Roberto

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Se supone que tengo prácticas de baloncesto después de clases, pero no puedo asistir porque tengo detención, el entrenador está realmente molesto conmigo, la semana pasada tuve detención, y esta semana también, jamás había estado en detención por dos semanas seguidas. Como sea, ya casi está por terminar mi semana de castigo y por fin podré practicar, ya me hace falta, el baloncesto es mi pasión, supongo que es de las pocas cosas que me causan placer y aún puedo continuar haciendo sin que mi padre esté en contra de ello.
Sí hay algo que realmente me gusta es la música, pero el baloncesto también es algo amo, y está más que claro que Rebeca también es algo que me gusta. Hablando de ella, esta semana que estuve en detención pude escucharla tocar un poco, fue sorprendente, había canciones que reconocía, canciones que no son comunes de escuchar en violín, no sabía que "November Rain" sonaría tan bien en violín, realmente tiene habilidades increíbles. Pero hubo una canción que me atrapó, no la reconocí, pero era hermosa.

~Flashback~
Era mitad de semana, ayer Rebeca no se quedó a practicar, extrañé escucharla, pero con suerte podre verla una vez más. Caminaba con dirección al salón de música, aun no llegaba y ya escuchaba el melodioso violín sonar, apresure un poco el paso y como siempre me quedé en el marco de la puerta.
La sonata me resultaba familiar, pero no podía identificarla, sin embargo eso no me impidió disfrutar de la hermosa melodía, ni mucho menos evitar apreciar la belleza de Rebeca. No era común que Rebeca llevara el cabello suelto, pero esta vez no lo había amarrado, así que podía apreciar como sus rizos bailaban al compás de la música, también era la primera vez que la veía con vestido, lucía bien, era un vestido de gamuza color vino con cuello blanco y de mangas largas, se acentuaba en la cintura, y de esa manera resaltaba su figura, llevaba medias negras y botas del mismo color. Sus labios estaban teñidos del mismo color que el vestido y su delineado se completaba un una cruz bajando por la comisura de su ojo izquierdo, las sombras negras terminaban por darle un aspecto un poco lúgubre a su rostro. Es extraño, pero escucharla tocar me transportó al día que mamá murió, mi corazón se llenó de melancolía y todos aquellos bellos momentos que pase con mamá llenaron mi mente, recordaba su sonrisa, sus consejos, como pequeñas cosas la hacían feliz, recordé lo que era ser feliz. Sin previo aviso una sonrisa se escapó de mis labios a la par que una solitaria lágrima rodaba por mi mejilla.
Ese era el poder de la música. La música podía despertar sentimientos viejos, transportarnos a diferentes lugares, cambiar nuestro estado de ánimo de un momento a otro, como magia. Eso decía mamá, la música es como la magia, cambia todo en cuestión de segundos, puede ser usada para bien o para mal, es una especie de lenguaje que no siempre requiere de palabras, la simple melodía ya trasmite suficientes sentimientos y emociones. Claro que es magia.
~Fin del flashback~

