10 POSADA CON LOS LUNA

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Valente y Valery Luna, mejor conocidos en el mundo taurino, como los mejores anfitriones de fiestas y las mejores promesas del rejoneo mexicano juvenil, decidieron hacer su posada en su cortijo "Los Luna", en San Juan del Río, a media hora de Tequisquiapan.

Nadie sabía de mi ruptura con Santiago, lo cual me alegraba, pero al ser una chica bastante voluble en ese aspecto, se me notaba a la distancia.

Esa noche nos acompañaron mis papás. Yo iba atrás del asiento del copiloto, escuchando música triste, mientras que Alec alegaba por qué no le dieron permiso para ir en su moto. Desde la mañana, Mauricio mimó demasiado a Naima y salieron desde entonces, sabía por qué y estaba feliz por ellos, pero las ganas de sonreír se habían esfumado. Daniel y Alec no preguntaron, ni mucho menos mis papás. Pero tenía que cambiar mi semblante taciturno.

Cuando llegamos a su cortijo, había muchos carros estacionados, no creí que hubiera mucha gente, pero desgraciadamente siempre pienso mal.

Su jardín era enorme; tenían una alberca bajando los escalones, con unos camastros; hasta el fondo estaba su ruedo, a mano derecha estaban sus caballerizas y más al fondo estaban los corrales con novillos. Había mesas de madera, adornadas con noches buenas, las luces de colores estaban por todos los árboles. La mesa de comida y postres, estaba al fondo, muy lejos de mí. La música era tan alegre para mi estado de ánimo tan amargo, por lo tanto al ser una noche alegre para mi hermana y Mauricio, tenía que quitar el rostro que me cargaba.

- Villarroel, cariño mío... – Valente se acercaba a mí, con un vaso de atole, me encontraba en un camastro sentada, pensando si enviarle un mensaje – yo lo hice, pruébalo, y me dices que tal.

- Hola - apenas si se escuchó mi voz

- ¿Por qué tan... tan desgarbada? Debería de ser un día feliz. Es mi posada – se señaló sonriente.

- ¿En verdad quieres saber?

- La verdad no, pero lo deduzco, por tus ojeras, tus ojos medio hinchados, la tristeza que puedo oler a kilómetros, tu aislamiento de la sociedad y el corazón roto: terminaste con Santiago, ¿cierto?

- Que bien lees a las personas, lo dedujiste bien – fruncí los labios.

- Lo sé, soy bueno en eso. Por eso nunca te enamores, sé como yo.

- ¿Cómo tú? – alcé una ceja.

- Sí, de corazón frío y mentalidad inteligente.

- ¿Y coqueto con todas?

- Sí, - me dedico una media sonrisa – bueno, no, a veces suelen tener un concepto muy feo de ti.

- Nadie habla mal de ti, todas te aman.

- Tienes toda la razón – me volvió a sonreír –. No lo has probado, anda...

Olía muy bien el atole, lo probé y me di cuenta que era de vainilla. Lo más delicioso del mundo. Estaba caliente y era perfecto para mi depresión, ahora me faltaba comida.

- ¿Qué tal amor?

- Te quedo bien – le dedique una sonrisa sosa.

- Vamos Villarroel, sonríe, estamos a dos días de año nuevo.

- Es muy difícil sonreír cuando te han roto el corazón...

- Vamos, deja de ser ridícula y vayamos por comida, es lo que necesitas, aparte como buen amigo que soy y anfitrión, no permito que estés triste en una de mis fiestas... vamos, la comida es deliciosa y te quitará esa depresión, no haz probado las fresas con crema que hice.

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