Capítulo8: Fingiendo

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Liam

10:30 p.m

Las calles de Costa Dorada ya estaban desiertas a esta hora de la noche, la ciudad es demasiado tranquila y solo se observan un par de vehículos y transeúntes ahora.

Atravieso el centro de la ciudad y me desvío por un callejón que va directo hacia la Costa Este donde me encontraría con El jefe.

En el final de un puente encuentro a un hombre de complexión gruesa y me doy cuenta de que era él a través de la oscuridad de la noche.

—Longworth—menciona al verme y me acerco a él.

—Aquí tienes—saco rápidamente el dinero de mi bolsillo porque no quiero ver su presencia por más de 5 minutos.—No está todo, pero creí que era mejor entregarte lo que tenía, solo falta poco.

Él asiente—No se como me convences, Longworth, pero sabes que el plazo no serán más de tres meses.

Hago una mueca—Solo faltan 100, los conseguiré pronto.

Al fin me escaparía de esta maldita deuda.

Me doy media vuelta para irme de allí pero su voz me detiene.

—No intentes irte a otro país de nuevo, niño.

Mi voz sale cruda cuando me giro hacia él para responderle—Sabes perfectamente que no escapé de Estados Unidos.

—¿Los extrañas verdad?—la sangre me hierve ante su pregunta burlona.

—No tienes derecho a mencionar ese tema. Todo fue tu culpa—espeto, la rabia me vuelve loco pero me contengo, no quiero irme a golpes, no preocuparé a mi madre por culpa de este hombre, ella no puede saber que me siguió hasta aquí.

—¿Mi culpa?—ríe—Todo fue culpa del incompetente de tu padre, si se hubiese quedado quieto...

—¡Cállate!—grito tan fuerte que mis oídos pitan.

—Te pareces mucho a él ¿sabes?.

Cálmate Liam, cálmate.

—Solo toma tu estúpido dinero, después te daré lo demás—comento harto de la situación y me volteo.

Estoy tan cansado de esta situación y de ese hombre que solo ha sido una desgracia para mí y para mis seres queridos.   

—La próxima vez no seré tan benévolo, Longworth.

Le contesto sin girarme, siguiendo mi camino—Cuando la deuda termine no habrá próxima vez.

Y me pierdo de su vista en las oscuras calles de esta ciudad, yendo directamente hacia mi casa.

Llego a mi destino y encuentro a mi madre acostada en el sofá de nuestra sala–comedor.  

Lowanna Wilson, mi madre, una mujer de 46 años, luchadora, trabajadora y demasiado dulce. A veces me arrepiento de haber dejado a mi madre aquí sola en Costa Dorada por 10 años, pero bueno, solo era un niño que debía ir a donde sus padres le dictaran, es una historia complicada.

Me acerco a mi madre y me siento suavemente en la esquina a su lado del sofá y acaricio su cabello. Los azules ojos de mi madre, tan iguales a los míos, se abren y me observa soñolienta.

—Cariño—murmura—¿Dónde estabas?

—Solo fui a dar una pequeña vuelta—digo y le dedico una sonrisa—¿Qué haces aquí?. Vamos, ve a la cama.

—Te esperaba—responde y se sienta en el sofá.

—Mañana tu turno comienza temprano.

—Tranquilo estoy bien, mi niño—sus párpados caen por si solos.

—Ve a dormir—le ordena una vez más.

—Está bien. Pero no te quedes despierto hasta tarde. ¿OK?—asiento, ella se levanta y me da un beso en la frente antes de irse a su cuarto.

Quisiera darle a mi madre la vida que se merece y que deje de trabajar pero nuestra situación económica es bastante limitada, aunque ambos trabajamos, ese dinero se va como agua por el caño entre luz, gas, comida y renta. También quiero estar con ella el mayor tiempo posible para reparar esos diez años ausentes cuando mi padre me llevó a rastras para los Estados Unidos, su país natal, pero mi lugar siempre tuvo que estar con mi madre aunque me di cuenta tan tarde. Ahora quiero reparar todos mis errores, principalmente librarme de El jefe y de esa deuda ajena que me persigue hace ya un año.

(...)

Ver a Eva estudiando con el chico de ojos verdes se ha convertido en una rutina estos últimos dos días.    

¿Cómo era que se llamaba? Ah sí, Bruno.

Tengo un grave problema para recordar nombres.

Solo ese nombre tan pecaminoso retumba en mi cabeza. Un nombre que contradice a su personalidad, aunque creo que saqué lo peor de ella el día en que la besé. Si que estaba enojada, pero yo no me arrepiento de nada. ¿Qué cosas digo? Si me diera la oportunidad lo hiciera de nuevo.

La chica rubia no había acompañado a su novio hoy a la pastelería así que Eva parecía sentirse más cómoda a solas con Bruno. La manera en que mira a ese chico, como sus ojos negros brillan más que estrellas en la noche.

Cuanto daría por ser él.

Se que necesito estar lejos de ella, relacionarse conmigo sería un llamado de atención para aquel hombre que es una larva en mi vida, pero me muero por descubrir no solo cada centímetro de su blanca piel, sino cada pensamiento, sentimiento, emoción y estado de ánimo que la peli negra pueda tener.    

—¿Liam, ya atendiste a los de la mesa 3?—Erin pregunta y yo asiento—Deberías tomar un descanso.

Niego—Estoy bien.

—En ese caso. ¿Puedes llevarle estos jugos a mi hermana y a Bruno?—me los entrega y asiento.

Me acerco a ellos y sin decir nada le entrego los jugos, el chico asiente en agradecimiento y Eva no me mira, toda su atención estaba en ese chico. En sus ojos se nota lo enamorada que está de él.

Solo me queda morderme el labio y seguir fingiendo ser el amiguito de la chica que me gusta.

La pastelería ya estaba a punto de cerrar, yo limpiaba las mesas, Erin cuadraba en la caja, Eva y Bruno aún seguían en su proyecto.

Tierra trágame ahora.

—Buenas tardes, personas—la voz de Edward retumba en todo el lugar, deja su casco encima de una de las mesas, Erin y yo le devolvemos el saludo. Él se acerca a mí—¿Los tortolitos siguen trabajando?

Le doy la sonrisa más falsa que puedo—Si. Parecen que hoy terminarán el proyecto.

—Por desgracia de mi hermana—él ríe y se dirige hacia la caja junto a Erin.

Para su desgracia y mi felicidad.

Pasan los minutos y Bruno se marcha dándoles la sonrisa arrolladora que tiene, tiene una personalidad despampanante así que no culpo a Eva de caer, mientras yo soy todo lo contrario: frío, neutro, impulsivo. Al parecer Bruno es su zona de confort y yo estoy fuera de su alcance.

—Que no se note que babeas—escucho como Erin se dirige a Eva y la peli negra sonríe.

—No quiero sonar mal, pero la pasamos mejor sin Andrea.

—Recuerda que es su novia, mocosa—ahora el que habla es Edward—Trata de no meterte demasiado.

Eva se gira hacia él con enojo—¿Eres mi hermano o el de Andrea?

—Por ser tu hermano es porque te lo digo. No salgas lastimada de eso—responde él y sale de la pastelería.

Aprovecho que Erin se dirige hacia la cocina y me acerco a Eva quien aún estaba sentada en la silla—Tu hermano tiene razón.

—¿Tú también, Liam?—duda furiosa—Solo...no te metas—se levanta rápidamente de la silla e intenta irse pero la tomo de la mano.

—Intenta no salir dañada, por favor—digo y ella se suelta para irse.

No tienes necesidad de destruirte emocionalmente de esta manera Eva Williams.  

Incierto Destino [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora