20

1K 46 2
                                    

El trabajo de Harry facilmente se podría catalogar como el más genial de todo el ministerio, era Auror y dirigía a los nuevos, básicamente hacia cosas que los jefes siempre hacen.

Pero la verdad es que desde la guerra solo iban a misiones lejos de Gran Bretaña muy pocas veces, casi nunca, pero eso no significaba que a Harry no le gustaba su trabajo, para él era perfecto y con el tiempo que le quedaba libre lo pasaba con sus hijos.

Suspiro pesado y se reclino en su silla con aburrimiento. Recorrió con la mirada por décima vez su oficina, era más grande de lo que hubiera preferido pero eso no le quitaba lo bonita. A su lado izquierdo había una grandiosa biblioteca con varios estantes y diferentes libros, trataba de no tenerlos todos allí por seguridad así que se construyó otra en su casa, aunque esa era casi siempre allanada por sus hijos.

Del lado derecho había unos pequeños muebles rodeando una mesa de madera que podría pasarse como una sala de estar, en donde reposaba, dormía una siesta si estaba demasiado aburrido o incluso miraba las fotos familiares. Pues la pared conjunta a esta sala estaba totalmente llena de fotos de sus hijos, amigos y de su esposa, además de que logro conseguir unas cuantas fotos de su estancia en Hogwarts gracias a la cámara del difunto Colin Creevey.

La familia del chico había encontrado entre sus posesiones todas esas fotos y se las regalaron a Harry pensando que él les daría muy buen uso, y fue así.

Sonrió con tristeza y se levantó estirando un poco los brazos, llevaba rato sentado y ya con casi 40 años debía ponerse más en forma, no es que estuviera gordo sino que a veces la flojera lo mataba y si se mantenía sin hacer nada se le hacía peor.

Salió de la oficina con tranquilidad y después de decirle a su anciana secretaria que saldría a dar un paseo camino con la misma vibra de relajación por el minsiterio.

Cada persona que pasaba por su lado lo saludaba, intentaba estrechar su mano, tomarse una foto o mínimo pedirle un autógrafo, por esa y muchas razones más Harry prefería quedarse en su oficina, pero esa vez, algo en su interior lo obligo a salir y miren que eso no era un sentimiento muy recurrente en el azabache.

Sus pies se dirigieron casi por inercia a la oficina de su mejor amiga Hermione, ahora Ministra de Magia y según él la mejor que habian tenido jamás. Llego hasta allí pero su secretaria le dijo que no estaba y que la buscara en las oficina consiguientes.

El azabache extrañado siguió caminando dándose cuenta de que jamás había estado por ese lado del ministerio. Un grandioso pasillo se abrió ante él, estaba muy bien iluminado y como todo el piso en esa ala estaba cubierto con una alfombra aromática roja muy costosa, pues así lo había querido Hermione para que el ministerio no se viera tan tenebroso.

En el pasillo habian muchas puertas pero una al fondo llamo su atención, de ella salían voces de varias personas pero una de ellas la reconoció como la de Hermione. Entonces decido llego hasta la puerta viéndola entre abierta, nunca era de muy buena educación entrar sin tocar pero no era su culpa que no hubieran cerrado bien.

Abrió la puerta por completo encontrándose con un pequeño cuartito, sin más puertas y con solo una ventana de vidrio templado a la derecha en la que solo veías tu reflejo. Harry supuso que solo se podía ver del otro lado.

En efecto allí estaba Hermione acompañada de otros dos tipos más que Harry no reconoció ni tampoco le importaba, pues todo a su alrededor pareció de repente desaparecer para solo enfocarse en el objeto al final de la sala en el medio de la pared.

Era un espejo grande y alto tanto que rozaba el techo, tenía un marco muy bien elaborados y de color dorado que resplandecía. Harry sabía que era ese objeto, el conocido espejo de Oesed. Él lo había visto de casualidad en su primer año de Hogwarts pero gracias a Dumbledore no se obsesiono con él pues fue a visitarlo 3 veces con ansias de más.

One Shot de Harry y GinnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora