16 SERENDIPIA

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Estaba a una semana para irme a Aguascalientes. Pero un becerro, el más chiquito, enfermó, así que pospuse mi salida, para quedarme con mi becerrín a cuidarlo.

Lo más dolorosa para una ganadera, es ver a su propio animal agonizar en donde ha crecido, se ha cuidado, alimentado y amado. Lo más doloroso es verlo sufrir, por una enfermedad con la que no puede luchar.

Me pase lunes y martes dándole suero. Don José me ayudo y estuve con él. Al principio fue difícil agarrarlo, porque se defendía, estos animales suelen ser bravos y desconfiados desde que nacen. Cuando lo agarramos, Dos José lo inyectó poniéndole ivermectina y al checar sus orejas tenía muchas garrapatas. Se las quito mientras yo lo agarraba. Las garrapatas son malas para los animales, causan enfermedades graves. Y eso que al mes lo habíamos desparasitado. Su cabecita la tenía en mi regazo, y la intravenosa pasaba por su cuello. Lo acariciaba de la pancita para darle más seguridad. Mi corazón se rompía al ver esa escena. Jabonero y Pelusa se encontraban sentados delante de mí, viéndonos. Empezaron a chillar.

- Lo sé, es triste y doloroso verlo en esta situación. Pero hay que ser positivos, saldrá adelante y lo veremos crecer, como un toro grande y triunfador.

Jabonero y Pelusa solo me veían. Pelusa se acostó y Jabonero decidió seguir a un caporal que paso. Suspiré. Decidí quedarme un rato más con el becerrín, en lo que se le pasaba el suero. Don José llegó.

- ¿Cómo está?

- Pues bien... creo. No lo sé Don José. ¿Cree que se mejore?

- Esperemos que sí, hay que tener esperanza. Es el segundo día que esta así, sin embargo, esta muy pequeño para sus cinco meses.

- ¿Verdad? Es lo mismo que he estado pensando, y Daniel me comentó que quizá tenga algún síndrome de enanismo, pero aún no lo sabe a ciencia cierta.

- Bueno, solo es cuestión de esperar Ganadera, esperemos que se mejore.

Platicamos un poco más, y cuando el suero se terminó, le quité la intravenosa y se quedó en mi regazo, Don José ya iba a empasturar con los muchachos, Pelusa lo siguió.

En la noche, le acomodé una pequeña colchoneta, con sábanas, para dejarlo ahí dormido, y ver si al día siguiente empezaba a recuperarse. Tenía la esperanza que así fuera. Y la esperanza es lo último que muere.

Antes de dormir, Diego me marcó ya un poco tarde y me contó su día, para mí era un placer escucharlo hablar. Su voz y las risas que soltaba era lo que me alegraba de este día que había tenido. Me gustaba su risa. No podía creer que nos habíamos hecho tan amigos, más que amigos y me encantaba demasiado. Pero el asunto con Santiago aún no lo tenía claro y quería hablar con él. Se merecía una explicación.

Caí rendida una vez que terminamos de hablar y desearnos buenas noches.



- Buen díaaaaaa, Doña Mary – canturreé mientras me dirigía a la cocina a desayunar los deliciosos chilaquiles que había hecho.

- Buen día mi niña...José la busca.

- Ehhh, ¿Cómo habrá amanecido mi becerrito? Deje voy, y regreso en diez minutos.

- No se dilate Savannah, que se enfrían...

- No me tardó. Aguante Mary.

Me dirigí a las caballerizas, donde habíamos dejado a mi becerrito. Pero me paré en seco cuando lo vi cubierto con una sábana. No, por favor.

LA GANADERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora