Capítulo 9

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Viernes. Último día. Me ducho rápidamente y me pongo unos vaqueros, una camiseta de Nirvana, una camisa de cuadros roja y unas Converse negras. Paso por la cocina y cojo una manzana. Me cuelgo la mochila al hombro y cojo mi skate. Llego tarde.

Entro soltando un suspiro y con la cara roja en clase de Inglés y me siento en el sitio al lado de Jace. El que él me ha guardado. Me pongo los cascos y claramente el profesor no se entera. Jace posa la mano encima de mi pierna. Y esto me recuerda, ¿somos novios? ¿Qué somos? La gente que no son novios no se besan. Y menos de esa manera. Pero nos acabamos de conocer, y no me ha pedido salir. Mi vida es muy complicada, ¡hasta estando muerta!

Comienza a hacer círculos y dibujos en mi pierna. ¿Quién es este maravilloso chico sentado a mi lado?

-¿En qué piensas? -me pregunta

-No lo sé

Me mira y extrañado y con una sonrisa que más tarde se convierte en risa.

-Eres muy guapa, ¿lo sabías?

Pero, ¿de qué va? ¡Me voy a poner colorada!

-¿Eso es lo que ves en mí?

-¿A que te refieres? -frunce ceño, algo que le hace más irresistible de lo que ya es.

-Quiero decir, hay muchas chicas aquí, ¿por qué yo?

-Eres guapa, alegre, divertida, con buen gusto para la música.

-Hay muchas chicas así en este sitio, y yo ni siquiera soy guay. Ni mucho menos.

-No quiero que seas guay. Quiero que seas tú.

Jace me cogió la mano y con la otra abandonó mi pierna para acariciar mi cabeza

-Te quiero, Lara. Tal y como eres.

Y así pasó la clase. Con Jace haciéndome cosquillas en las piernas y sin soltarme la mano.

.................

En el descanso, Jace se sentó con Mike y conmigo, bajo la sombra de un árbol. Jace estaba apoyado en el árbol y yo, a su vez, en sus piernas. Cuando Jace no miraba, Mike nos miraba con cara de asco. Flipado. No sé exactamente de qué estábamos hablando, pero parecían congeniar bien ellos dos. Yo me estaba quedando dormida entre las piernas de Jace. Hacía calor y estaba en la posición perfecta para dormirme. Jace me hacía ondas en el pelo, lo cual me relajaba hasta tal punto que casi me duermo. Pase así, entre sus piernas media hora y, finalmente, me quedé dormida.

Cuando desperté había pasado la siguiente hora. Seguía en la misma posición en la que me había dormido. Jace estaba con la cabeza mirando hacia la copa del árbol. Veía su nuez subir y bajar. Su pecho se movía al respirar. Solté un gemido y Jace miró hacia abajo.

-Despertaste, bella durmiente.

-Sí. Y no me apetece ir a clase -hago una pausa- tengo una idea. ¿Te apetece venir a mi casa? ¿Este finde?

Lara que has hecho. Acabas de invitar a un chico a ir a tu casa. Una parte de mí me decía que estaba loca. Otra que sería la oportunidad perfecta para averiguar cosas. Otra que pasaría con él un finde entero. Mi alma dividida en tres partes. No tuvo falta de contestar. Con esa sonrisa rota suya me servía.

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No tardamos mucho en recoger y pasar por casa de Jace. Era algo más pequeña que la mía. Con un pequeño salón y un pequeño comedor. Tenía una pequeña cocina pero práctica y un baño en el piso de abajo. En el piso de arriba tenía dos habitaciones y una sala de juegos. Solo pasamos por allí porque le insistí en que no había prisa y en que cogiese todo lo que necesitase.

Y en tres cuartos de hora estábamos en mi casa. Sin saber muy bien qué hacer. Él sentado en el sofá y yo a su lado, apoyada en él.

-¿Qué solías hacer, cuando, ya sabes, cuando estabas...?

-¿Vivo? -le indique que sí con la cabeza- Me gustaba hacer surf. Solía ir a la playa y pillar un par de olas.

-¿En serio? Aquí también hay playa. Tal vez un día puedas enseñarme.

-Eso sería genial. -y tras un momento de silencio- ¿Por qué esperar?

O Dios. ¿De verdad había dicho eso? Jace me iba a enseñar a hacer surf. Y yo haría el ridículo. Lo mío no era el deporte. Me gustaba más estar con mi cámara y pintar. Eso era. Pintar. Sostener un pincel entre mis manos. Mis manos eran las de una artista, con los dedos largos y delgados. Perfecto para sujetar un pincel. Siempre pintaba con la misma camiseta. Una que me quedaba muy grande y estaba llena de pintura. Al igual que mi cara después de pintar algo.

A mí siempre me gustó más el arte que el deporte. Me gustaba pintar, sacar fotos, bailar... Me gustaba todo tipo de bailes, y por eso, sonase la música que sonase, siempre sabía bailarla. Pero en especial me gustaba el Hip Hop. Esos movimientos llenos de fuerza. Ese estilo. Ese era el mejor.

Pero ahora un chico me acababa de proponer algo muy distinto. Hacer surf. Y encima no era un chico normal. Era un chico con unos ojos magnéticos y el pelo negro. Un chico con las manos duras y suaves. Un chico con una personalidad de oro. Un chico, que no puedo evitar decirlo, estaba buenísimo.

-Claro -fue lo único que contesté.

Jace me dedicó una sonrisa y me ayudó a levantarme. Me dijo que tenía unas tablas en su casa y que volvería ahora con ellas. Mientras tanto, yo me tenía que preparar para hacer el ridículo. Subí a mi habitación y abrí un cajón lleno de bikinis. ¿Cuál me podía poner? Tenía de todos los tipos y colores. Al final me decanté por uno de mis preferidos. Del estilo que estaba de moda cuándo había ido a aquella playa hacía ya un año. El día que morí. Era de color azul claro. Tenía la piel morena y los colores claros contrastaban muy bien contra ella. El color azul hacía mi pelo más rubio y mis ojos más claros y verdosos.

Me lo puse y guarde otro blanco en una mochila para poder cambiarme más tarde. Metí también una toalla de playa y unas chanclas azules. Me cambié los vaqueros largos por unos cortos. No era plan de ir a la playa con vaqueros largos. Me dejé puesta la camiseta de Nirvana y me hice un moño despeinado. Me volví a poner los Converse. Más tarde me los cambiaría por las chanclas de la mochila.

Bajé a la cocina, donde ví a Scooby con el cuenco del agua en la boca. Que perro más listo. Le llené el cuenco y pensé en llevármelo. Pero luego caí en la cuenta de que si intentaba que Jace me enseñase a surfear, no podría cuidar de Scooby a la vez. Así que en su lugar le dejé la tele encendida para que no se sintiese tan solo y le dí unas salchichas por portarse tan bien. Metí también en la mochila unas botellas de agua. Más valía prevenir que curar.

Para cuando Jace picó a la puerta ya había acabado.

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Hola, este es el noveno capítulo espero que os haya gustado. Si es así votad por la historia o comentad.

Cuando el pasado sí importaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora