Capítulo 9. Con uñas y dientes

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~Genave~

Cuando termine con aquella llamada supe al instante que Leo Lombardi se convertiría en un problema y si lo admito, que clase de mujer no querría que sus problemas se redujeran a que un tipo como él las persiguiera, pero yo no tenía el tiempo, ni las fuerzas para jugar a estar enamorada, no podía siquiera plantearme la idea de darle a un hombre la oportunidad de entran a mi vida. Los Patrovick se estaban encargando de hacerla demasiado complicada.

Descanse la cabeza nuevamente sobre la almohada para tratar de conciliar el sueño, pero sabía que aquello seria poco probable y no podía negarlo. Recordar las caricias de Leonardo y su cuerpo desnudo era una maldita fantasía explota cerebros. Como sus dedos se apretaron sobre mis caderas habían despertado todo aquel deseo que había reprimido con los años, pero ahora debía estar enfocada y no bajar la guardia, porque no sabía cuál era el próximo paso de aquella familia. Con aquel pensamiento me forcé a buscar nuevamente el sueño.

***

Los rayos del sol me despertaron aquella mañana, cosa rara y cuando giré sobre la cama me lleve la sorpresa de que mi hija no estaba. Fue extraño no sentir el roce de sus pequeñas manos en mi rostro animándome a despertar, pero alegue su ausencia a que mi padre ya se encontraba en casa seguro había regresado de su viaje a Italia. Escuche la risa de Rubí, seguida de una carcajada de mi padre, pero algo se sentía extraño ellos no eran tan escandalosos en las mañanas siempre respetaban mi momento de descanso. Entonces me sentí angustiada.

Aparte las sabanas y lleve mis pasos a la cocina de donde provenían aquellas risas y me quede helada. Mi mirada y la de Emiliano Patrovick se encontraron de frente y allí entendí que él simplemente no se rendiría. Buscaría la forma de ganarse a la niña, para ganar terreno en nuestras vidas y sabía que no tardaría mucho en convencer a mi padre de que lo mejor sería que yo me casara con él, pero no lo permitiría. No lo dejaría salirse con la suya.

—Cariño—dijo Rey con una sonrisa en el rostro, la cual desapareció al mirar la expresión del mio.

— ¿Qué hace aquí?—pregunte al hombre de traje impecable quien se encontraba cruzado de piernas jugando con mi hija.

—Te fuiste demasiado pronto, le dije a tu padre que al parecer tuviste alguna emergencia de trabajo—Las mentiras se le daban muy fáciles, era que no tenía que hacer ningún esfuerzo para decirlas.

—Me sorprendí—comento mi padre—Pensé que pasarían unos días en Rusia con la abuela—odiaba no poder decirle nada, pero era mejor que se mantuviera ignorante de la situación. Rey estaba muy viejo para tener tantas preocupaciones ni siquiera podía permitir que tuviera sospechas de las intenciones del hombre aquí presente.

—Ese era el plan inicial, pero estamos propensos a que las situaciones cambien—mire fijamente a Emiliano y me aproxime a Rubí para tomarla en mis brazos. No confiaba en él, no podía confiar, mucho menos después de aquella absurda propuesta.

Me acerque a mi padre y le pedí que saliera con Rubí a jugar al jardín trasero. Necesitaba dejar nuevamente las cosas claras al hombre frente a mí, porque al parecer mis palabras no habían sido del todo comprendidas y comenzaba a colmar mi paciencia. Me había convertido en una leona con el pasar de los años, me toco criar sola a una niña y tuve que hacerme fuerte y tragarme mi tristeza. Tragarme la amargura y la rabia de haber perdido al hombre que amaba.

Me acomode en la silla que se encontraba en el otro extremo de la mesa para guarda la distancia. Emiliano me miraba de manera condescendiente algo que me molestaba, sabía que se creía poderoso, que él dinero y su posición podrían intimidarme, pero él tenía que entender que yo no era la misma ilusa de antes, que el miedo lo había dejado guardado aquella noche.

—Deje más que clara mi posición ¿Qué tu madre y tú no la entendieron?—descanso los codos sobre la mesa y me regaló aquella mirada suya, esa que era más que amenazante.

—Lo único que mi madre y yo queremos es tu bienestar y el de la niña, que ella crezca con un buen apellido—lo miré ofendida, porque ser una Stevens no era para nada algo vergonzoso. El al contrario no podía decir lo mismo.

—Esta conversación no llevara a ningún lado, así que voy a pedirte con amabilidad que te retires de mi casa—me puse de pie, pero sus siguientes palabras me dejaron fría.

—Te hemos cuidado la espalda Genave, podríamos haber revelado tu nexo con la mafia rusa hace mucho tiempo, pero decidimos que era mejor por la niña quedarnos callados—apreté las manos en puños y fije mi dura mirada sobre él.

—No voy a casarme contigo—Y ya había olvidado las veces en las que le había dicho lo mismo.

—Debo admitir que el apellido Lombardi es bueno también, no tan poderoso como él mio aunque no creo que Leonardo Lombardi esté dispuesto a criar una hija que no es suya y mucho menos le darle su apellido—No entendía a donde quería llegar con todo esto y porque demonios hablaba de Leonardo.

— ¿Por qué metes a ese hombre en esto?—pregunte con molestia.

—Porque si me demuestras que puedes conquistarlo y lograr que ponga un anillo en tu dedo, te dejo en paz. Prometo que me retiro y te dejo en paz—No podía creer hasta donde era capaz de llegar—Si eso no pasa, entonces sin reproches deberás aunque no quieras aceptar mi propuesta.

—Eso es absurdo, todo lo que dices es una maldita estupidez llevare esto hasta las últimas consecuencias—Se levantó lentamente de su silla y camino hacia. Me rodeo y se coloco detrás de mí demasiado cerca y luego clavo su mirada en donde se encontraban mi hija junto a mi padre.

—Yo tú, no haría más que obedecer. No querrás que nada le pase a tu bella familia—Y en aquel momento entendí dos cosas. La primera que Emiliano haría todo para arrastrarme con él aquella asquerosa vida y la segunda que debía proteger a mi familia con uñas y dientes.

Lo claro y oscuro del placer (Libro #3 serie Oscura +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora