Narrador omnisciente.
Rebeca termina de practicar con su violín y se dirige a casa, debe entrar al trabajo en 2 horas, así que debería darse prisa. Ella intenta mejorar sus habilidades cada día, sabe que no es la gran cosa lo que puede hacer, pero debe mejorar para poder entrar a alguna escuela de música, y de ser aún mejor si quiere conseguir una beca.
Sale de la escuela, se coloca su auriculares y camina de vuelta a casa, el camino es muy tranquilo al igual que siempre, la zona donde vivía lo era, normalmente no había demasiado tránsito vehicular, pocos niños vivían en la zona, así que era común ver pocas personas en la calle, eso era bueno, a Rebeca le gustaba así, le gustaba la tranquilidad de aquella colonia, el lugar estaba algo alejado de la escuela, definitivamente sería mejor usar el transporte público, pero ella sabía que había cosas en las que no valía la pena gastar, su sueldo de medio tiempo en la cafetería tenía que rendir para todos sus gastos, por lo que debía ser cuidadosa respecto a en que gastaba su dinero, ir de la escuela a casa podía ser tardado si caminaba, pero no era insoportable, además ella pensaba que era una buena forma de hacer ejercicio, o eso se decía cuando se cansaba.
En la esquina próxima a su caminata, Rebeca observa un grupo de tres chicos fumando, sabe quiénes son, están en su clase de literatura, son odiosos y sólo se dedican a molestar, Rebeca sabía que tan pronto como cruzara la esquina ellos comenzarían a decir estupideces, pero de igual manera no le importa, ya ni siquiera le afecta lo que ellos digan, en un punto de su vida los insultos de los demás dejaron de doler, se convirtieron en lo que son, simples palabras. Rebeca ni siquiera les presta la más mínima atención y sigue su camino, tal vez por una vez en su vida ellos podrían ignorar su existencia.
–Miren a quién tenemos aquí– Dice uno de los chicos. Christian. Es el más idiota de los tres, lo que automáticamente lo convierte en el líder.
–¿A dónde vas, princesa del inframundo?– Pregunta otro de los chicos, su nombre es Mario.
–Parece que la princesita está ignorándonos– Dice el tercero arrojando el cigarro al suelo. Ese es Alejandro.
Los chicos siguen escupiendo estupideces pero Rebeca los ignora completamente, siempre es lo mismo, ellos comienzan a seguirla mientras la llaman por diferentes apodos como “princesa”, “niña emo”, o diciendo tonterías como “¿ya sacrificaste un gato?”, “seguro desayuna la sangre de sus víctimas”, “¿crees que sepa de brujería?” y su frase favorita “pobre niña emo huérfana, tal vez sus padres murieron por su culpa”, a pesar de que Lilia está acostumbrada a este trato en la escuela no puede evitar molestarse. ¿Qué tan mal tenían que estar para burlarse de alguien que perdió a sus padres?
Repentinamente uno de ellos la toma por el hombro para después estamparla contra la pared. Lilia está sorprendida, ¿qué demonios les sucede?
–¿Qué acaso no piensas contestarme, pequeña mierda?– pregunta Alejandro con cierta molestia mientras acorrala a Rebeca contra una pared.
–¿Pequeña mierda? Creí que era la princesa del inframundo, pero veo que eres bastante ingenioso, además es estúpido que me llames pequeña cuando es obvio que tenemos la misma estatura– Responde Rebeca en tono neutro, realmente no les tiene miedo, sabe que no la golpearan y si lo hacen, ella sabe cómo defenderse.
–¡Vaya!– Dice Christian quién toma el luga de Alejandro, acorralando a Rebeca ahora. Christian es más alto que ella así que Rebeca tiene que ver hacia arriba para encontrar sus ojos –Parece que la niña emo no está de humor.
–Muévete, Christian– Dice Rebeca sin expresión alguna, ya está harta y llegará tarde a su trabajo por culpa de esos imbéciles.
–¿Y qué si no quiero?– Pregunta Christian con una sonrisa burlona.
Rebeca ha comenzado a irritarse, debe llegar a casa cuanto antes para poder ir a su trabajo y aquellos imbéciles le impedían seguir con su camino.
A la distancia podría parecer que estos tres sujetos están molestando a Rebeca, o por lo menos a los ojos de Roberto eso parece, así que este se acerca a paso firme con la intención de ayudarla.
–Creo que ya es suficiente, déjenla en paz– Dice Roberto arribando a la escena.
–Pues yo creo que esto no es de tu incumbencia, Saracho– Contesta Christian sin despegar la mirada de Rebeca.
–Tal vez no me explique. Lárguense– Dice Roberto de forma retadora.
–¿Qué? ¿Por qué tanto interés, Saracho?– Pregunta el Alejandro.
–Eso es asunto mío– Contesta Roberto.
–¿Acaso la bruja ésta, es tú nueva puta?– Más que una pregunta eso suena una afirmación por parte de Chris, quién aún mantiene a Rebeca acorralada, aunque ahora mantiene la vista en Roberto. Por su parte Rebeca se mantiene en silencio mientras observa lo situación.
–Como dije, eso es asunto mío– Vuelve a hablar Roberto.
–¿Y qué pasa si no quiero dejarla en paz?– Pregunta Christian. Ahora Christian está más interesado en el hecho de que Roberto este defendiendo a Rebeca, que en la chica.
–Siempre puedo obligarte, Chris, recuerda que soy mejor que tú en todo– Contrataca Roberto. Y no era del todo mentira, Roberto era el mejor jugador del equipo de basquetbol, título que le ganó a Christian, las veces que habían peleado siempre había ganado Roberto, cada vez que se enfrentaban Roberto salía vencedor, y eso molestaba de sobremanera a Christian.
–Eso según ¿quién? ¿Según el dinero de tu papá? ¿Las niñas que se la pasan gritando detrás de ti?– Esa era la excusa de Christian siempre que peleaba con Roberto, era fácil decir que su popularidad era gracias al dinero de su padre, y en cierta parte eso era verdad, muchos lo seguían por el dinero de su padre, por las grandes fiestas que hacía, por el dinero que derrochaba cuando podía.
–Puedo demostrártelo ahora y en…
–No necesito que me defiendas– Habla Rebeca por primera vez desde que llegó Roberto. Está harta de la situación ¿quién se ha creído que es?, ¿un héroe? Siempre molesta a las personas y ahora ¿la quiere salvar? ¡Vaya chiste!
–¿Qué?– Pregunta Roberto con evidente confusión.
–¡Vez! La princesa no te necesita– Dice Christian colocando un brazo alrededor de Rebeca.
–Tú cierra la boca. Estoy harta de todos ustedes. Solo déjenme en paz. No los quiero ver ni oír, son en realidad molestos– Dice Rebeca con voz firme pero sin gritar, con calma y sin perder los estribos.
–Oye niñita, relájate– Dice Alejandro.
–¿Saben? Esto ya se volvió aburrido. Vámonos de aquí– Comenta Christian viendo como aparece más gente en la calle, no necesitan hacer un escándalo. Los otros dos chicos asienten y se van.
–¿Estás bien?– Pregunta Roberto tratando de tocar el hombro de Rebeca, pero esta se mueve molesta.
–No me toques, ni siquiera me hables, solo vete ¿quieres?– Rebeca inicia su camino a casa, llegará tarde si se queda ahí.
–Espera, yo solo trataba de ayudar– Roberto intenta justificarse mientras la sigue.
–Nadie pidió tu ayuda– Contesta Rebeca de forma cortante y aumenta la velocidad de sus pasos.
–Bueno parecías necesitarla.
–Pues no era así, puedo defenderme sola– Rebeca se está desesperando cada vez más ¿qué no piensa irse?
– Perdón, es solo que me preocupe– Se puede notar un matiz de preocupación en la voz de Roberto, en verdad deseaba ser de ayuda y poder hablar con Rebeca, pero parece que esta lo odia y Roberto no tiene ni idea de por qué, jamás la había molestado.
–¿Ahora te importo?– Rebeca para en seco y lo mira directamente a los ojos con reproche, Roberto se siente intimidado –Olvídalo, sólo deja de seguirme.
–Espera, no entiendo, ¿de qué hablas?
Roberto trata de tomar a Rebeca por el brazo para evitar que esta se vaya y le explique qué sucede, ¿por qué esa mirada de reproche?, ¿qué pasó entre ellos que Roberto no sabe?, pero tan pronto como toca el brazo de Rebeca, esta se suelta y lo golpea fuertemente en el rostro dejando a Roberto en shock durante unos cuantos segundos; Rebeca continua su camino de vuelta a casa y Roberto se queda a media calle observando con la chica se aleja.
¿Qué acaba de pasar?
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La Violinista
Historia CortaElla era como una ave, una bella ave de plumas negras, una preciosa ave que había sido encerrada, cuando tenía que ser libre, volar lejos y llevar un hermoso canto hasta el último rincón de la tierra. Pero una jaula creada por mí mismo la mantenía e...