El ocho de abril amaneció como un día precioso, un día de esos en los que te levantas con ganas de estar fuera de casa y hacer un montón de cosas. Por eso preparé una comida para llevar y sentarnos en un prado con buenas vistas. Una comida de parejitas, para ser exacta.
El dos de enero, tras despedir a Patrick en el aeropuerto, Troy me trajo de vuelta a casa, aunque decidió parar en una cafetería para contarme con quién se estaba viendo.
Ese día, Troy confesó llevar casi un mes enrollándose con Stella, una chica que cada día le gustaba más. Lo que yo no sabía era que Stella era el verdadero nombre de Florence, nuestra compañera de trabajo. Cuando entró por la puerta y se sentó junto a Troy, casi escupo la cerveza que estaba tomando. Sabía que a ella le gustaba él, por lo que no me extrañó del todo. Lo curioso fue descubrir su nombre real y los planes de futuro que ya tenían. Me comunicaron su intención de presentarse formalmente como pareja ante sus familias. O ante la familia de ella, más bien. Como familia de Troy estaba yo, siendo la primera persona en enterarse. La segunda, más bien, pues Gordon les pilló una vez en una actitud... Bueno, como no deberías encontrar nunca a nadie.
El caso es que se pasaron toda la semana pasada en Gales, con la familia de ella. Su vuelo aterrizaba anoche, y por eso hoy tenía pensado comer los cuatro juntos, así en plan happy family.
Recalco: tenía.
Tenía porque, hace unas horas, cuando llamé a Troy para comentarle mis planes de vernos, contestó que seguía en Gales.
Y que no iba a volver.
Resulta que un primo de Florence, Stella o como narices tenga que llamarla ahora tiene un taller, y le ha ofrecido trabajo a Troy. Trabajo que le llama mucho más la atención que el que tiene en el DreamClub.
Y Florence se queda con él, como es lógico.
Y Polly quiere asesinarlos a los dos por incumplimiento de contrato.
Y yo quiero darle una paliza a Troy por abandonarme sin despedirse.
Y Franco es el hombro sobre el que llevo llorando veinte minutos, no estoy muy segura de si por pena de no verlo hasta sabe Dios cuándo o por miedo de que Polly cumpla con sus amenazas.
―No les harás nada en serio, ¿verdad? ―pregunto sólo para asegurarme.
―Quiero a esa estúpida desde hace mucho tiempo, pero podrían haber avisado, joder. Me he quedado con dos bajas así, de la nada. No los mataré, pero el día que los vea se llevarán una buena reprimenda.
―Dudo mucho que les importe, jefa ―responde Sky.
―Pero a mí sí.
―¿Qué haremos ahora? ―cuestiona Liam. Parece preocupado, supongo que por la suposición de tener que doblar turnos.
―Buscar dos trabajadores, está claro ―apunta Lorelai. Se ha integrado muy bien con el grupo, y es una trabajadora excepcional. Jamás se queja de nada, y tiene un carácter... Entiendo lo que ha visto Josh en ella, la verdad. Son ideales juntos.
―Este no es un club cualquiera ―protesta Polly moviendo la cabeza de un lado a otro―, no puedo poner un anuncio y ya. Necesitamos gente cien por cien comprometida, gente de fiar, gente que entienda el concepto de trabajo que tenemos aquí.
―Esta semana nos hemos apañado bien sin ellos. ¿Tan malo sería quedarnos así? ―sugiere Franco, aún aferrándome a él para darme consuelo.
―Las vacaciones de primavera siempre dejan esto casi desierto, Franco, pareces nuevo. A partir de esta semana, volverá al agobio de siempre.
―Y, aún así, no nos ha sobrado personal ―declara Sky―. Menos mal que Liv canceló su viaje a San Francisco.
ESTÁS LEYENDO
La chica nueva
Teen FictionTras 3 años yendo de casa en casa, Katrina se propone empezar una vida lejos de todo aquel que la conoce. En concreto, decide irse a Los Ángeles, ya que siempre había deseado visitar esa ciudad. Lo que ella no sabe es que ahí tendrá que encontrarse...