Capítulo 18: Salvavidas.

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Manejando en dirección al restaurante favorito de mamá, no perdía de vista la interacción entre Samantha y Madeline, la cual se encontraba en su asiento para niños

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Manejando en dirección al restaurante favorito de mamá, no perdía de vista la interacción entre Samantha y Madeline, la cual se encontraba en su asiento para niños. De alguna manera, Hannah logró convencer a Sam de que se quedara por lo menos para almorzar, y mentiría si dijera que toda la situación en la que nos encontrábamos no... no me gustaba.

Malditamente que me gustaba.

Y estaba mal, al mismo tiempo, sentía que le faltaba el respeto a Michelle por siquiera utilizar a su hija para imaginar cómo habría sido si... Si Samuel hubiese estado con nosotros, y sabía que el panorama sería más o menos este, con mamá hablándome sobre lo mucho que le gustaba el lugar (aun cuando siempre que veníamos decía lo mismo), Hazel concentrada en su celular, pero interactuando cuando se lo pedían, con Samantha riendo y cantando juegos para niños con tal de que una sonrisa apareciera en el rostro de mi pequeña hija.

Y entonces, esa fantasía se quebró cuando me detuve, y Samantha atrapó mi mirada a través del espejo retrovisor. Parpadeé varias veces, esperando que no hubiera visto mis ojos empañados, porque lo menos que quería era torturarla con una vida... que no nos pertenecería, ni hoy, ni nunca.

Ya dentro del restaurante, pedí una silla para Madeline, la cual le pidió a Sam que se sentara a su lado, ella aceptó con una sonrisa, pero la noté un poco tensa ante el alboroto del lugar. Sin embargo, no pude evaluarla mucho porque Maddie comenzó con su típica ronda de preguntas donde todas comenzaban con un por qué.

En un momento dado, una bandeja metálica se estrelló contra el suelo, captando nuestra atención, pero volviéndola rápidamente hacia Samantha en cuanto esta se levantó bruscamente, tumbando la silla tras de ella en el proceso.

—¿Sam? —preguntó Hazel, mirándola con cautela. —¿Te sientes bien?

—Voy a tomar algo de aire, ya vuelvo—respondió agitada, saliendo hacia la parte trasera del local, sin darnos una segunda mirada.

Solté un suspiro mientras la observaba marcharse. Sabía que este era uno de sus episodios.

—Harry—llamó mi madre, sonriéndome con candidez en cuanto volteé a verla. —Ve con ella.

—Sí—murmuré, pidiendo una trozo de papel y un bolígrafo a uno de los camareros antes de levantarme. —¿Puedes ordenar por nosotros?

—Por supuesto, ve tranquilo.

—Papá, ¿puedo ir? —preguntó Maddie con un puchero, a lo que yo asentí cargándola entre mis brazos.

—Ya regresamos.

Sin esperar otro comentario, caminamos en la misma dirección que había tomado Sam, la cual se encontraba sentada sobre la arena, apretando las rodillas contra su pecho.

—No te quiero adentro del mar, ¿entendido, Madeline? —le ordené en cuanto la bajé. Esta asintió, logrando que sus coletas se movieran.

—Solo voy a hacer un castillito, papi.

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