Capítulo 3

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Hanna

— Abre la boca para Daddy.

Acato la orden con lentitud sin apartar mi mirada de la suya y un escalofrío se adueña de mi ser cuando él mete su pulgar dentro de mi boca y lo chupo y lamo gustosa, acariciándolo con mi lengua en círculos. Una sonrisa ladeada se extiende en su rostro y quita su dedo frotándolo de manera vulgar contra mis labios haciéndome cerrar los ojos.

»— Eres una zorra, ¿No es así? Te encanta ser mi puta.

Abro mis ojos viendo la oscuridad en su mirada y tengo que apretar mis muslos cuando tira de la cadena que conecta mis pezones por pinzas y aprieto mis dientes con fuerza sintiendo el cosquilleo extenderse con rapidez hacia mi clítoris.

El hombre solo me mira con una sonrisa arrogante y sus ojos cargados de morbo.

»— No puedes gemir, pequeña, no hasta que yo te lo ordene.

Asiento con obediencia, reprimiendo mis quejidos de excitación por la tensión en mis pezones y la desesperación de mis manos por tocarlo. Frederick suelta la cadena dándome un respiro y miro con el pecho agitado como quita el broche de su cinturón, babeando igual que Los Perros de Pavlov al escuchar la campana.

El sonido de su hebilla es mi condicionamiento cuando se trata de él.

Su dura erección se alza contra su camisa blanca y trago saliva viendo cómo se agita imponente y palpitando por lo excitado que está. Sube sus manos lentamente hasta los primeros botones de su prenda y comienza a quitar cada uno de ellos a una velocidad que tortura mi coño húmedo con cada nanosegundo.

El cabrón lo hace a propósito, sabe cuánto me desesperan sus juegos, sabe lo mucho que me mojo y lo rápido que lo hago, sabe que me gusta recibir atención rápido... y por eso me mira a los ojos mientras finge olvidar como desabrochar un botón.

Mi clítoris palpita al mismo ritmo que mi puto corazón ahora mismo.

La camisa cae poniéndome los pezones más duros de lo que están y mi cuerpo más ansioso mientras me retuerzo sobre la cama. Avanza hacia mi deslizando sus dedos desde su mandíbula hasta su abdomen y la boca se me seca al verlo tomar su erección y agitarla juguetonamente hacia mí.

— ¿La perra quiere esto? ¿Quiere la verga de Daddy?

Asiento tragando saliva con dificultad.

— Si... por favor métemela o te juro que...

Frederick me hace callar y toma mi cuello con fuerza haciéndome reprimir un gemido. Su mano me impide respirar y eso solo hace que mis pezones crezcan, mi clítoris se inflame, mis muñecas se lastimen con las esposas y mis muslos se aprieten buscando alivio.

Me mira fijamente y cuando comienzo a mover mis manos con desesperación por no estar recibiendo oxígeno, me suelta con brusquedad y lo miro a los ojos mientras se inclina hacia mí.

Carajo, amo que sea un jodido enfermo.

El pelinegro toma mi mentón y tira de él haciendo que mi cabeza se alce de una manera dolosa hacia el suyo.

— No estás en posición alguna de amenazarme en la cama, ¿Entendido?

— Si...

— ¿¡Sí que!?

— Si Daddy... — Sonrió sintiendo un pequeño orgasmo por estar frotando mis muslos entre sí.

Frederick chasquea la lengua y junta su rostro con el mío lamiendo mi sonrisa.

Escapando del Paraíso (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora