Capítulo 33

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-¡Mike! -grité desde el fondo del pasillo.

Me había parecido vislumbrar su mochila. Miré hacia atrás, esperando que Harry no me hubiese seguido. Tenía que contarle lo que había descubierto a Mike.

-¡Mike! -repetí.

A la tercera vez fue la vencida. Mi amigo se dio la vuelta y se dirigió hacia a mí. Una vez estuve con él, le conduje hacia fuera, a la parte de atrás del aparcamiento.

-Tengo que hablar contigo...

-Ya yo también. Todo este tiempo no te he sido sincero. -me cortó Mike. ¡Claro! Seguro que él ya sospechaba el plan de Harry desde el principio. Parecía preocupado. Tenía que asegurarle que no pasaba nada, que no lo sabía por seguro y que ahora yo ya me había dado cuenta de la verdadera mentira y lo arreglaría todo.

-No pasa nada Mike, en serio.

Su cara de angustiada y preocupada se tornó relajada. Soltó un suspiro.

-Gracias Lara, no estaba seguro de que lo comprenderías. Pero quiero que sepas que, aunque me guste Jace...

-Espera. -los ojos se me salían de las órbitas. ¿Qué acababa de decir? ¿De verdad Mike era...gay? - No hablaba de eso. ¿Pero qué...? -me llevé las manos a la cabeza. No es que tuviese nada en contra de los gays, al contrario. Pero es que resultaba que el chico que le gustaba era mi novio. Bueno, mi ex novio. -¿Desde cuándo?

-Más o menos desde que lo vi.

Ahora todo cobraba sentido. El por qué Mike había estado tan pesado con él, por qué le invitaba siempre que podía a mi casa. Lo que quería era estar con él. Sentí pena por Mike, a Jace no le iban los tíos. Y menos mal, porque estaba demasiado bueno como para dejarle ir. Y este pensamiento me llevó a la realidad.

-Jace está en peligro.

-¿Qué?

-Cuando Jace me dejó no era él, era Harry haciéndose pasar por él. Todavía no sé cómo pudo imitar sus gestos y su voz, pero estoy segura de que era Harry. -Mike me había intentado convencer de que Jace nunca me habría dejado, pero seguro que no se imaginó todo esto- Creo que Harry le tiene escondido, aunque no sé dónde ni por qué.

-Eh, espera. -Mike me cogió por los hombros y me giró- Ahí está Harry. ¿Sabes a dónde va?

Negué con la cabeza. Harry se dirigía a su coche y parecía que no quería que le viesen. De repente se me encendió la bombilla. Saqué las llaves de mi coche y me dirigí hacia él sin hacer ruido, esperando que Mike me siguiese. Me metí rápidamente en el coche y esperé a que Mike se subiese. Cuando el coche de Harry comenzó a avanzar, yo arranqué el mío. Le seguí por detrás, con mucha distancia para que no me pillase.

-¿Y qué piensas hacer cuando llegues? -me preguntó Mike con los ojos fijos en la carretera.

-Entrar.

-¿Y después?

-Ni idea.

Conduje el resto del camino en silencio. No tenía la radio encendida, por si acaso Harry la oía, así que el viaje se me hizo interminable. Llegamos a una casa enorme. Más aún que la mía, con una gigante puerta de entrada, de madera maciza. Era de piedra gris y estaba llena de ventanas por donde la luz entraba a raudales. Harry saltó de su coche y entró en la casa. Esperamos fuera, esperando a que se fuese para poder entrar y, por un momento, pensé que no saldría nunca. Cuando al fin salió y se alejó conduciendo, Mike y yo salimos de entre los arbustos y nos acercamos a la puerta. Giré el pomo unas cuantas veces. Cerrado.

-Mierda. -murmuré.

Me vino a la memoria cuando Jace había insistido tanto en que abriera la puerta síquicamente. Ahora todos esos conocimientos valdrían la pena. Me aparté un poco de la puerta y mi amigo hizo lo propio. Cerré los ojos y vi el pomo en mi cabeza. Me imaginé como se abría, una y otra vez. Un clic sonó en la puerta y esta giró lentamente sobre sus goznes. ¡Lo había echo! Apunté mentalmente darle las gracias a Jace en cuanto lo viera. Si es que le volvía a ver... No, no podía pensar así.

- ¿Y ahora?

-No creo que esté en este piso ni en el de arriba. Hay demasiadas ventanas. Probablemente esté en el sótano, allí no le vería nadie. -argumenté.

Mike asintió con la cabeza y descendimos las escaleras que llevaban al sótano lentamente. Estaba todo muy oscuro. Saqué mi móvil para alumbrar un poco el lugar. Finalmente di con un viejo interruptor en una pared y lo presioné. La luz de una única bombilla comenzó a brillar poco a poco entre la oscuridad, proyectando sombras en casi todas partes. Las paredes dejaban el ladrillo al descubierto, y en algunas zonas había pegotes de cemento, probablemente del mismo que el suelo. Había unos cuantos trastos tirados en el suelo, junto a algunas bolsas y una mesa baja de madera. Bolsas de patatas fritas inundaban un rincón. Un pequeño olor a pis de gato hacía que la habitación fuese más horrible de lo que ya era.

Y hay no estaba Jace. Le echaba de menos. Echaba de menos subirme a sus pies para besarle. Bailar acurrucada contra su pecho, moviendo los pies lentamente, esperando que la música no terminase mientras la lluvia caía en la noche. Echaba de menos recorrer con los dedos cada músculo de su espalda, intentando aliviar el dolor que sentía. Echaba de menos su movimiento de pierna constante, su característico olor, como sus brazos me atrapaban cada vez que tenía opción. Echaba de menos sus botas desgastadas, sus sudaderos negras y su chupa de cuero. Echaba de menos la pequeña arruga que siempre se le formaba en la frente, la manera en la que los ojos le brillaban cuando me veía y como le salían los hoyuelos cuando sonreía. Echaba de menos cada célula de él.

Y ahí estaba en esa habitación mohosa y recóndita. Buscando a mi amor, aunque no se pudiese encontrar.

-Mierda. ¡Joder!

Lancé un puñetazo a la pared, con toda la adrenalina que me recorría el cuerpo. Notaba como la sangre fluía de mis doloridos nudillos.

-¿Buscábais esto?

Me giré y ahí estaba Harry. Jace también estaba, medio desmayado contra la pared. Tenía el pelo sucio y láceo, pegado a la frente por el sudor. Llevaba su camiseta negra rota y sucia y, por un agujero, le salía sangre. Tenía heridas en la cara, aunque superficiales. Sus pantalones, ya rotos de por sí, estaban muy sucios, llenos de barro. Pero eso no fue lo que quebró mi corazón. Lo que sí lo hizo fue que alzara la vista hacia mí. Me sostuvo la mirada todo lo que pudo antes de quedarse sin fuerzas. Sabía que había estado intentando memorizar cada parte de mi rostro. Y fue por eso por lo que supe que aún me quería. Sus ojos azules habían parecido casi negros por la falta de luz y juro que se me partió el corazón en mil pedazos cuando descubrí que ya no quedaba luz en ellos. Podía ver amor cuando me miraba, pero no luz. Aquellos ojos brillantes de alegría que alguna vez había tenido se habían consumido.

Alguien tendría que recoger los trocitos de mi pequeño corazón del suelo. Y por esa misma razón no pensé cuando agarré el trozo de una tubería rota y pegué a Harry con todas mis fuerzas. Quería hacerle todo el daño que me había hecho a mí. Pero mi momento de gloria duró poco. Hábilmente me robó la tubería de las manos y la que acabó dolorida fui yo. Me desplomé en el suelo, me dolían las costillas cada vez que respiraba, donde me había dado. Quería levantarme y sacar a Jace de aquí, pero me dolía demasiado. La vista se me nublaba por el dolor cuando alguien me ató las manos por detrás de la espalda y me tiró, sin ningún cuidado, a la otra parte de la habitación.

El sueño pudo conmigo.

Cuando el pasado sí importaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora