Capítulo 19. Gemidos

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~Genave~

Sabía que esta era la manera en la que Emiliano buscaba atemorizarnos, por esto en un principio me había negado hacer aquel trato con Leonardo. Nunca iba a perdonarme si algo malo le ocurría por mi culpa. Aparte la mirada de la oscuridad y la pose sobre el hombre junto a mí. Hizo un gesto de cabeza para que nos moviéramos de allí y asentí en afirmación. Salimos del salón apresurado, mientras sus hombres corrían por delante de nosotros abriéndonos camino.

—Vamos a mi casa—me apresure a decir con la voz agitada.

— ¡No!—dijo con tono brusco —sabrán que es el primer lugar al que piensas ir. Te llevare al hotel conmigo y llamaremos a tu padre desde allí—me detuve.

—Pero...—. Leonardo me tomo por el rostro y me obligo a mirarlo a los ojos.

—Alessio y tu hermana van para allá—su tacto se sintió tan calientes que pensé iba a quemarme la piel—Deja que yo te cuide esta noche—acerco un poco más su rostro y dejo un pequeño beso sobre mis labios. Uno cargado de demasiado deseo y otras cosas que ahora mismo no podía decir en voz alta.

—Está bien—dije al fin y mire por un segundo mire atrás solo para darme cuenta de que alguien se acercaba.

Los hombres de Leonardo se interpusieron en su camino y la limosina se puso en marcha. El corazón me latía rápidamente y sentía que por momentos se me cortaba la respiración, sabía que eso era lo que buscaba Emiliano buscar que le tuviese miedo. Y esta noche tenía que admitir que el muy maldito lo había logrado. Logro que sintiera miedo de que algo pudiera pasarle al hombre junto a mi lado, aunque no sé porque presentía que al igual que su primo, Leonardo sabía defenderse demasiado bien.

—No dejare que te pase nada—clave la mirada en sus ojos y sabía que la misma reflejaba el temor que ahora mismo corría por mis venas—Conocía los riesgos y de todas formas decidí hacer esto, así que no tienes por qué sentirte culpable—No entendía todavía porque un hombre con él había accedido a esta locura. Aunque quizás simplemente no quería entenderlo.

Regrese la mirada al camino y me perdí en las luces que se desdibujaban al pasar. Resistí el deseo de llamar a mi padre, pues Gina me había puesto un mensaje un segundo después de que subimos al vehículo dejándonos saber que hasta ahora todo se encontraba bien en casa, aunque a sinceridad eso no me dejaba tranquila. Y comenzaba a comprender que quizás la presencia que había sentido todos estos días no tenía que ver nada con Rubén. Era probable que solo fuera Emiliano tratando de atormentarme.

—Entramos por el sótano—hice un asentimiento de cabeza mientras la limosina entraba por una especie de túnel y por un segundo sentí que todo me daba vueltas. Agradecí haber estado sentada.

Leonardo me tendió la mano para ayudarme a salir y aproveche aquel momento para quitarme las zapatillas. Me observo en silencio mientras caminamos de prisa hacia aquella habitación. Sentía que el peligro nos respiraba en la nunca, que en cualquier momento la rama se quebraría. Lo de esta noche había sido solo una pequeña muestra. Una de que para la mafia no existen los límites.

—Recomiendo que vayamos por las escaleras señor. Seremos blanco fácil si subimos en el ascensor—dijo uno de los guardias y observe a Leonardo asentir en confirmación. Entraron por delante de nosotros y luego nos dieron el visto bueno para comenzar nuestro acenso.

—No te preocupes, estoy hospedado en el cuarto piso no tendremos que subir tan alto—asentí porque no podía hablar por los nervios y deje que me tomara de la mano. Porque ahora más que nunca tenía que confiar en él, debía que dejar que me cuidara.

Toda aquella situación me tenía abrumada. Miraba a los guardias y recordaba los momentos que viví hace tan solo cinco años. Sabía que Leonardo no tenía nada que ver con aquella vida, pero sentía como que estaba en retroceso y solo pensar que podría dar un paso atrás me aterraba. Entramos en aquella habitación y una densa oscuridad nos recibió. Leonardo se apresuró a correr las cortinas, mientras yo me sentaba sobre la cama. Era imposible que pudiera dormir aquella noche.

Leonardo se acomodó junto a mí y coloco la mano sobre mi espalda. Cerré los ojos y deje que su tacto me calmara, porque tenía que admitir que había algo en él que me hacía sentir en paz. No sabía lo que era y también me daba miedo descubrirlo.

—Sé que prometí mostrarte un poco más del infierno esta noche—dijo mientras rozaba su nariz sobre mi cuello—Pero sé que ahora hay mil cosas en tu cabeza y necesito tus pensamientos solo conmigo—abrí los ojos y clave la mirada en los suyos. Una mirada que a pesar de lo acontecido esta noche se encontraba cargada de deseo y lujuria.

Mis latidos se aceleraron, mientras sentía cada parte de mi cuerpo estar alerta por el suave roce de sus manos en mi espalda. Y tenía razón mis pensamientos parecían un tren a punto de descarrilarse, sin embargo no podía negar el calor que emanaba de mi piel tan solo con su tacto. Leonardo comenzó a bajar el zipper de mi vestido, acariciando con sus dedos mi piel desnuda y provocando que esta se me erizara. Me ayudo a ponerme de pie, mientras el vestido caía a mis pies y miro sorprendido mi cuerpo desnudo, ya que aquella noche había optado por no ponerme sostén.

—Uff—resoplo, mientras ahuecaba mis senos con sus manos—una chica atrevida—continuo con una sonrisa maliciosa dibujada en el rostro.

Metió las manos por el borde de mis bragas y halándola con fuerza la rompió. Lamio uno de sus dedos y lo paso suavemente por encima de mi coño provocando que un gemido escapara de mi garganta. Tomo mis bragas y con las mismas comenzó amarrar mis manos, aquello subió la adrenalina de mi cuerpo. Porque aquella jugada había sido realmente caliente.

Me deposito sobre la cama y me coloco los brazos sobre la cabeza. Comenzó a desnudarse despacio, sin dejar de mirarme ni un solo segundo y cuando libero su erección tuve que juntar las piernas consiente de que estarían así por muy poco tiempo. Leonardo rodeo la cama y se detuvo al costado de esta, se inclinó sobre mí y al tiempo saboreo mis labios.

—Por esta noche abre tu mente y olvídate de todo—volvió a besarme sin esperar una respuesta. Se colocó encima y abrió mis piernas. Coloco su erección sobre mi boca y cuando comenzó a chupar mi coño sabría que todo valdría mierda.

— ¿Qué es esto?—pregunte con la respiración agitada.

—Nos daremos placer al mismo tiempo uno al otro. Quiero verte arder en llamas Genave. Quiero escucharte gemir con mi pene en tu boca—Y cuando su lengua lamió mi coño y yo comencé a chupar su pene. Resonaron con fuerza en aquella habitación nuestros gemidos.

Lo claro y oscuro del placer (Libro #3 serie Oscura +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora