¿Por qué me pasaba esto a mí? ¿A esto es a lo que llamaban "ir en paz"? ¿Ir al cielo? En mi vida ya había tenido suficientes preocupaciones, como para ahora preocuparme por lo que me pueda hacer el hermano de mi novio. El mensaje se dirigía a Jace, lo sé. Pero también a mí. No me puedo imaginar a nadie con la cara de Jace haciéndome daño. Tal vez no haya sido para tanto, pero mi imaginación se estaba desbordando y, sinceramente, tenía miedo. Tenía mucho miedo.
Jace me había abrazado hasta que me había calmado y después me había sentado en el sofá, rodeándome con sus brazos, consolándome mientras lloraba en su hombro. Me colocó una taza caliente entre las manos y me ofreció una manta. Odiaba que se preocupase tanto por mí. De verdad que sí. Me hacía sentir que no me podía cuidar sola.
-¿Estás bien? -me miraba a los ojos, comprobando si le decía la verdad.
Asentí con la cabeza.
-¿De verdad?
En realidad no, pero no se lo iba a decir. No quería que se preocupase más por mí. Pero al parecer mi mirada me traicionaba. Jace se levantó y empezó a dar vueltas por la sala. Le seguía con la mirada hasta que le dio un puñetazo en la pared.
-¡Mierda, joder! -gritó frotándose el puño.
Había dejado una pequeña marca en la pared. Nada que no se pudiese arreglar con un poco de pintura. Cuando dejó de frotarse la mano vislumbré un poco de sangre. Me levanté corriendo y posé la taza en la mesa. Corrí hacia él y le separé las manos. Le cogí la mano herida y se la examiné. Gracias a Dios no era nada serio. Se curaría en un par de días.
-No es nada. -me aseguró.
Sus ojos me observaban. En ellos podía percibir... ¿Adoración? Levanté la cabeza para verle mejor. Le amaba. Le amaba como nunca pensé que se podría amar a nadie. De esa forma mágica y misteriosa. Inexplicable. Y él me amaba a mí, me lo había demostrado muchas veces. Como leyéndome el pensamiento me dijo:
-Te amo, Lara Vega. Siempre te amaré.
No lo podía resistir más. Tal vez parecería lo típico de las películas americanas, pero, en ese mismo instante, una parte de mi corazón se quebró y me di cuenta de que quería pasar toda la eternidad junto a este hombre. Le amaba y eso nunca cambiaría. Él me subía la cabeza cuando la había bajado hacía tiempo. Me sostenía la mano incluso cuando ya estaba en el suelo. Me seguía queriendo y apoyando, incluso sabiendo lo que era. No habría cambiado nada de él nunca.
Jace se agachó y yo me subí de puntillas en sus pies. Abrió los labios y yo le respondí a su beso. Sus manos se libraron de las mías y comenzaron a acariciarme la espalda, lentamente. Mis manos recorrían su espalda, tocando cada uno de sus tensos músculos, que se relajaban en cuanto mis dedos establecían contacto con ellos. Como si mi magia interna lo curase todo. A veces me gustaba pensar que era así.
Cuando se separó de mí ya casi era la hora de levantarse. Estaba cansada pero no le dije nada. Sabía que si lo hacía me mandaría quedarme aquí durmiendo. No quería dormir. Quería hablar con Mike, contárselo todo. Tal vez esa tarde podríamos ir todos a la playa o a algún sitio parecido. Aún tenía que leer el libro dorado, pero lo único que contaba era historia de las brujas. Nada irrelevante. Tenía tantas preguntas... Y el libro de momento no me solucionaba ninguna. Me prometí a mí misma hablar con aquella anciana si volvía a verla alguna vez.
.........
Lo que más me había costado aquella mañana había sido desprenderme de la camiseta de Jace. Echaba de menos su olor a menta y humo y como me quedaba holgada, de manera que me podía mover libremente. Intentaba distraerme de ese olor mientras trazaba un par de pinceladas sobre el lienzo. Mi profesora de Arte, Carla, me había dicho que el cuadro comenzaba a tomar forma. Estaba orgullosa de mi obra, pero todavía no la había terminado. En el cuadro se podía contemplar unas montañas nevadas en su mayoría, rodeadas de un bosque de pinos con las copas nevadas. Me gustaban como pegaban los tonos blancos, azules y lilas con el paisaje. Algo triste y desolador, pero me gustaba.
-¿Sabes que te quiero, verdad?
Jace me susurraba al oído palabras bonitas durante todas las clases, pero ese día en especial. Y no me quejaba. La verdad es que lo necesitaba como agua de mayo. De vez en cuando su mano se posaba fugazmente sobre la mía, ¿es que Clara no se daba cuenta de que era peligrosa a su lado? Y más cuando hacía ese tipo de cosas. Los ojos se posaban directamente sobre sus labios, sin miramientos. A veces me gustaba mirar sus labios. Como se movían lentamente mientras hablaba, pronunciando cada sílaba de la forma más perfecta que había visto nunca.
-Ajá. -asentí.
¿Para qué responder con palabras bonitas? Solo haría más difícil cumplir mi promesa de no tocarse en clase. Obviamente esa regla no se aplicaba también a él. Su pulgar acarició mi mejilla para más tarde pasar un mechón de mi pelo tras mi oreja.
-Por si no lo sabías: Te quiero.
Solté una pequeña risita. Típica de las chicas enamoradas. ¡Qué tonta parecía!
-Estaba pensando... Después tenemos Historia y ya sé que no te gusta mucho. ¿Qué te parecería si...? -le interrumpí antes de que terminara.
-No. Jace. Ya nos hemos saltado bastantes clases este curso. Pero que digo, ¡nos hemos saltado días enteros!
-Lo sé. Pero...hazlo por mí. Se que quieres. -me miró con la ceja alzada.
Estuvo toda la clase convenciéndome y como no me podía concentrar en mi trabajo y sabia que hasta que no aceptase no me dejaría en paz, acepté.
..........
Pirar clase se había convertido en sentarse bajo el mismo árbol de siempre. Jace me abrazaba y yo no pude evitar pensar que era feliz. Tenía que haber acabado llegando aquí para ser feliz. Que rara es la vida.
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Cuando el pasado sí importa
Novela Juvenil¿Qué pensarías si un día llegas a clase y descubres que el chico nuevo ha muerto contigo? Lara parecía que llevaba una vida normal "en la zona del puente" hasta que conoce a un chico con unos ojos pragmáticos: Jace. Su mundo se viene abajo con la ap...