-Tu camiseta sigue empapada.
Estaba en casa de Jace. No me había apetecido volver a la mía. No después de todo lo ocurrido aquel día.
-Ven, te daré algo. -me dijo Jace ante mi silencio.
Se levantó del sofá y me ofreció la mano. Yo se la cogí y me guió por el pasillo hasta su dormitorio. Le apretaba la mano, no quería que me soltase. Se hizo hacia un lado para que pudiese pasar. Me senté en su cama, con las manos sobre el regazo. ¿Cómo había llegado al punto d ponerme su ropa? Comencé a jugar con las manos, nerviosa, mientras Jace rebuscaba en su armario. Al fin se puso de pie y me ofreció una camiseta negra.
-Es la más pequeña que tengo -dijo tendiéndome la camiseta enfrente de la cara.
-Gracias -susurré.
Jace se dio la vuelta para darme privacidad mientras yo me pasaba la camiseta mojada por la cabeza y me ponía la suya encima. Me di la vuelta y ahí estaba Jace dado la vuelta.
-Ya está- le dije.
Se dio la vuelta y me pareció vislumbrar algo de diversión en sus ojos. Miré hacia abajo. Su camiseta me quedaba enorme, por la mitad del muslo. Olía a él. A menta y, extrañamente, algo a humo. Se había convertido en mi olor favorito.
-¿Tienes hambre? -me preguntó. Al pensar en comida me rugieron las tripas- Creo que eso es un sí.
Le volví a coger de la mano, de vuelta a la cocina. Jace me cogió de la cintura, alzándome y sentándome en la barra de la cocina.
-¿Qué te apetece? -me preguntó, con una sonrisa en la cara.
-Mmm... No sé -empecé a reírme por nuestras pésimas insinuaciones mientras le besaba.
-¿Pizza? -preguntó Jace separándose de mí.
Asentí con la cabeza y observé como Jace sacaba una pizza del congelador y la metía en el horno sin ningún cuidado.
-La vas a triturar antes de que llegue a mi boca. -le dije tomándole el pelo.
Cerró la puerta del horno y se acercó a mí. Enredé las piernas en su espalda y le sostuve la mirada. Él atrapó mi labio entre sus dientes y empezó a besarme el cuello lentamente.
-Te quiero -susurró en mi oreja.
No podía hablar, las palabras no me salían. Me acordé de aquello que siempre me decía mi madre: "Enamora a la gente por tus palabras, no por tu cara". Esa frase estaba muy acertada. ¿Para qué te servía ser guapa, si cuando hablabas no soltabas más que improperios y vulgaridades? Nunca me había considerado muy guapa, a pesar de lo que decían los demás, pero tampoco me consideraba una poeta. No era mala, pero había veces que me costaba buscar mis sentimientos desde lo más profundo.
-Ajá -le contesté, tan bajo que dudé que me hubiese oído.
"Plin" la pizza ya estaba lista. Desenrosqué las piernas de su torso y me bajé de la encimera. Se podía decir que la encimera era mi parte favorita de toda la casa. Al pisar el suelo la camiseta se me subió un poco por la pierna y rápidamente tiré del dobladillo hacia abajo. No quería que Jace me mirase. Estaba cortando la pizza sobre una pequeña y algo dañada tabla de madera. Mientras tanto, para no quedarme con los brazos cruzados, cogí un par de latas de Coca Cola de la nevera y las llevé hasta la mesa del salón. Me recosté en el sofá y puse una película de hace mil años. Cuando Jace llegó se sentó en el otro extremo del sofá para que yo pudiese estirarme a lo largo y me tendió un plato. La pizza estaba muy caliente y cuando la mordí el queso se expandió tanto que por más que estiraba el brazo no se separaba. Sabía que Jace se estaba riendo, pero me daba igual. Estaba muy rica. Posé los pies sobre su regazo y comencé a ver aquella película. No estaba concentrada, así que no me enteré de mucho durante hora y media.
Los pensamientos volaban por mi cabeza. Ideas, sin forma alguna. Tan solo, ideas. ¿Y si volvía a confundir a Jace con Harry, como aquel día? ¿Por qué no lo había vuelto a ver? ¿Dónde se habría metido?
No quería obsesionarme con ello. Si no estaba en aquel momento es que no le preocupaba mucho mi relación con su hermano, ¿o sí? Tal vez era más peligroso no saber donde estaba. La película terminó tras lo que a mí me pareció una eternidad.
-Ahora van a echar Titanic. ¿Te apetece verla?
Demasiado agua y demasiado amor para estas horas de la noche.
-Estoy cansada.
Jace se inclinó sobre mí, sus manos a los lados de mi cabeza, sus piernas rodeándome. Podía escuchar como respiraba desde esta distancia. Podía oler el olor que desprendía su cuerpo. Mi olor preferido. Me sostuvo la mirada hasta que finalmente, posó sus labios suavemente sobre los míos y yo cerré los ojos. Cada vez que le besaba notaba como una parte de mí se desprendía de todo mi ser, como se quemaba hasta quedar en cenizas. Él me devolvía a la vida con cada muestra de afecto.
Él era mi salvación en los días tristes.
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Cuando el pasado sí importa
Teen Fiction¿Qué pensarías si un día llegas a clase y descubres que el chico nuevo ha muerto contigo? Lara parecía que llevaba una vida normal "en la zona del puente" hasta que conoce a un chico con unos ojos pragmáticos: Jace. Su mundo se viene abajo con la ap...