Siempre lloraba en año nuevo. Era inevitable no llorar. Una sola noche, me hacía recordar momento felices y también tristes de mi vida a lo largo de trescientos sesenta y cinco días.
Cuando el día era festivo, mis papás aceptaban que nos despertáramos tarde. Desafortunadamente este día era la excepción. Habría una corrida de Año Nuevo en Juriquilla, era moza de espadas de mi hermano. Un trabajo bastante arduo, pero fascinante. Mauricio y Franco, estaban en el cartel. Por lo que a las ocho de la mañana ya estábamos instalándonos en un hotel cerca de la plaza. Llegue a dormir dos horas más.
Habían dado la una de la mañana y Alec se había despedido de todos para ir a descansar, mientras que yo me espere otra hora más, ya que jugábamos cartas con mis primos. Daniel no dejaba de tomar y Dothy parecía su niñera. Mi tía Mafer se lo llevo a la casa, cuando se quedó dormido con un plato de chilaquiles en el puff.
Me levanté a las diez, hice una rutina de ejercicio rápida, me bañe y a la una ya estaba más que lista. Un pequeño conjunto de pantalón capri, con un blazer, ambos negros y un bralette. Me cepillé el cabello y me pusé una diadema, me alegraba que aún mi cabello tuviera las ondulaciones temporales, me terminé de maquillar. Cuando vi el dije de Santiago, me llego la nostalgia y las ganas de llorar se asomaban en mis ojos, no pretendía quitármelo y no por ser masoquista, sino porque tenía esperanza de reconciliarme con él. A las dos pasé a la habitación de mi hermano, quien seguía descansando.
- ¿Y esa sonrisa? – dejo su celular aún lado, cuando me vio entrar.
- ¿Qué sonrisa?
- La que traes, sonríes como si... nada olvídalo.
- ¿Cómo has estado? – preguntó, cuando empecé a sacar su terno y acomodarlo en una silla. El día de hoy ocuparía uno blanco con los machos dorados.
- Bien – le dedique una media sonrisa –. Mucho mejor.
- ¿Qué puedo hacer para no verte triste? Sabes que no me gusta verte así.
- Nada, la vida sigue. Ya se me pasará – sonreí –. Vamos, metete ya a bañar, mientras voy a buscar algo para que comas, buscaré a Dothy y a mi papá. Mamá llegará con Naima a la plaza. Iré a buscar a Franco, para ver si necesita algo. Y también buscaré a Mauricio. Otra cosa más... - me senté aún lado de él – la amistad que tienes con Santiago, no quiero que cambie por nuestra ruptura. Quiero hablar con él, pero no sé cuando, le mandé mensaje de año nuevo y me contestó, pero ya no le respondí – confesé con tristeza.
- No te preocupes, no afectará. Pero sigue siendo el cuñado favorito – bromeo. Una sonrisa se asomo en mis labios.
Hace días que no lo hacía con frecuencia. La amistad de ellos era de años, desde antes que Santiago y yo fuéramos novios. Y no quería que perdieran ese lazo por mi culpa.
- Tranquila, todo estará bien. Y si te preocupa más su amistad que la relación, tarde o temprano volverán a hablar y arreglarán las cosas. Verás que todo estará bien.
Solo asentí y salí de la habitación. Después de eso, solo estuve ensimismada en mi relación con Santiago. Pasé a ver a Franco, con quien estuve platicando un par de minutos, a él le compré un jugo de manzana y un pequeño pastel de limón, que sabía se lo comería hasta después de la corrida. Después fui a ver a Mauricio, quien ya estaba preparándose, y le di a su mozo lo que le compre para no distraerlo de su ritual taurino.
Dothy y mi papá ya estaban con mi hermano hablando, sobre el sorteo. Su semblante mostraba dedicación, con el entrecejo fruncido respondía a lo que le preguntaban.
Empecé a vestir a mi torero. Vestirlo era un arte. Siempre que lo vestía escuchábamos a David Garrett. Las medias de ese rosa mexicano, sujeto a sus pantorrillas, tan delicadas como un pétalo; me ayudaba a ponerse el pantalón, ambos poníamos ahínco en la parte baja, para mí era la parte que necesitaba estar estática y la parte más enhiesta. Varias miradas se posaban ahí. Le ayudé a ponerse las zapatillas, esas zapatillas a su medida, relucían. Después pasé a apretarle los machos. Me situé detrás de él, le tendí la camisa, para que pasará sus brazos por las mangas, me posé delante de él y pude captar que en el cuello traía un collar con una cruz.
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LA GANADERA
Teen FictionSavannah Villarroel, ganadera de Los Tres Arroyos, es una joven influyente en el mundo taurino. A pesar de estar al margen por ciertos murmullos que rondan a su alrededor. Savannah es un chica joven y madura, que disfruta de su relación con el matad...