No dejaba de ver mi cuadro. Era verdaderamente hermoso. Diego me lo regalo el día de mi cumpleaños. A nadie le había dicho que ya éramos novios, pero todos ya sospechaban desde abril. Lo típico de mi mamá, fue: Hija, cuídate por favor, ya sabes que hay métodos... a lo que hice gestos de vergüenza y lo único que respondí fue: Ya sé mamá, ya sé...
El cuadro era grande, bellísimo, con las pinceladas delicadas en óleo. Y la imagen, me tomo por sorpresa. Era yo, en medio del pastizal, con el cielo azul como escenario. Era una perspectiva de Diego. Pero mi perspectiva era aún más bonita.
Esos días Diego fue a verme demasiado, los perros ya se habían acostumbrado a él, no dejaban de seguirlo y querían que jugará con ellos.
El día de mi cumpleaños, mi papá me marco esa mañana, deseándome felicitaciones y Alec me mando un ramo de margaritas, siempre lo hacía, cada año sin falta. Lo extrañaba demasiado, extrañaba a mi hermano, pero así es la vida. No siempre estarán las personas que más amamos en momentos importantes, algunas veces, simplemente tienes que seguir sin ellos.
La casa estaba patas arriba. Gente saliendo y entrando por la puerta trasera. Traía los tubos en la cabeza y una bata. Era domingo por la mañana y la boda civil era a las doce de la tarde. Sería en el jardín, que ya empezaba a tener forma el lugar. Las mesas redondas de madera, estaban alrededor de una pista de baile, el altar estaba al fondo, con sillas formadas. El color blanco era el único que relucía.
Había bajado a desayunar algo, eran las diez de la mañana y mi estómago empezaba a hacer ruidos extraños. Cuando terminé de comer fruta picada, me dirigí a mi habitación, para terminar de arreglarme.
Mi vestido era rosa claro, con un escote de corazón y tirantes delgados y muy minuciosos, la falda era bombacha, me llegaba hasta debajo de las rodillas, con unas sandalias de tacón doradas, dejando mis pies al descubierto. Odiaba mostrar mis pies, pero Marina me dijo que ese tipo de vestidos iban con esos zapatos. Y yo le creía a Marina.
Mi cabello me lo recogieron en un moño dejando unos mechones a los lados. Chispita era la única en la casa, estaba con mi hermano en su habitación descansando, después de acompañarme a correr; los demás, estaban en las caballerizas o buscando los bolillos que escondían.
Estaba lista para ir a ver a mi hermana. Recorrí el pasillo que estaba del otro lado, toque antes de entrar y al escuchar su voz, sonreí. Naima era la novia más hermosa que mis ojos pudieron ver, estaba delante de su espejo completo. El vestido blanco, pegado a su cuerpo, con terminación de cola de sirena. Era de mangas y lo que lo hacía ver bombacho eran las flores que tenía como bordado en los hombros. Era de cuello redondo y con una abertura en la parte trasera. Su peinado era un moño muy elaborado. Verla feliz y vestida así hicieron que mis ojos se llenaran de lágrimas.
- Ya es hora Naima – anuncié -. ¿Lista?
- Lista – aseveró, con una sonrisa de oreja a oreja.
La ceremonia comenzaba. Naima y Mauricio. Siempre los vi como un ejemplo a seguir.
Él la ayudaba en los viñedos y ella en sus corridas. Él tomaba su mano con delicadeza y ella lo veía como si fuera algo más que un simple mortal. Él la miraba, cuando nadie más lo hacía; ella encontraba en sus ojos una vida más allá. Encontrar el amor es difícil. Y siempre me pregunté cómo sería estar enamorada, como sería el amor.
Conocí a Santiago y él me ayudo a seguir adelante, puedo admitir que estar con él me complementaba. Pero con Diego... con él todo ha sido diferente. Los coqueteos, las miradas, los roces, el latir de mi corazón, los sentimientos... me gusta descubrirlo mientras me ve. Con él puedo sentir ese amor indescriptible, con él puedo imaginarme una vida a su lado.
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LA GANADERA
Teen FictionSavannah Villarroel, ganadera de Los Tres Arroyos, es una joven influyente en el mundo taurino. A pesar de estar al margen por ciertos murmullos que rondan a su alrededor. Savannah es un chica joven y madura, que disfruta de su relación con el matad...