Continuo con mi trayecto por el pasillo con el que ya me he familiarizado en esta semana, todo gracias a cierta niña que toca el violín de forma celestial. No escucho nada, así que supongo que hoy no ensayó, entro en el salón de música e inmediatamente localizo el violín de Rebeca, ¿cómo sé que es el violín de Rebeca? Fácil, Rebeca es la único chica que tiene un violín de diferente color al de los demás, y no, no es morado ni tampoco es negro, el hecho de que sea catalogada como la niña emo de la escuela no la obliga a usar todo en un tono negro. Su violín es blanco y se ve bastante desgastado por el uso. Solo verlo puedo imaginarme las horas que ha pasado practicando, el esfuerzo que ha puesto por aprender cada canción. Ella es simplemente admirable.
Paso los dedos por las cuerdas de aquel violín, ojala fuera tan habilidoso con algún instrumento así como lo es ella, pero desde que mamá no está se volvió prácticamente imposible hacerlo, quería aprender a tocar la batería y mamá me apoyaba, pero ella ya no está, mi padre se volvería loco si supiera que me gustaría retomar mis clases de batería, lamentablemente ahora solo poseo la cualidad de poder apreciar el magnífico sonido que los instrumentos pueden producir, en cambio Rebeca, ella puede transmitir tanto con tan solo escucharla, e incluso con solo verla, la pasión con la que toca te hace sentir que has descubierto algo nuevo, un mundo lleno de secretos, un lugar seguro donde puedes dejar los problemas atrás. En su música puedo encontrar un viaje de vuelta a esos tiempos en los que era feliz y tenía todo lo que necesitaba.
¡Vaya!, sí que hablo mucho sobre esta niña, pero realmente se está convirtiendo en una obsesión para mí, paso tanto tiempo hablando de Rebeca que me he olvidado por completo de presentarme. Mi nombre es Jesús Roberto Pérez Saracho, tengo 18 años y asi es, soy el chico malo salido del libro de su hermana menor de 12 años, me gusta mucho la música, en especial la música clásica aunque no lo sabe; mamá solía escucharla todo el tiempo, es de las pocas cosas que me mantiene unido a ella, así que se terminó convirtiendo en un género muy especial para mí; cuando era pequeño soñaba con ser un famoso músico, crear canciones de diferentes géneros y mostrarle a todo el mundo la magia de la música, pensaba que podía cambiar el mundo con mi música, patético ¿no? Bueno sólo era un sueño de la infancia, mi supuesta meta ahora es estudiar administración de empresas y así poder trabajar para mi padre y en un futuro adquirir el mando de su compañía cervecera, justo lo que deseaba para mi futuro, nótese mi sarcasmo; desde de que mi padre me quitó cualquier futuro musical me he dedicado única y exclusivamente al baloncesto, sin embargo, mi padre tampoco financiara una carrera de deportista, así que no me queda nada más que cumplir sus órdenes y hacer lo que dice, por ahora. Mi mayor pasión es el baloncesto, juego desde que tengo uso de memoria, mamá adoraba verme jugar, aun en un principio era realmente malo, pero solía decirme que por más difícil que pareciera conseguir mis metas, nunca las abandonará, tal vez es por eso que me niego a abandonar el baloncesto aunque mi padre no esté del todo de acuerdo, esta es la única cosa que no pienso dejar que me quite. Mamá era increíble, me apoyaba en todo lo que quería incluso si apestaba en ello, aún recuerdo cuando le dije que sería pintor para poder hacer muchos retratos de ella, eran horribles, pero ella siempre decía que era lo más hermoso que había visto, cuando empecé a tocar la batería también era un asco, pero mamá me alentaba, decía que ella creía en mí y que tenía que esforzarme para ser el mejor del mundo. Murió cuando tenía 13 años, aún duele, ella solía ser mi mejor amiga, después estaba Daniel, pero mamá era quién me conocía de verdad, era mi confidente en todas mis travesuras, apoyada cada uno de mis proyectos, sonreía e iluminaba mi mundo. Era como el sol, cálida y brillante, reconfortaba a todos con solo su presencia, trasmitía tanta serenidad y amor a donde iba. Era perfecta.
Si soy honesto, esta farsa que ahora soy, el chico rudo sin sentimientos que no puede ser derrotado por nadie, al que todos admiran, de quién todos quieren ser amigos, nació después de su muerte, ella conocía mi lado dulce y tierno, pero si mamá ya no estaba aquí, no tenía caso que alguien viera esa parte de mí, porque ese chico murió con ella.
Por otro lado tenemos a mi padre, el me odia, ¿la razón? No lo sé, nunca lo ha mencionado, lo único que es seguro es que su odio hacia a mi apareció cuando mamá murió, nunca he sabido si me culpa por eso o cuál es su razón para tratarme como lo hace, pero sinceramente me ya da igual, han pasado años y no quiero seguir preguntándome que hice mal. Cuando mamá murió el comenzó a beber de manera exagerada durante un año, después parece haber recobrado la cordura y volvió en sus sentidos, pero era frío conmigo, comenzó a prohibirme muchas cosas, especialmente cualquier cosa que estuviera relacionada con la música, rompió todos los discos que tenía junto con el tocadiscos, cada vez era más difícil que me viera con Daniel, decía que si no podías sacar alguna ventaja de tus amigos entonces no los necesitabas, me quitó todo lo que me gustaba, las fotos de mamá desaparecieron, no me quedaba nada que me hiciera feliz, sin embargo pude mantenerme en el equipo de baloncesto gracias a la publicidad que le daba a su compañía cervecera.
Yo solo era un niño que acaba de perder a su madre y a mi padre lo único que le importaba era el mismo, fue difícil superar la muerte de mamá, fue difícil salir adelante sin ella, perdí gran parte de mí mismo en el camino, estoy seguro de que si ella viviera estaría decepcionada de la persona en la que me he convertido, yo lo estoy. Pero no tenía opción, era un niño abandonado, tenía que salir delante de alguna manera, los otros niños me molestaban por no tener mamá, mi padre no me quería cerca, no tenía más familia cerca, tenía prohibido ver a Daniel, estaba solo, y mi únicas opciones eran permitir que los demás pasaran sobre mi o ser yo quién pasara sobre ellos, era una luche de supervivencia que no pensaba perder.
Salgo del salón de música y hago mi camino hacia el cementerio, seguramente mi padre estará más que molesto cuando llegue a casa pero es lo que menos me importa, extraño a mamá y quiero verla.
Si ella estuviera aun conmigo, me pregunto ¿si seguiría siendo el mismo Roberto que era antes?, ¿habría aprendido a tocar algún instrumento?, ¿mi sueño de niño sería más que solo un sueño?, tal vez no tendría que ignorar a Daniel, tal vez hubiera sido una mejor vida, una vida donde no tuviera que ocultar quien soy para complacer los caprichos de mi padre, para poder encajar en la sociedad.
Enciendo un cigarro y le doy una gran calada. No me gusta fumar cuando vengo a ver a mamá, ella lo odiaría, pero me hace falta, y aunque es estúpido, me relaja un poco el fumar. Veo la tumba de mi madre frente a mí, me lamento no haberle traído flores, pero quería verla cuanto antes.

–¿Por qué tuviste que irte? ¿Por qué no me llevaste contigo? Dijiste que siempre estarías a mi lado y mentiste, me dejaste solo, ¿Por qué?

Observo la lápida de mi madre como si en algún momento fuese a recibir una respuesta. Pero sé que no sucederá, la extraño bastante, si hay algo que pudiera hacer para poder abrazarla una última vez lo haría, si pudiera cambiar los lugares, lo haría sin duda, porque el mundo es mejor si ella está aquí, en cambio yo no soy alguien que merezca seguir aquí. Le doy otra calada al cigarro y me siento junto a su lápida. Sé que es una lápida fría, que no puede consolarme, pero me hace sentir bien estar con ella, aunque no la pueda ver o abarazar.

La Violinista Donde viven las historias. Descúbrelo ahora