Capítulo 36

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Hanna

Adrien sabe.

Bueno no sabe, pero sospecha, no es un idiota como a veces quiero creer.

He tratado de distraerlo con las confecciones y salidas a casinos, pero esa mirada no se va de sus ojos.

Han pasado días, y no ha dicho ni una palabra al respecto, no sé si habrá escuchado toda la conversación o si ya dedujo que está pasando y espera que yo le diga.

En fin, llegamos al esperado treinta y uno de octubre y los disfraces llegaron a mi departamento en grandes cajas.

Adrien se adueñó del baño principal y yo del de la habitación. Perdí la noción del tiempo entre la ducha y el maquillaje, y solo noté como las horas se habían desvanecido al notar que el sol ya se había ocultado.

abrí la gran caja sintiendo mis comisuras estirarse y mi entrepierna cosquillear.

Me iba a ver caliente como nunca antes.

Acaricio la delgada tela entre mis dedos sintiendo su suavidad y la dejo rodearme sin quitar los ojos del espejo frente a mí. El negro se ajusta a mis hombros y cintura y acomodo las mangas suaves y vultuosas.

Sigo con la falda del fuerte color escarlata y se ajusta a mi cintura a la perfección cayendo hasta mis pies. Tomo el corset que combina ambos colores y lo cierro sobre mi abdomen, conecto los broches y...

— ¿Hanna cómo se supone que me ponga esto?

La puerta se abre de golpe haciéndome saltar y frunzo el ceño viendo a Adrien con la prenda en cuestión en sus manos, echa un completo desastre.

— Adrien es un corset.

— Eso lo sé, pero tiene muchos hilos y no sé si lo notaste, pero soy muy grande para esto, ¿Debo ponérmelo por...?

Lo detengo cuando veo que tiene intenciones de ponérselo como un vestido. — Para ser un príncipe azul no sabes vestirte como uno. — Me burlo tomándolo. — estos tienen broches delanteros, los lazos son decorativos.

Abro el corset y pongo el corset en su abdomen cerrando cada uno de los pequeños broches sobre su abdomen.

— Sigo siendo muy grande.

Sonrío.

— Esta echo a tu medida, cariño. — Giro alrededor de su cuerpo y tomo de los hilos ajustándolos a su espalda, viendo como con cada jalón la prenda se adapta a su cuerpo y hace lucir el traje completo. — Listo.

El ruso se gira en silencio.

»— ¿Qué sucede? ¿No puedes respirar? — Se me escapa una carcajada.

Niega.

— No es eso, es que te ves como si hubieras salido de una película de princesas. — Sonrío con sus palabras. — Y tu fueras la reina malvada.

Mi sonrisa solo crece más.

— Claro que sería la reina malvada. — Rio alzándome hasta sus labios, acariciando su nariz con la mía. — Ella es la que tiene las mejores frases.

Sus manos se deslizan a mi cintura y sus labios se cierra sobre los míos, embriagándome con sus besos. Sus manos se mueven sobre mi espalda y frunzo el ceño tratando de descifrar que se supone que está haciendo, pero no tardo en descubrirlo cuando un fuerte jalón me hunde las costillas y me sube los pulmones hasta la garganta.

—¿Qué sucede? ¿No puedes respirar? — Una sonrisa burlona crece en sus labios.

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Escapando del Paraíso (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora