14 MAMIHLAPINATAPAI

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Mauricio Sáenz Müller, nació un 29 de febrero. En un año bisiesto. Que suerte la de él. Era único e irritable. Era matador y mi cuñado. Era alemán y mexicano. Pero sobretodo, era la clase de persona que te hace burla por tus crisis existenciales. Y la única persona a la que toleraba a un nivel más. Naima decidió hacerle una pequeña cena en Five. Genial. Hay muchos lugares en Querétaro, bueno, no solo Querétaro, en México y decide hacerlo ahí.

La semana paso muy lenta, como un caracol. Y desde el mensaje de Santiago, me sentía muy culpable. Fue mi culpa por dejarme enredar, mi culpa por no poner un alto. Pero no podía hacer nada, o quizá sí, hice muchas cosas que resultó lo contrario. Mi atención por Diego creció. Pero como lo dijo él, hasta tener mi mente clara, podíamos hablar.

Y sí, estaba enojada con Diego. No puedes ilusionar a una mujer, y después nada. Sus ojos, su tacto e incluso sus indirectas, me habían atraído demasiado, que ya no había vuelta atrás. Maldita atracción humana.

Y así como la semana pasó lenta, hubo mucho movimiento. Vinieron a tentar otros dos matadores, llevamos un encierro a Puebla, desparasitamos y herramos, sin dejar aún lado los preparativos para la pedida de mano. Que era mañana, en sábado. El día del cumple de mi mejor amiga. Y el cumpleaños de él.

Mi estado de ánimo, era mucho mejor que hace dos meses. Distraerme con Franco, hacer ejercicio y hasta medio cocinar me libraba de mi tristeza. Realmente ya no sentía tristeza, era más culpa.

Por la tarde, me bañe y me puse un vestido negro de satín en escote V, con mis tenis. Me empezaba a volver adicta a los tenis, cuando siempre fui de botas o zapato alto. Me deje el cabello suelto, para hacerme unas pocas ondulaciones. No me había dado cuenta que mi cabello lo tenía demasiado largo, hasta los codos. Me maquille, y guarde lo esencial en mi bolso. Me lleve mi chaqueta de cuero, un outfit adecuado, para la fiesta de hoy.



Cuando llegamos a Five, lo primero que vi fue a los chicos llegando y entrando al antro. Cuando egresé de la preparatoria, los viernes venía aquí, junto con Cristóbal, Marina y La Cuadrilla, pero al tiempo dejamos de venir, por cuestiones de estudios y trabajos. Aparte a mis papás no les agradaba la idea de que viniera a perder mi tiempo aquí.

- Santo Cielo, cuanto muchacho viene a tomar aquí – hablo mi papá, meneando la cabeza.

- Papá, son jóvenes, ¿qué quieres que hagan? – defendí.

- Cariño déjalos... - empezó mi mamá.

- Pues que se pongan a estudiar, eso es lo que quiero, pero bueno, cada quien educa a su hijo como le conviene.

- Papá, yo he venido aquí, es un lugar muy...muy aceptable. Además, Diego es dueño de este lugar. Él y sus amigos.

- ¿Quién Diego?

- El rejoneador – aclaré.

- Ni me acordaba de él. Ni me hables de ese muchacho, la tienta se la concedí por una razón y me falló...

- Quizá...

- Nada de quizás, menos mal que si no le va bien en el mundo del toro, tiene de donde sacar.

- Papá, que feo te expresaste – defendí a Diego –. Le fue mal, lo sabemos, pero quizá fue porque estaba ensimismado en demasiadas cosas...

- Para el toreo hay que entregarlo todo. Y si no estás de acuerdo en eso, quiero tu opinión – me miró por el retrovisor, con el ceño fruncido.

LA GANADERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora