Capítulo 16

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Hoy había sido un día normal, aburrido como cualquier otro. Excepto porque estaba intentando que nadie descubriese El Libro Dorado. Jace y yo habíamos decidido llamarlo así, ya que no tenía ningún título. Pero eso no era lo único que habíamos decidido. Le íbamos a contar todo a Mike. Era mi amigo, tenía derecho a saberlo. Estaría dispuesto a ayudar, pero cagado de miedo.

Por una parte me daba pena contárselo porque iba a querer implicarse y no sabía a donde iba a ir a parar toda esta historia. Pero por otra parte no quería excluirlo del grupo. Él ha sido la única persona que he tenido hasta Jace. En un año entero. Y sino hubiese sido por él mi vida aquí habría sido muy triste y más patética de lo que ya era.

Recuerdo mi primer día aquí, en el instituto. Estaba sola y me había acompañado una profesora hasta el aula de inglés. Estuve sola casi toda la hora hasta que Mike se acercó y empezó a hablar conmigo. Probablemente habría podido entrar en el grupo de las guays si hubiese querido. Estaría de fiesta todo el día y llena de ropa bonita. Pero sería una pobre descerebrada.

Era rubia y tenía el pelo rubio caramelo, por las puntas algo más rubio. Tenía pequeñas ondas, pero muy pocas, sin llegar a ser rizos. Probablemente, lo que más destacaba de mí eran mis ojos. Pero solo si los mirabas fijamente. Desde lejos parecían un marrón normal, pero en realidad eran algo verdosos, con un anillo verde alrededor de la pupila y otro azul por fuera. Y mucha pequeñas manchas verdes y naranjas.

Definitivamente eso era lo mejor de mí.

Por lo demás era muy delgada y bajita. La gente siempre me sacaba una cabeza. O incluso dos. ¡Le sacaba muy poco a mi propia hermana pequeña! Por eso, la comparación con Jace, todo esplendor a su alrededor, era muy graciosa. Éramos tan...distintos. Pero, a pesar de eso, parecía que sus manos encajaban perfectamente en mi cintura y mi cabeza en su cuello. Parecía que nos habían hecho a la perfección para encajar uno dentro del otro.

Los dos teníamos gustos en común. Nos gustan los mismos grupos de música y a los dos nos gusta leer. Pero nunca me ha comentado nada de que le gustase la fotografía o el baile. En cambio, yo hasta aquel fin de semana nunca había probado a hacer surf.

Cuando bailaba me sentía en otro mundo. Ignoraba lo que pasaba a mi alrededor. Mi parte favorita era la improvisación, para mostrar mis sentimientos por medio de una expresión artística. Me encantaba, era mi vida. Bailaba desde los dos años. Cada vez que salía a bailar, lo hacía como si fuese la última vez.

Mi primera cámara me la regalaron cuando tenía siete años. Fue un regalo de mi abuelo. Antes de tenerla, siempre jugaba con la de él, y cansado de ello, me regaló una para mí sola. A partir de ese momento la llevaba a todas partes. Nunca la dejaba sola, y todos mis recuerdos favoritos los fotografiaba. A veces, ni siquiera sacaba fotos. Tan solo la utilizaba para ver a través de ella. ¡Qué buen regalo había tenido mi abuelo!

Mis padres eran muy cariñosos, como él. Mi madre tenía el pelo rojo, lleno de rizos y los ojos verdes. Tenía pecas, como yo. Ese era otro de mis rasgos favoritos. Era bajita y muy delgada, como yo. De joven había sido bailarina. Ella había sentido el arte como yo lo había hecho. Y eso me reconfortaba.

Mi padre tenía el pelo negro y los ojos oscuros, con una mirada penetrante. Tenía las pestañas muy largas y negras. Era muy guapo. En lo único en que me parecía a él era en el amor por la lectura. A los dos nos encantaba. A veces, nos tirábamos en la hierba sobre una toalla en mi patio a leer.

Que habría hecho yo sin ellos.

Y luego estaba mi hermana. Noelia. Noe, la llamaba. Ella tenía el pelo negro, como el carbón y los ojos verdes. Un verde muy intenso. Era muy guapa. Demasiado. No tenía nada para meterme con ella, así que utilizaba su pequeña naricita para burlarme de alguna forma. Le decía que parecía un cerdito. Era todo lo contrario. Tal vez tuviera algo de celos. Tal vez. Bueno...vale sí. Estaba celosa. ¡Pero no era culpa mía! ¡Me había tocado la peor parte!

Pero, aún así, yo triunfaba en el instituto. Todos estaban loquitos por mí y todos querían ser mis amigos. La reina del instituto. Ojalá volviese a serlo. Estaba todo el día de fiesta y pasándomelo bien. Ahora... Pues ahora era normal. Una más del montón. Qué rápido cambian las tornas.

Cuando el pasado sí importaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora