12 ENTRE ROSAS Y CLAVELES

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Mi semana estuvo activa. Acompañe a mi hermano a sus corridas por motivo de Año Nuevo, y fui a dos con mi papá, por mi encierro que había enviado. También le festejamos Marina y yo una pequeña fiesta a Cristóbal por su cumpleaños. Mi mamá aún seguía de vacaciones y Naima buscaba un vestido para la pedida de mano. De alguna forma u otra me concentraba en mi trabajo y dejaba aún lado mis pensamientos con respecto a Santiago. El dije aún lo traía inconscientemente. Pero teniendo uso de la razón no me lo quería quitar. El dije, valía mucho para mí. Veía sus historias en instagram y él se veía feliz, como si nada hubiera pasado. Los dos ocultábamos nuestras desgracias muy bien. Mi debilidad fue escribirle un mensaje:

Arroyo...

Espero te encuentres bien. Feliz Año Nuevo, por cierto. ¿Cómo te la pasaste? Yo bien. Bueno eso creo. Alec toreo en Juriquilla junto a Franco y Mauricio. Triunfaron como siempre. Te extraño como no tienes idea. Y si quieres que sea sincera, necesito hablar contigo. La cuestión es... ¿tú quieres hablar conmigo? Te quiero mucho.

Con Cariño, Villarroel.

Y sin darme cuenta se lo envié, antes de arrepentirme. No esperaba una respuesta, sin embargo, la esperanza es lo último que muere.



- Deja de moverte Mauricio – dije frustrada.

- El disfraz ya no me queda – musito él, enojado.

- ¿Por qué?, ¿ya engordaste? – bromeó Sebastián.

- Claro que no... es de hace tres años, y cada año me queda más pequeño. ¿Y por qué a mí siempre me tiene que tocar ser el niño Jesús?, ¿Porqué no solo traemos uno de los muñecos de Savannah y listo?

- De eso no se trata Mandi... Además, los rifamos, y siempre te toca ser el niño Jesús.

- ¿Entonces de que se trata...?

- Silencio, ya vienen los niños – habló Franco.

Cada año, mis amigos y yo, íbamos a diferentes localizaciones de Querétaro, disfrazados de Los Reyes Magos, María, José, y el niño Jesús. Disfrazar a Mauricio del niño Jesús era una broma que esos cuatro le hacían a él.

Comprábamos juguetes para dárselos, una rosca de reyes y pasábamos un rato con los niños jugando. Me gustaba verlos felices, pequeñas criaturas de Jesús divirtiéndose con nosotros. Aparte a Franco le encantaba pasar tiempo con los niños. Le gustaban mucho, a pesar de no tener hermanos. Por otra parte Mauricio ya quería ser papá. Las veces que le preguntaba me decía que no, pero sus ojos lo delataban. El día había sido muy cansado y divertido, así que cuando llegamos a la casa, me fui directo a dormir. Odiaba cuando la hacienda estaba silenciosa. Prefería tener compañía a la soledad. Y eso era malo. Me había acostumbrado tanto a que ellos llegarán, que estar en completo silencio me afectaba.



El día había estado pesado, mi frustración y enojo eran patentes. Cuando terminé de limpiar las caballerizas me fui a mi cuarto a llorar. Era uno de esos días, en lo que no quería hacer nada, más que dormir y no pensar en él. Pero realmente lo extrañaba demasiado. Y no había recibido ninguna respuesta de él.

Lo que significaba dos cosas: la primera, no quería saber nada de mí o la segunda, estaba tan arrepentido como yo al no hablar sobre la relación – ruptura. Mis papás habían salido de vacaciones por una semana y nos dejaron a cargo de la Ganadería. Así que parte de la semana me aleje de mis hermanos y me la pasé trabajando en las caballerizas y entrenando. Jabonero, Chispas y Maletilla eran mis fieles acompañantes.

LA GANADERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora