Diecinueve años | Mavra

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(Editado)

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Mavra se ganó el nombre 'La muerte nocturna' cuando tenía tan solo quince años.

'Es un demonio igual que todas, pero ninguna es igual a ella' decían los humanos, dentro de los bares y también por las calles 'Es más oscura que la noche misma, dicen que lo único que se puede ver de ella son sus ojos, más brillantes que la luna y aquellas letras resplandecientes en su pecho. Es la peor de todas las sirenas...ella no te ahoga, ella te arranca la garganta poco a poco mientras te sumerge lentamente en el mar y después...simplemente te deja flotar'

Incluso usaban su nombre para asustar a los niños desobedientes, aterrándolos con la posibilidad de que aquel monstruo pudiese atraparlos y llevarlos al fondo del inmenso mar con ella.

Se le permitió salir a cazar cuando cumplió los doce años, y no perdió el tiempo en hacer cumplir su propia promesa, pasaba horas nadando sin un destino claro, alejándose kilómetros de donde su madre sustituta la esperaba, comenzó con pequeños barcos cercanos a la costa; odiaba ver la forma en que tomaban la vida de tantos peces sin realmente necesitarlos, así que terminó por cantar su bella canción a cualquier humano que observara con una red.

Al principio lo hacía durante la mañana, para que el resto de tripulantes pudieran ver como arrancaba lenta y desgarradoramente la garganta del capitán mientras lo hundía poco a poco en el agua, que a cada segundo se teñía de la roja sangre.

Después de casi ser capturada durante la tarde, decidió seguir con su cacería cuando Nucviiam oscureciera el cielo y ella fuera imperceptible ante el ojo humano.

Mavra era la única sirena de escamas y cola negra en todo el océano, y eso los humanos lo habían descubierto gracias a las marcas luminosas de su pecho 'luz guía' claro que escrito en su propio idioma.
También era la única sirena que tenía aquella marca en el pecho, Justo sobre el corazón, el resto de ellas tenían sus propias marcas en la espalda o abdomen, le gustaba ser diferente a todas las demás sirenas, así los humanos jamás la confundirían con ninguna otra.

Le gustaba ser temida, adoraba la forma en que los hombres gritaban en cuanto ella les mostraba sus ojos en la oscuridad de la noche, amaba escuchar como todos temblaban ante la sola mención de su nombre, ¿y lo aterrados y entretenidos que todos estaban cuando escuchaban su historia? Era increíble.

Y aquel reconocimiento alrededor de todos los 65 reinos, solamente le tomo tres años y mas de doscientos hombres muertos bajo sus largas garras negras.

Pero...Mavra no era solo una asesina, es verdad que le sonreía con superioridad al resto de sirenas, presumiendo sus miles de asesinatos y era horriblemente sádica cuando alguien la molestaba solo un poco, pero, también estaba ese lado de Mavra que no permitía que nadie conociera, ni siquiera Viggó

Los sentimientos estaban prohibidos en el reino marino, no había nada peor que ser similar a uno de esos débiles mortales, cuando la reina Fhalan la descubrió llorando tras la muerte de su madre, le enterró una caracola afilada en el brazo como reprensión; porque llorar por la muerte de alguien era algo que hacían los humanos. 'Lo único que debes sentir después del asesinato de otra sirena, es la sed de venganza, 'entiendes?' le dijo la reina, antes de empujarla contra una roca.

Mavra le hizo caso.

Cada vez que una sirena era asesinada por humanos, ella mataba a dos de ellos (siempre cuando pescaban en masa), sintiéndose bien con todo el miedo y dolor que causaba.

Hasta que a la edad de dieciocho inviernos, se encontró con un niño solitario que jugaba a la orilla de un pequeño risco, no era un risco mortal, sin embargo, tan solo unos diez centímetros debajo de la roca se encontraba el mar, una parte bastante profunda.

Mavra lo observó durante horas, desde la profundidad del mar donde nadie podría notar su presencia. No había nadie más cuidando del niño, estaba completamente solo.

Se acercó lentamente a él, mientras el sol se ocultaba a sus espaldas, Mavra no desvió su mirada del pequeño niño de cabello dorado, ni siquiera cuando sacó poco a poco su cabeza hacia la superficie, cuando Mavra separó los labios preparándose para comenzar a cantar, la mirada del pequeño se posó en ella.

Y entonces...él le sonrió.

Nadie además de Viggó y su madre le había sonreído jamas. Mucho menos un humano, ni siquiera uno tan pequeño como ese.

Dejando de lado su anterior intento por darle una muerte pacífica a la cría humana, nadó lentamente y llena de curiosidad hasta el niño, apoyó cuidadosamente sus manos sobre la roca en la que el pequeño estaba sentado y lo miró fijamente, inclinando ligeramente su cabeza con curiosidad.

El pequeño la imitó, soltando una infantil risa, prácticamente se lanzó hacia ella, espantandola por un segundo, hasta que sintió sus pequeñas manos acariciar la piel opaca de sus manos delicadamente.

Entonces no pudo evitar sonreir.

Él estaba tan solo como ella.

Porque a pesar de haber sido criada por otra sirena, y considerar a la hija de esa sirena su hermana, había noches en las que se sentía terriblemente sola.

Después de aquella noche, Mavra volvía todos los días, él jugaba y hablaba con ella con el poco vocabulario que un niño de un año podía conocer.

Y así pasaron cinco años, Mavra visitando durante el día a su pequeño amigo humano que cada vez crecía más y durante la noche, vengando la muerte de su madre, asesinando hombres avaros que atrapaban a cientos de peces para llevarlos a su muerte y después, terminar desperdiciando la mitad.

A Mavra no le molestaba que pescaran, que demonios, ella comía pescado, lo que le molestaba era que los mataran a pesar de no necesitarlos. Ella jamás atacaba a los humanos que pescaban en botes pequeños sin red, ellos nunca se llevaban más de diez, lo que le parecía un buen número.

Pero los humanos parecían no entender el mensaje que estaba dándoles, esos estúpidos humanos.

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K opinan

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