Capítulo 25

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Unas manos me sujetaban fuertemente por los codos. Las notaba duras y suaves.

Jace.

-¿Es...estás bien? -podía contemplar su cara de preocupación desde muy cerca.

Acababa de tener un recuerdo y ahora estaba algo mareada y desorientada.

-Sí. Solo ha sido un recuerdo. No te preocupes.

Intentaba calmarle y al parecer funcionó porque noté como la preocupación se le borraba de los ojos y asintió mirándome.

-Vale. Ahora vamos a lavarte.

¿Qué? ¿Cómo que a lavarme? Jace miró hacia mi camiseta y me di cuenta de a qué se refería. Mi helado de limón se me había caído por la impresión del momento, tiñendo mi camiseta negra de un blanco amarillento. Jace me condujo hacia una pequeña fuente situada en el centro de un circulo formado por bancos. Apretó el botón y me acercó un poco más a él. Me cogió de la camiseta e intentó echarle agua of encima para quitarle lo más gordo. Sus manos rozaban levemente la piel de mi barriga mientras intentaba limpiar mi camiseta. Estaba cerca de mí, aunque quería que se acercase un poco más y salvar por fin el espacio entre nosotros. Podía oler su aliento a menta desde esa distancia y su respiración me llegaba agitada hasta mis oídos. Soltó mi camiseta, pero en vez de apartarse se acercó un poco más.

-Tendrás que lavarla. -en su cara apareció una de sus mejores sonrisas, aquella que dejaba entrever sus blancos dientes.

-No importa. -susurré.

Me subí en sus pies y me puse de puntillas, agarrándome a sus hombros para no perder el equilibrio. En aquel momento yo también sonreía. Jace posó sus húmedos labios sobre los míos y nos fundimos en un beso. Él era mío y yo era suya. Siempre. El modo en el que mi cabeza encajaba entre su hombro, en el que sus piernas encajaban con las mías, nos hacían inseparables. Estábamos hechos para estar juntos. Sabía que la gente en ese momento nos miraba, pero no me importaba. Yo solo le quería a él. Finalmente se separó y yo respiré para que entrase algo de aire en mi organismo.

-Vale. -dijo jadeando- Y ahora me tendrás que explicar lo de esa heladera y tu recuerdo.

Asentí con la cabeza y nos dirigimos hasta un banco cercano. Hace un par de semanas se me habría hecho raro sentarme en su regazo, pero ahora ya no me importaba. Su mano se posó en mi pierna y comenzó a trazar círculos con el dedo. Yo me apoyé contra su pecho y, por un momento, lo único que quería era enterrar la cara en su cuello y olvidarme de todo. Posó el dedo bajo mi barbilla y levanté la cabeza para mirarle a los ojos.

-Cuéntamelo.

-Aquella señora tenía una Marca en el cuello. Era como una luna, pero no llegaba a ser llena.

Jace asintió comprensivo y me pareció ver algo de miedo en sus ojos.

-No te preocupes. Seguro que te has confundido. Me has dicho que te mareas cuando tienes un recuerdo, ¿no? -asentí levemente con la cabeza- Tal vez haya sido solo eso.

Sabía lo que había visto, había sido real. Aquella mujer era bruja, dijese Jace lo que dijese. Decidí no insistir en ello, el no cambiaría de idea y para lo único que serviría sería para estresarme aún más. Pasé las manos por detrás de su cuello y le agarré, pensando que así siempre sería mío.

-Ya sé... -me detuve al pensar en lo que estaba a punto de decir, pero continué- Ya sé porque soy lo que soy. -solté un suspiro y aguardé hasta su respuesta.

-¿Es por el recuerdo?

-Sí. En el yo... Yo estaba cenando con mi familia. En Navidad, creo. Tenía la costumbre de esparcir la comida por el plato, no me preguntes por qué. Mi madre me regañó y yo me enfadé. De repente el suelo empezó a temblar y mi madre me sacó de la habitación. Un terremoto, decía mi familia. Ahora dudo que fuese eso.

-¿Crees que tu madre sabía lo que eras? -me preguntó Jace.

-Claro que sí. El caso es que aquel día le pude ver una Marca en el cuello. Una Marca de bruja.

Una sonrisa triunfante surgió en mis labios y ahora Jace me besaba para celebrarlo.

-¡Eso es genial! Ahora por lo menos sabemos por que eres... Eso. -la sonrisa se le borró de la cara y su expresión se tornó preocupada- ¿Crees que fuiste tú la que causó aquel terremoto?

Sabía lo que estaba pensando y no me gustaba nada.

-Si yo lo había causado, también pude crear otras cosas.

Muchas imágenes terribles me vinieron a la cabeza. Los ojos me empezaron a picar y para cuando me quise dar cuenta, unas lágrimas surcaban mi cara. Jace posó un dedo en mi mejilla, parando el avance de una de ellas.

-Shhh. -murmuró pegando su boca a mi oído- No llores. Las chicas guapas no lloran.

Sé que intentaba animarme, pero no lo estaba consiguiendo. Ahora mismo mi mente me había abandonado y me había dejado aquí tirada.

-¿Crees que soy guapa? -sonaba patética, lo sé.

-Pues claro que sí. Eres la chica más guapa que he conocido. Te guste o no.

Sus labios se posaron sobre los míos durante un instante, recordándome que estaba conmigo. Mis manos se separaron de detrás de su nuca y subieron un poco, agarrándole del pelo. Enterré mi cara en su camiseta.

-Necesito que me quieras por como soy, no por lo que soy.

-Ya lo hago- su cabeza estaba enterrada entre mi pelo y su voz sonaba amortiguada. Pero aún así le había oído perfectamente.

Cuando el pasado sí importaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora