con la cabeza agachada delante de mi cámara viendo algunas fotos. Tenía un libro a mi lado para en caso de aburrimiento. Levanté la vista. El chico tenía el pelo negro, el cual se le rizaba en la nuca. Tenía las manos suaves y duras y aquellos ojos....Era Jace.

-Hola -me dijo- no sabía que trabajaras aquí.

-No habías preguntado. En fin, ¿puedo ayudarte?

Puse una cara de vieja bibliotecaria y Jace se rió con su pequeña risa.

-¿Tienes el libro que nos han mandado para literatura?

-Claro.

Me acerqué a una estantería y saqué un libro con una portada de pasta dura y de color negro. Unas letras grabadas citaban: Historia de dos ciudades.

-Aquí tienes.

-Gracias -me dijo entregándome un billete.

Entonces nos quedamos parados. Yo mirando sus iris, azules como un mar en calma. Resistía la tentación de coger la cámara y sacarles una foto. Nunca había visto otro igual. Pero ahora, fijándome bien, podía distinguir un pequeño anillo gris rodeando la pupila. Es entonces cuando él corta el silencio.

-Escucha, siento lo qué ha pasado hoy. Si no te te ha gustado o te ha parecido mal, de verdad...

-Eh, Jace, eh. No me ha parecido mal -dije tranquilizándole- me ha encantado.

Noto como le surge una sonrisa en su perfecta cara.

-¿Y esto?

Sé lo que va a hacer antes de que lo haga. Se sube por encima del mostrador y salta para bajar. Primero me coge de las manos y me mira atentamente los ojos, para luego pasarlas por mi cintura y apretarme suavemente. Nos empezamos a juntar, escuchando el aliento del otro en nuestras caras, deseándolo.posa sus labios sobre los míos y yo respondo a su beso. Es un beso tranquilo y con calma. Pausado. Sin prisas. Absorbiendo cada parte de la boca del otro. Memorizándola. En un beso eterno.

Hasta que me separo para coger aire. Abre los ojos y me mira con una sonrisa torcida.

-¿Y bien?

-Genial.

Nos reímos y lamentablemente Jace se tiene que ir y me deja sola en la tienda. Por suerte nuestro inesperado encuentro ha durado más de lo que pensaba y en media hora me voy. Cuando salgo sigue siendo de día. Son las 7:00. Pero no voy directamente a casa. Voy a casa de Mike.

-¿Qué pasó? -dice Mike abriéndome la puerta.

-Algo que te va a encantar. O tal vez no. Tal ves lo odies. O tal vez no. O tal vez...

-Vale, Lara. Relájate. ¿Qué pasa?

-Jace....y yo...y...después....-digo tartamudeando- nos besamos.

-¿De verdad? ¡Eso es genial! Si te acercas tanto a él puedes conseguir mucha información.

-Eeh...claro.

No había caído en eso. ¿Y ahora? Jace y yo hemos empezado algo, y si se da cuenta de lo que estoy haciendo, puede que todo se acabe. Pero tengo que saber si fue él el que iba en ese coche. Si por su culpa yo estoy aquí. Y si es él, tengo que saber porque no ha llegado hace un año.

Cuando el pasado sí importaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora